Reflexiones sobre el 8M y la protesta

Por Kenya Bello

Foto: Mónica Loya

 

Sobre las discusiones actuales, si destruir está bien o mal, debo aclarar que no me importa que se rayen las paredes o se rompan vidrios, pero cuando se trata de evaluar lo que ocurrió el domingo durante la marcha en la CDMX, difiero en gran medida de las posiciones de apoyo.

No me parece justo condenar la violencia política per se, pues es válida como estrategia de rebelión. En la historia hay muchos ejemplos y la humanidad entera se ha beneficiado con conquistas y derechos.

La cuestión relevante para mí es cómo la usan actores particulares en contextos específicos. El domingo pasado fue una estrategia a la que recurrieron bloques negros fundamentalmente, aunque no exclusivamente.

Y me pareció irresponsable lo que hicieron dichos bloques en el momento en que utilizaron fuego o cuetes.

Hubo personas quemadas, no muchas, pero una sola persona inocente afectada, me parece suficiente para repensar la estrategia y por ese resultado, personalmente la repruebo.

Fue una marcha inmensa, así que no todo mundo vivió lo mismo, pero los efectos que generaron (junto con la respuesta policial) fueron conatos de estampida (por suerte no pasaron a mayores) y que muchas mujeres que iban con bebés, niños y adolescentes se replegaran o retirarán.

El mensaje que mandan es importante, es una protesta, ¿pero contra quién? No me queda claro con las quemas que hicieron.

¿El Estado en General? ¿Por qué sólo lo ven encarnado en el ejecutivo y no se mira, por ejemplo, al poder judicial que es uno de los grandes omisos?

¿Por qué prenderle fuego al archivo histórico de notarías de la ciudad de México? ¿No hay lugares más significativos y relevantes dentro del espacio feminicida? Y ahí es donde viene una de las dimensiones que más me preocupan de este tipo de manifestaciones en la CDMX actual: es un tipo de acción política donde la emoción es central: hay enojo, mucho. Es justo, pero insuficiente. Me parece que se fortalece como horizonte desde otra emoción, la desesperación.

Yo creo que como sociedad es un camino fácil ante la titánica tarea que tenemos de politizarnos y construir una agenda del movimiento femenino-feminista que incida en todas las instituciones que son responsables del estado actual de cosas.

Hay quien opina que cada quien su lucha porque estas mujeres no adoctrinan. Pero sí lo hacen. Como todos, como yo ahora.

Lo hacen con sus discursos, acciones e incluso silencios. Fueron a una marcha donde las presentes coincidían en algo: ¡Ni una más! Muchas ahí tienen ya una lectura de la realidad y no necesitan ser despertadas con performances de desafío a la autoridad.

Quien difiere es pacifista, es burguesa, es pasiva. Yo me atreví a confrontar a un grupo sobre su forma de hacer política y lo que recibí como respuesta fue: ¡Cállese!, acompañado de un chorro de agua que me lanzó a la cara una mujer cuyo rostro no pude ver.

Me parece que ese cállese se dirigió a muchas más mujeres que a mí. A todas las otras cuyas luchas no son ésa. Las lógicas del bloque negro no nacieron por y para la lucha feminista, aunque ahora hay mujeres que las retomen.

¿En qué nos beneficia estar discutiendo sobre paredes pintadas y puertas incendiadas cuando lo que tendríamos que estar discutiendo es cómo le vamos a hacer para que los MP hagan su trabajo, los jueces, las policías para empezar?

¿Coincidimos con lo que quieren los bloques negros? ¿Cómo hacer para deconstruir esta sociedad y que hombres y mujeres no estemos reproduciendo lógicas patriarcales? ¿Cómo vamos a llegar a las que no estaban ahí y que cuando ven lo que consideran vandalismo no quieren saber nada de nada?

Y ellas no son sólo blancas y ricas como por ahí se sostiene. En fin, el panorama me preocupa, claro que no tanto como el alto a la violencia feminicida. Son reflexiones que traigo atravesadas y que me atrevo a compartir con ustedes.

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