Mal bicho

Por Carlos Alonso Chimal Ortiz

Did you ever stop to notice 

All the children dead from war? 

Did you ever stop to notice 

This crying Earth, this weeping shores?

(¿Alguna vez te has parado para darte cuenta 

de todos los niños muertos por la guerra?)

Michael Jackson

Estaba viendo la televisión por ahí de enero del 2020. Mencionaban que había una neumonía en Wuhan, China. Fue una noticia de esas que ves –me recordó el atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos– y piensas que el lugar donde ocurre está muy lejos de donde te encuentras tú. Nada para preocuparse.

Mi hijo tenía un año con cuatro meses y ya debíamos de salir a la calle con cubre bocas. Hasta la fecha no podemos salir a la calle sin cubre bocas y si él ve que no me lo pongo antes de cruzar la puerta, me regaña.

Mi hijo ya creció así, con eso en la mente. Le platico que cuando yo era niño salía a la calle a jugar con mis amigos. No nos teníamos que poner cubre bocas y nos mojábamos, y nos raspábamos, y sólo nos cuidábamos de que algún carro no nos fuera a arrollar.

Cuando ya eran como las ocho de la noche mi papá salía al balcón y con un grito fuerte y claro: “¡Carlos!”, era la señal para meterme a mi casa. Me despedía de mis amigos con un fuerte apretón de manos y hasta un abrazo. Ahora ya no se puede hacer eso.

Antes, cuando a alguien le tenías estima, además del apretón de manos, podías darle un abrazo y hasta un apretón de nalga.

Inventábamos saludos… con algunos amigos tuve diferentes saludos, que constaban de palmada y puño contra puño, chasquido de dedos, y hasta de espaldas terminar con una palmada. Eran los códigos que regían el nivel de amistad.

Antes ibas en el transporte público y veías a alguna chica que te gustaba o le gustabas y podía surgir un intercambio de sonrisas. Hoy eso ya no es posible. Sólo ves sus ojos, no sabes si está chimuela o tiene bigote o al contrario, ella no se da cuenta que tengo los dientes podridos o que me huele la boca. Ahora eso queda en el misterio. Y cuando, por casualidad hay alguna expresión, no sabes si es de agrado o de desagrado.

Antes saludabas de beso y si como respuesta te daban un beso en la oreja, significaba que no eras correspondido o que estabas muy feo para la fémina en cuestión. Pero en cambio, si te daban el beso en la comisura de los labios, quería decir que le interesabas o que gustabas. 

Hoy ya no más besos en los saludos. Muchas cosas han desaparecido, o casi: el abrazo a la gente que quieres, la visita a los enfermos en el hospital o en su casa, la asistencia al funeral del amigo o conocido que se iba de este mundo… Hoy, ya no se puede.

Afortunadamente o desafortunadamente sigo sin contagiarme. Me cuido mucho. Además de doble cubre bocas, que también tengo una duda con eso porque cuando usas doble condón es probable que con el roce se lleguen a romper, creo que no pasa lo mismo con los cubre bocas. Espero. Digo que no sé si sea malo que no me haya contagiado por eso de los anticuerpos y tantas historias que cuentan.

Mis primeras dos dosis fueron AstraZeneca, y la tercera Sputnik V. Dicen que con la Sputnik no puedes entrar a Estados Unidos, pero tal vez sí a Rusia, pero en este momento realmente no tengo, así como que muchas ganas de viajar a Rusia…

Las videollamadas se ponen de moda. Mucha gente lo hacía antes, tal vez en juntas de trabajo, cyber sexo, ventas, etc., pero en estos tiempos eran y son necesarios ya que había gente, tu gente, a la que no podías ver porque estaban o están contagiadas.

Hacíamos reuniones virtuales en donde nos veíamos toda la familia y festejábamos un cumpleaños o alguna reunión. No las puedes tocar, pero al menos las ves. Muchos lloraban, había sonrisas, no sentías el calor de un abrazo.

Hubo hasta nacimientos en videollamada. Las grandes empresas se llenaban de dinero aprovechando esta situación, pero los que realmente se llenaban de algo fuimos nosotros que podíamos ver al menos a la gente que nos quiere y que queremos.

Las clases eran así, y salieron muchas cosas a la luz: groserías, maltratos. Siempre hay un lado malo en todo. La violencia familiar creció, conocías más gente en línea. Ya todo era como en la caricatura de los “Supersónicos”.

En esa caricatura, cuando yo la conocí, me quedé realmente sorprendido, que obviamente es un remake de muchas películas y demás, pero para un niño en ese entonces era la neta.

Tenían videollamadas, robots y demás cosas que jamás imaginé verlos en realidad. Los niños de ahora lo ven como algo antiguo, pero lo que es realmente antiguo es todo lo que les platiqué desde arriba.

Les estoy contando esto ya cuando casi (espero) se termine, o sea más leve la pandemia del Covid 19, y cuando está empezando (esperamos que no) la tercera guerra mundial. O sea ¿qué pedo?

No salimos de una y ¿empieza otra desgracia?

A mi edad puedo decir que he vivido varias cosas, muchas, que a muchas generaciones pasadas les tocaron de una a una, y no de un chingadazo. La mía fue del terremoto del 85, la pandemia del AH1N1 de influenza en el 2009; en el 2013 estuve en el centro de acopio por el huracán en Guerrero.

El terremoto del 2017, por el cual yo pertenecía a la Coordinación de Protección Civil, ya mi valor cívico, y aunque no lo hubiera sido lo hubiera hecho. Un tributo a mi padre que en el terremoto del 85 fue a remover y sacar escombros.

Me acuerdo mucho que ese día, ya por la tarde, que regresé caminando desde la Secretaría de Gobernación, en donde yo laboraba, a la colonia Narvarte, con todo mi equipo de rescate colgado al hombro, me encontré a mi director editorial, Rivelino Rueda.

Nos miramos con ese nudo en la garganta y ese entrecejo de pregunta. Nos abrazamos y me dijo que si tenía señal en mi teléfono. Afortunadamente sí tenía y él hizo algunas llamadas. Siempre nos veíamos con gusto, pero ese día nos vimos como con tristeza.

Le conté lo que yo había vivido en mis labores de rescatista, que él se grabó en su memoria para que fueran parte de sus crónicas. Nos despedimos con un abrazo y al otro día, después de descansar un rato, me fui a la Avenida Cuauhtémoc a apoyar a la gente, frente al Centro Médico siglo XXI.

Después de varias horas de estar cargando piedras, escombros. Me colgué mi equipo en la mochila y me fui caminando sobre la Avenida Cuauhtémoc para dar vuelta sobre la Calzada Obrero Mundial. Pasaban autos y se detenían y te ofrecían un agua, un sándwich, una palmada en la espalda. Todo eso servía para tragar ese amargo momento.

Dicen que ya estamos a punto de ser felices como antes y salir a la calle, sin cubre bocas y demás cosas, desnudos y abrazarnos todos sin problemas.

Como en el Medievo, se tuvo que experimentar. Millones perdieron la vida para aprender a sobrevivir, hasta que el doctor Semmelweis descubrió en 1818 que era importante lavarse las manos después de hacer una operación. Ahora es tan importante como usar el cubre bocas.

Esto sólo era para platicarle a mi hijo que, antes, podías salir a la calle sin nada que te protegiera a que puedas morir. Se escucha feo pero es la verdad, y a mí me gustaría que nadie muriera, pero, aun así, con esta pandemia, ¿por qué no?, organicemos una tercera guerra mundial.

Eso sería como la cereza del pastel.

Los que estamos nos hemos cuidado tanto, para que nos caiga una bomba o una chingadera así. Voy a citar al buen Víctor Bolde, al cual mencioné en mi texto pasado… “Mejor métanse un palo de escoba por el culo” y así no involucremos a tantos inocentes.

Este texto está dedicado a todas las personas que están sufriendo en este momento y no pueden dormir y descansar en paz porque suenan las alarmas de emergencia en su país, en su casa, con su familia. Yo no soy muy religioso, pero deseo que sus dioses los protejan y no sufran más pérdidas que este mal bicho nos ha dejado.

¡Subscríbete a nuestro newsletter!

Related posts