Marca este #8M22 un hito por la notable presencia de nuevas generaciones

Texto y fotos Angélica Ruiz

Las cifras oficiales afirmaron 75 mil asistentes, la verdad es que pudieron ser mucho más las mujeres que acudimos este #8M22 a unir nuestra voz de lucha, de indignación, de apoyo y solidaridad con miles de congéneres que hemos y seguimos padeciendo violencia en sus distintas formas.

Este #8M22 marcó un hito por dos razones importantes. La primera porque después de dos años de pandemia y encierro forzado, las mujeres de esta ciudad salimos nuevamente a las calles empoderadas, libres, emocionadas y sobre todo, ávidas de juntarnos para caminar por las principales calles de nuestras Ciudad sin miedo a nada, ni a nadie, ni a la pandemia, ni a las voces que una y otra vez nos restriegan en la cara que nosotras tenemos la culpa de lo que nos pasa. Y la segunda -y no menos importante- por la notable presencia de nuevas generaciones de niñas y jovencitas que están tomando conciencia y las riendas de una realidad brutal. Una realidad que las hace enormes por ser tan valientes y decididas para alzar y hacer valer su voz.

“Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía”

“Hay que abortar, hay que abortar, hay que abortar este sistema patriarcal”

“¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más!”

“¡Mujer escucha: esta es tu lucha!”

“¡Usted, escuche: Se mata a las mujeres en la cara de la gente!”

Esta y muchas otras frases retumbaron al unísono por todo el centro del país. Distintos colectivos partieron muy temprano desde el Ángel de la Independencia, Bucareli o el Monumento a la Revolución hacia un mismo destino: la plancha de un Zócalo amurallado por fuertes vallas de hierro, resguardando la seguridad de un gobierno temeroso de sus mujeres, como si nosotras fuéramos las responsables de los asesinatos y desapariciones, como si las verdaderas asesinas fuéramos nosotras.

El gobierno desplegó 3 mil elementos de seguridad femenina “para salvaguardar la integridad física de quienes participen en la marcha del 8 de marzo”, de acuerdo con las palabras de la subsecretaria de Desarrollo Institucional de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SCC) de la Ciudad de México, Marcela Figueroa, además de otros elementos varones y personal del Ejército vestidos de civiles; éstos sí infiltrados. Un cerco policiaco verdaderamente excesivo y ofensivo.

De lo que no se quiere dar cuenta la autoridad–o más bien no acepta-, es que entre mujeres nos cuidamos, nos protegemos y apoyamos, estemos en la posición que estemos. Así quedó registrado cuando un sinúmero de activistas se acercaban a las mujeres policías para abrazarlas y obsequiarles ramos de flores, ante un gesto de inusitada sorpresa. Este acto demostró de qué estamos hechas. De ese tamaño la empatía. Nosotras nos organizamos entre compañeras y amigas, entre madres e hijas, solas o acompañadas y salimos a las calles a exigir lo que por años los gobiernos nos deben: seguridad, confianza y libertad.

Contrario a lo que vaticinaron un día antes varios noticiarios tendenciosos -quienes afirmaron que la violencia era un hecho porque “fuentes oficiales” habían detectado la participación de 15 grupos de choque, según los cuales irían armados con bombas molotov, armas punzo cortantes y demás artefactos peligrosos-, la marcha se llevó a cabo con ejemplar armonía. Una cachetada con guante blanco. En medio de una solidaridad impresionante, ese día las calles fueron nuestras para gritar a los cuatro vientos lo que pensamos y lo que somos.

Bastó ver la emoción que emanaron miles de jovencitas que siguen el curso de la lucha, de su lucha también. Muchas de ellas gritaban emocionadas, parecían pajaritos que revoloteaban sus alas al alzar su puño color morado o verde en alto. “Tengo la piel de gallina”, dice una de ellas, cuando se le pregunta si es la primera vez que participa y asiente con ojos desorbitados, al tiempo que retumba la voz de esas miles que caminan de la mano, una al lado de la otra.

Mientras tanto, se ve a una joven mamá de la mano de su hija de unos 5 años, con un cartel en el que se puede leer “Las niñas no mienten”.

Al grito de “No somos una, no somos cien, pinche gobierno, cuéntanos bien”, niñas, jóvenes y adultas se juntan sin distinción de edad, ni condición social. Unas con la emoción de ser su primera vez, otras con el dolor a cuestas por la hija o la amiga desaparecida. Aquí todas somos iguales. La indignación y la rabia es una sola. Todas somos una.

La energía se siente, se respira y se abraza. A la llegada de Bellas Artes y Avenida Juárez se escuchan las recomendaciones de las compañeras que llevan altavoz o liderean algún colectivo para ir con cuidado y no afectar el plantón de los integrantes del Frente Nacional Anti-AMLO (FRENAAA). En orden natural, el contingente se hace a un lado, mientras tanto, unas dj´s tocan su música y alientan el paso de las marchantes

En la esquina del Eje Central Lázaro Cárdenas la Marcha se topa con pared, las vallas cierran la calle Madero y se ve obligada a desviar su curso por 5 de Mayo, en el trayecto más vallas rodean el edificio del Banco de México, en donde un grupo de “choque” se apuesta para lanzar piedras y golpear las vallas, al tiempo que otras hacen pintas con aerosol.

Seguimos el curso entre cantos y consignas, sin que se registre saldo rojo a nuestro paso, mas que el de las pintas. Entre más nos acercamos a la plancha del Zócalo, la emoción toma otro vuelco. La masa toma vuelo, respira y vuelve gritar a todo pulmón. Con el puño en alto entramos al ombligo de esta ciudad, un ombligo amurallado y oscuro; pero el color se lo dan las miles de voces que van entrando de poco en poco, hora tras hora durante todo el día, hasta su ocaso.

En él, las más osadas llegan hasta las vallas que rodean Palacio Nacional para golpearlas, intentar derribarlas con sus puños o martillos que retumban en un eco que toca los corazones de todas porque representa el golpe que le quisiéramos dar a un sistema de justicia que solo ha demostrado ineptitud y corrupción. Este golpe es el que muchos critican, el que muchos reprueban y atacan, porque no comprenden que en el fondo este grito es de dolor y también de añeja frustración.

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