Tercera de cuatro partes
Por Varina De la Cruz
P.-Buenos Aires, ¿qué le dicen tus versos a la Argentina cálida que te recibió?
R.-A la tristeza de Buenos Aires, le digo poesía… contestaba ella.
Tristes calles derechas, agrisadas e iguales
por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
me apagaron los tibios sueños primaverales.
Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
en el vaho grisáceo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
–¡Alfonsina! — No llames, ya no respondo a nada.
Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
viendo en días de otoño tu cielo prisionero,
no me será sorpresa la lápida pesada.
Que entre tus calles rectas, untadas de su río
apagado, brumoso, desolante y sombrío,
cuando vagué por ellas, y estaba yo enterrada.
BUENOS AIRES
P.-Más tarde nació tu libro “La inquietud del rosal”
R.- Si, mi primer libro en verso, Alfonsina ya mujer, hecha madre. Acudí a la imprenta de don Miguel Calvello, quien me imprime un millar por quinientos misterios.
Yo escribía encerrada en una oficina; y me acuna una canción de teclas; mamparas de madera se levantan como diques más allá de mi cabeza; barras de hielo refrigeran el aire a mis espaldas; el sol pasa por el techo pero no puedo verlo; bocanadas de aire caliente entran por los vanos y la campanilla del tranvía llama distante.
Clavada en mi sillón, al lado de un horrible aparato para imprimir discos, dictando órdenes y correspondencia a la mecanógrafa, escribo mi primer libro de versos. ¡Dios te libre, amigo de “La inquietud del rosal”! Pero lo escribí para no morir.
“El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que la planta morirá de este mal
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente”.
LA INQUIETUD DEL ROSAL.
P.- ¿Existe la denuncia en tus poemas?
R.- Mujer soy del siglo XX;
paso el día recostada
mirando, desde mi cuarto,
cómo se mueve una rama.
se está quemando la Europa
y estoy mirando sus llamas
con la misma indiferencia
con que contemplo esa rama.
tú, el que pasas; no me mires
de arriba a abajo; mi alma
grita su crimen, la tuya
lo esconde bajo palabras.
SIGLO XX
P.- El amor. ¿Qué le canta al amor, tu voz, desesperada?
R.- Esta noche al oído me has dicho dos palabras
Comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
—Que digo sin quererlo— ¡oh, qué bella, la vida!—
Tan dulces y tan mansas
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
Que nerviosos, mis dedos,
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
Cortar estrellas.
DOS PALABRAS
P.- ¿ Eres poeta del amor y desamor, frustración del sentimiento, qué dice tu queja?
R.- “Señor, mi queja es ésta,
Tú me comprenderás;
De amor me estoy muriendo,
Pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto
En mí y en los demás,
Persigo lo perfecto
Para poder amar.
Me consumo en mi fuego,
¡Señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo,
¡Pero no puedo amar!
QUEJA
P.- La nostalgia, ¿cómo la reflejas en tus versos?
R.- Golpéame, dolor! Tu ala de cuervo
bate sobre mi frente y la azucena
de mi alma estremece, que mas buena
me sentiré bajo tu golpe acerbo.
Derrámate en mi ser, ponte en mi verbo,
dilúyete en el cauce de mi vena
y arrástrame impasible a la condena
de atarme a tu cadalso como un siervo.
No tengas compasión. ¡Clava tu dardo!
De la sangre que brote yo haré un bardo
que cantará a tu dardo una elegía.
Mi alma ser el cantor y tu aletazo
será el germen caído en el regazo
de la tierra en que brota mi poesía.
¡VEN, DOLOR!
P.- ¿ Cómo le reclamas al mal amor?
R.- Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
corola cerrada”.
Tú, que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú, que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
TU ME QUIERES ALBA (extracto)..
P.- ¿Con qué animal te identificas en tu poesía ?
R.- Yo soy como la loba. Ando sola y me río
del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
donde quiera que sea, que yo tengo una mano
que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
la vida, y no temo su arrebato fatal
porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.
LA LOBA.. (extracto)
P.- ¿Qué opinas de vivir en movimiento, cambiar todo?
R.- Me vienen estas cosas del fondo de la vida:
Acumulando estaba, yo me vuelvo reflejo…
Así como las cosas, es mudable el espejo.
Momentos de la vida aprisionó mi pluma,
Momentos de la vida que se fugaron luego,
Momentos que tuvieron la violencia del fuego
O fueron más livianos que los copos de espuma.
En todos los momentos donde mi ser estuvo,
En todo esto que cambia, en todo esto que muda,
En toda la sustancia que el espejo retuvo,
Sin ropajes, el alma está limpia y desnuda.
Yo no estoy y estoy siempre en mis versos, viajero,
Pero puedes hallarme si por el libro avanzas
Dejando en los umbrales tus fieles y balanzas:
Requieren mis jardines piedad de jardinero.
ESTE LIBRO
P.- ¿Dime tus anhelos y caprichos, que el poeta satisface en su lírica?
R.- Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,
sujeta entre tus manos esta cabeza loca;
dame a beber veneno, el malvado veneno
que moja los labios a pesar de ser bueno.
Pero no me preguntes, no me preguntes nada
de por qué lloré tanto en la noche pasada;
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos pasaje baladí.
Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente oculto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.
No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.
Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.
Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:
deseamos y gustamos la miel en cada copa
y en el cerebro habemos un poquito de estopa.
Bien. No, no me preguntes. Torpeza de mujer,
capricho, amado mío, capricho debe ser.
Oh, déjame que ría. ¿No ves que tarde hermosa?
Espínate las manos y córtame una rosa.
CAPRICHO 2
P.- ¿Cuáles son las tres viejas palabras que la Luna te repite?
R.- Hoy me mira la luna
blanca y desmesurada.
Es la misma de anoche,
la misma de mañana.
Pero es otra, que nunca
fue tan grande y tan pálida.
Tiemblo como las luces
tiemblan sobre las aguas.
Tiemblo como en los ojos
suelen temblar las lágrimas.
Tiemblo como en las carnes
sabe temblar el alma.
¡Oh! la luna ha movido
sus dos labios de plata.
¡Oh! la luna me ha dicho
las tres viejas palabras:
«Muerte, amor y misterio…»
¡Oh, mis carnes se acaban!
Sobre las carnes muertas
alma mía se enarca.
Alma —gato nocturno—
sobre la luna salta.
Va por los cielos largos
triste y acurrucada.
Va por los cielos largos
sobre la luna blanca.
VIAJE
P.- ¿Dónde estás Alfonsina?
R.- En el fondo del mar
hay una casa de cristal.
A una avenida
de madréporas da.
Un gran pez de oro,
a las cinco, me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo
de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde que me circunda
—din don… din dan—
se balancean y cantan
las sirenas de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepúsculo,
las erizadas puntas del mar…
YO EN EL FONDO DEL MAR
El mar, el mejor lugar para despedirse de la vida,
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar,
que la arena de oro y las aguas verdes
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
DOLOR
Así, los poemas fueron recitados uno tras otro, y al final, debemos agregar que a través de los años, la valentía de un poeta se ve reflejado en la manera de llegar a decidir, cómo y cuándo morir, la timidez de Alfonsina, mujer como muchas que enfrentaron la soledad en esta vida, quizá también la total incomprensión en su entorno masculino.
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