Las mujeres con la “s” de plural, salen a las calles desde distintos gremios, organizaciones y posturas.
Por Aida Maltrana
8 de marzo de 2018.- Que las mujeres paren sus labores en nuestro país, y que particularmente se manifiesten en la Ciudad de México, es un golpe al sistema económico mundial que invisibiliza su trabajo en el hogar, en el campo, en la maquila, en las universidades. Sin embargo, la marcha que si bien fue contundente, deja ver el lugar que la sociedad mexicana abre a las causas de las mujeres.
Nuestro México vive tiempos electorales, por lo tanto, a la mesa los asuntos públicos, que lo privado y las emociones, como históricamente ha sido, pasan a un lugar menor.
Mientras tanto, las familias silencian los abusos que al interior se gestan con los privilegios que tiene “el hombrecito de la casa”, padres y madres esconden a sus hijos violadores, normalizando la violencia, o a los ahora jóvenes que delinquen protegidos tras un arma, con la impunidad de un sistema de justicia que no logra acompañar a las mujeres en su derecho a vivir con libertad en las calles, en el ámbito laboral, y peor aún, dentro del seno familiar.
Los feminismos históricamente son diversos, y se expresan desde múltiples disciplinas, muchas veces se radicalizan, otras coexisten o dialogan, porque la realidad humana actualmente no es una sola, ni definible desde alguna postura ideológica dogmática, ni heteronormativa.
Sin embargo, hay un sistema que afecta a todas, no importa la edad, si es jornalera, obrera, estudiante, escritora, actriz, académica, ama de casa, transexual, sexo servidora, con capacidades diferentes, o madre soltera, o que además, todas estas funciones pueden ser parte de la vida de las mujeres, con “s”, en plural.
El feminismo esencialista de los años setenta, que si bien fue necesario para inaugurar las premisas de un quehacer de las mujeres sobre la idea que lo personal es político, sus propuestas estaban dirigidas a una generalidad de las mujeres blancas de la sociedad occidental de Estados Unidos, y del Reino Unido principalmente, descartando para entonces la realidad de las mujeres negras o de cualquier otro contexto geográfico no occidental.










De ese gran movimiento contundente en la historia de las movilizaciones feministas, surgen otros caminos para develar las realidades latinoamericanas y de otras latitudes en Oriente. En esta Huelga Feminista #8M en el presente, se expresa la mujer migrante, al igual que la mujer latinoamericana o árabe, que nunca antes hallaba eco en el mundo de la información y mucho menos en el espacio público.
En nuestro país, Jornaleras de San Quintín, trabajadoras del sector de la electricidad, del ámbito doméstico, sobrecargos, muchas veces invisibles por estar dentro del estereotipo y de cliché, aún entre las mismas mujeres, como “glamorosas” o “burocráticas”, marcharon este #8M en la Ciudad de México junto con académicas del Centro de Estudios de Género de la UNAM, y con quienes se asumenFeministas Radicales.
En Chiapas se promulgaban las mujeres zapatistas como anfitrionas a mujeres de distintas partes del mundo y con distintas posturas ideológicas, para abrir un espacio de diálogo y “contarse sus cosas”.
Y es que acaso, las múltiples causas de las mujeres encontraron al unísono, una palabra que ha trascendido barreras ideológicas y geopolíticas: Sororidad.
Buscaba conceptos o definiciones para narrar de manera emotiva la marcha que presencié en este #8M en la Ciudad de México, y en realidad, puedo resumirlo en una acción colectiva y humana de respeto hacia las otras personas.
No hizo falta ser o pertenecer a algún grupo, sino comprender que quienes han sido despojadas de su condición humana, responden a una forma de pensamiento de un sistema patriarcal, y no importando su formación política o personal, merecen apoyo para transformar su vida y reivindicar con todo derecho, su lugar y su libertad en el mundo.
#8M visto de esa manera, más que una marcha cuantitativa, afecta para que las emociones de las mujeres, sin importar su origen, se manifiesten, se involucren para defender sus derechos, y se entiendan desde la diferencia, como un acto político contundente, que emerge, que va sumando y que aún no concluye.