Tlayudas y listones rojos

Por Carlos Alonso Chimal Ortiz

Foto: Edgar López (q.e.p.d.)

Cuando Dania tenía 18 años fue con sus padres y su hermano menor a Oaxaca para visitar a unos tíos de su mamá y, de paso, pasar unas muy lindas y merecidas vacaciones (así decía su papá).

Ella no quería ir. Pensaba que sería el viaje más aburrido de su linda vida. Siempre se refería así a su vida. Sus papás la consentían y le decían que ella era la encargada de que su vida fuera linda; no dejarse de nadie y que nadie le debería de decir qué hacer de su vida; que era es la encargada de su felicidad.

Le compraban la mayoría de las cosas que ella pedía. Era muy buena estudiante y siempre obedecía a sus padres.

Sus tíos tenían una tienda que se llamaba «La Favorita». La atendían por las mañanas y en las tardes se iban a su casa que estaba a dos cuadras para ver televisión.

Pero mientras Dania, su hermano y sus papás estaban en la tienda platicando y viendo a la gente pasar, afuera, a diario se sentaban en una bardita tres señores mayores a platicar y tomar un par de cervezas. Cuando tomaban un sorbo del líquido ámbar miraban a lo lejos, como al infinito, mientras saboreaban la amargura de la cerveza.

Después de salir del trance regresaban al mundo. Seguían platicando y encendían uno que otro cigarro.

Dania tenía que tener su celular conectado todo el día porque no hacía otra cosa más que textear, escuchar música y postear selfies en sus redes sociales, a las cuales acompañaba al pie de foto con:

“Trágame tierra y escúpeme en Cancún”.

“Daría lo que fuera por estar, aunque sea en la escuela, que en este pueblo bicicletero”.

–Buenas tardes, me das unos cigarros de carita por favor.

–Yo no trabajo aquí– contestó Dania sin voltear a ver al cliente.

–Ja, ja, ja. No te creas. Yo trabajo aquí. Por cierto, me llamo Mario y le extendió el puño a Dania, por eso de los contagios…

Dania volteó a verlo y se quitó un audífono para escucharlo mejor.

Hey, been trying to meet you

Hey, must be a devil between us

Or whores in my head

Whores at my door

Whore in my bed

But ¡hey!

Where have you

Been if you go i will surely die

We´re chained

Dania le contestó el saludo sin dejarlo de ver a los ojos y pensó que había valido la pena las nueve horas de viaje más las cuatro horas que llevaba con la aburrición de un cadáver.

Mario tenía 22 años y por las tardes trabajaba en la tienda de los tíos de Dania para ayudar con los gastos en su casa. Su familia vendía tlayudas cerca de su casa.

Después de dos días ya se saludaban de beso con el cubrebocas puesto y Dania ya había probado unas deliciosas tlayudas que vendían en la esquina de la tienda. Decía que sentía como todos los ingredientes se mezclaban en su boca y con los ojos cerrados decía que era lo mejor que había probado en su linda vida.

A la semana ella le ayudaba a Mario a atender la tienda y ya se saludaban de beso sin el cubrebocas. 

A veces, en la noche se quedaban de ver en el parque y ella les decía a sus papás que iba por una tlayuda, y cuando Mario se tenía que escapar en las noches para ver a Dania decía que iba a conseguir un listón rojo para un traje típico de Santiago Pinotepa Nacional, ya que había ensayos cada semana en el atrio de La Iglesia de Santiago Apóstol para los bailes y fiestas, que eran demasiadas en todo el año.

Esta ciudad, que además de su famoso caldo de iguana y ser famosa por ser el epicentro de varios terremotos, ahora era el lugar favorito de Dania.

Después de dos semanas se saludaban sin cubrebocas y con un apasionado beso en los labios. A veces iban a la trastienda para llevar a cabo sus actos amatorios. Dania estaba muy enamorada de Mario.

“Las mejores vacaciones de mi linda vida”.

“Aquí en donde estoy, no le pide nada a Cancún”.

#nuncateterminesoaxaca.

En las noches era muy común que ella fuera a comprar tlayudas o él a conseguir listones rojos, pero desgraciadamente las vacaciones estaban terminando y el semáforo epidemiológico ya había cambiado a verde, lo que significaba que el papá de Dania regresaría a trabajar y ella a la escuela.

La última noche que estuvieron juntos, Mario le prometió que iría a visitarla a la Ciudad de México cada vez que pudiera, que era el amor de su linda vida y que cuando se fuera para la capirucha hablaría con sus papás para que se casaran.

Dania lloraba de emoción y le prometió lo mismo. Además que en sus vacaciones iría a “visitar a sus tíos” y a comprar tlayudas de cecina.

Al otro día partieron como a las nueve de la mañana. Dania le mandó un mensaje de texto a Mario y le dijo que lo iba a extrañar mucho y que era una promesa que se verían muy pronto. Se puso sus audífonos y se acomodó en el asiento del automóvil mientras cerró los ojos.

En el camino su hermanito les pidió a sus papás que si podían regresar las próximas vacaciones, ya que habían sido sus mejores vacaciones y gritaba de emoción.

Dania estaba feliz y le dijo que también eran las mejores vacaciones de su linda vida. Le preguntó a su hermanito porque le había gustado tanto. El niño le contó que tenía un mejor amigo, Ulises, y siempre le regalaba dulces y chocolates y que Ulises también tenía una hermanita que se llamaba Raquel y que siempre traía listones rojos en el cabello, porque dice que cuando crezca quiere ser una bailarina profesional…

–¿Cómo? –preguntó Dania.

Sí, Ulises y Raquel son hijos del muchacho que trabaja en la tienda con mis tíos, pero como todo el día está en la tienda no los ve mucho y les lleva dulces y chocolates cada día. Mi papá debería trabajar en una tienda para que a diario me trajera dulces y chocolates, además que debe de ser bien diverti…

–¡Ya cállate Luis! –gritó Dania

Dania sintió cómo algo se le rompía por dentro y sentía que la poca saliva que tenía en su boca era muy amarga. Le escribió durante varios días a Mario porque tenía muchas dudas. Le llamaba y la grabadora le decía que “el número que usted marcó no existe o se encuentra fuera del área de servicio”.

Mario nunca le contestó. Ese número ya no existía. Fueron varios meses que Dania intentó comunicarse con Mario, pero no logró hacerlo. Tampoco podía decirles a sus papás que le hablaran a sus tíos y les preguntaran por el muchacho que trabajaba en su tienda porque todo había sido a escondidas.

En diciembre volvieron a ir para pasar 22, 23, 24 y 25 de diciembre con sus tíos. En cuanto se bajaron del auto fue a la tienda a comprar un agua porque se moría de sed.

La atendió una chica como de 25 años que le preguntó si quería su agua gasificada o natural. Dania sólo buscaba por todos los rincones con sus ojos saltones y con movimientos rápidos.

Después de que saludó a sus tíos les preguntó qué había pasado con el papá de los amiguitos de su hermanito, que por eso preguntaba, por la emoción de ver a esos niños jugar con su hermano. El niño la miraba con extrañeza.

Los tíos le contaron que ese muchacho tenía dos hijos y una esposa mayor que él y que habían llegado de Ixtepec, pero sólo estuvieron como dos meses ahí y de un día para otro se desaparecieron. No les había robado nada de la tienda, ni siquiera le alcanzó a pagar su semana que había trabajado. Que todo fue muy raro.

Dania estaba un poco triste pues ya habían pasado varios meses desde que había visto a Mario por última vez. Su mamá le hizo dos trenzas con unos listones rojos que tenía su tía para una posada a la que iban a ir, pero Dania esa noche decidió ir al zócalo a caminar.

Estaba pensativa y pidió que ojalá no se fuera a quedar solterona toda su linda vida, ya que había empezado con el pie derecho sus relaciones amorosas. Pasó por un puestito que tenía una cartulina verde fosforescente que decía:

“Tlayudas sencillas $30 con carne o longaniza pregunte a Juanita”

Dania pidió una tlayuda con cecina, la mordió y cerró los ojos con muchas ganas, muy fuerte. Tan fuerte que hasta vio luces de colores y le lloraron los ojos. Se dio cuenta de que realmente era lo mejor que había probado en su linda vida.

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