Las reclamonas

Por Mónica Loya Ramírez

Hace unos días, cuando ví a mi hermana reclamar porque un carro se había pasado el alto y casi nos atropella, pensé en que la mayoría de las mujeres con las que me relaciono somos así, siempre alegando y reclamando nuestros derechos.

Repasé la actitud de mis amigas y absolutamente todas tienen alguna anécdota de un suceso cotidiano en el que alguien trató de pasarse de listo y tuvieron que levantar la voz para denunciar el hecho.

Me da mucho gusto estar rodeada de mujeres fuertes, que alzan la voz, porque históricamente se ha dicho que “calladitas nos vemos más bonitas”, entonces, pues seremos muy feas pero eso sí, nada dejadas. 

Una cosa que me desespera mucho de mi hermoso país, quizás más en el centro que en el norte, no lo sé -sería cuestión de preguntar- es que es mal visto en general eso del reclamo. Por ejemplo, yo estoy en la fila del banco y alguien se mete, y obvioooo  inmediatamente reclamo; las personas a mi alrededor, la gran mayoría, me ven como si fuera un asunto de mal gusto, y al parecer la que queda mal soy yo y no el desvergonzado que muy orondo es atendido antes que uno. 

Buscando información sobre el tema encontré estas linduras: “es increíble que las reclamonas no se den cuenta de que su boquita las aleja de sus esposos, de que sus necedades asfixian al hombre al que quieren cortejar”, escribe un brillante columnista.

Y sí, digamos que ejercemos el derecho a hablar, a decir lo que nos molesta, a expresar nuestro sentir y hablar de nuestras necesidades, y más allá de eso el asunto es si es justo, y les aseguro que al menos en el 90% por ciento de los casos es un reclamo legítimo. 

A mí me ha tocado ver y vivir situaciones en las que hay personas, en su mayoría del género masculino, que hacen y hacen fregaderas y uno les dice, les expresa de miles de maneras que está mal, que no es sano, que dejen de hacer eso y nada, hasta que un día uno explota y dicen  ¡claro, es una loca histérica! pero nadie ve todo lo que tuvo que pasar para llegar a ese punto.

A mí parecer, el problema es que los hombres, en esta sociedad machista y patriarcal, nunca han tenido que hacer nada para dejarse oír, digamos que aunque no hablen son escuchados, todo está pensado para que sean cubiertas sus necesidades, y nosotras, miren ustedes, tenemos que gritar para ser escuchadas y a veces ni así, aunque nos maten.

Por un lado, los hombres no necesitan hacer nada para ser tomados en cuenta, y por otro -y ahí la trampa-,  tampoco son bien vistos cuando son vulnerables y hablan de sus sentimientos, no saben cómo, digamos que no han ejercitado ese músculo.

Entonces ahí vamos por el mundo, hombres y mujeres, unas sin oír (porque no hablan), ni ser oídas y otros sin hablar ni ser escuchados.

Encontré un artículo muy interesante: “Inequidad de género, estereotipos y exclusión de la voz femenina en la publicidad radiofónica en México”, de Virginia Medina Avila y Rosa Azucena Mecalco López.

Ellas, analizan, utilizando un enfoque de género, las narrativas de la publicidad radiofónica en México desde 1991 hasta 2018, con la idea de conocer cuál ha sido el papel de las voces femeninas y cómo se perpetúan los estereotipos negativos. 

La población de análisis estuvo compuesta por 313 comerciales ganadores del Premio a la Creatividad Publicitaria en Radio, otorgado por la Asociación de Radiodifusores del Valle de México (ARVM), durante los años de estudio, en la zona geográfica del Valle de México, dónde el 52% de la población somos mujeres. 

Descubrieron que los mensajes publicitarios radiofónicos se construyen en gran parte, con voces masculinas en el papel de guía o líder de opinión, en tanto que las voces femeninas se relegan a cumplir con perpetuar el papel dominante de la figura masculina.

De la muestra estudiada resultó que entre 1991 y 2018, 79%  de las voces principales que conducen un spot publicitario en radio, corresponden a una voz masculina de mediana edad, seguida en frecuencia por una voz masculina juvenil, con 13%, luego voz femenina de mediana edad 4%, masculina de edad madura 2%, femenina juvenil y  masculina infantil 1%, en tanto que la femenina infantil no alcanza el 1% y la femenina de edad madura no figura como parte de las voces utilizadas para narrar o conducir anuncios publicitarios de radio.

Y no sólo eso, “la frecuencia de repetición de ideas estereotípicas revela que 22% de los anuncios analizados apelan a la idea de que las mujeres son irritables: una mujer le grita a su vecino porque no le permite dormir (1994); una madre escandalizada vocifera al ver que su hijo tiene condones en su cuarto (1998); una chica se queja y alude a un dolor de cabeza para evitar el contacto físico con su novio hasta que éste le ofrece un chocolate (2000); una apostadora gritonea porque el caballo que entrenó pierde la carrera (2001); otra mujer sale abucheando a los niños que la confunden con una bruja (2003); alguna más recibe a gritos la llamada de su esposo quien sin avisarle se escapó a tomar unas cervezas”.

En este análisis, las mujeres, son las elegidas para transmitir mensajes que tienen que ver con “asuntos de mujeres”, porque simbólicamente sólo representan al “grupo de mujeres” puntualizan las autoras, y no al grupo universal. 

Es decir, la voz de las mujeres no se escucha, pero sí se distorsiona para “hablar de ellas o por ellas”, en los personajes que representan, en las actitudes que se difunden, en los reclamos que se caricaturizan, todo desde el punto de vista de la incomodidad que les genera a los hombres y no desde las razones, las profundas razones del reclamo legítimo y cotidiano ¿Cómo no reclamar?

Aquí les dejo el artículo https://estudiosdegenero.colmex.mx/index.php/eg/article/view/701/389

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