Las mujeres de mi vida

Por Mónica Loya Ramírez

La edad va llegando a nuestras vidas cuando menos nos damos cuenta, es entonces, tal vez sólo entonces, cuando uno empieza a hacer los recuentos necesarios. Las ausencias más ruidosas y las presencias más ciegas, sordas y mudas.

Hay balances que pueden resultar dolorosos y pesados -como esos golpes tan fuertes de los que habla el poeta-  pero hay otros, que nos hacen reconocer que nuestra existencia, con todos los pesos y contrapesos ha sido producto de la conciencia, del valor, y de la búsqueda. Que se han pagado las cuentas y llorado lo pendiente y que estamos listas para lo que venga.

Entonces pienso en las cosas buenas, las presencias fuertes y constantes. Y casi siempre pienso en las mujeres. 

Mi hija, que me ha dado la mayor felicidad del mundo sólo por existir, por abrir los ojos y descubrir el mundo con su insaciable curiosidad, empatía y generosidad.

Mi madre, que con toda su historia de niña huérfana me ha hecho  sentir siempre amada; ha sido capaz de darme lo que ella no pudo recibir. Me da sus inteligentes palabras y sus prudentes silencios, me transmite su fuerza y a veces, su terquedad y orgullo, pero  siempre, siempre está ahí para mí. 

Luego se aparecen en mi mente las caras de mis hermanas, nunca dejaré de agradecer la suerte que he tenido de que estén en mi vida y la fuerza que me hacen sentir solo con saber que están, que existen. Varinia con su perspicaz mirada y

 su compañía invencible y amorosa, en la siempre encuentro diálogo empático y duelos de palabras cuando hacen falta, eso que se llama complicidad y aprendizajes compartidos.

Valeria con toda su fuerza e inteligente sarcasmo que están siempre para mí. Nadie con tanta energía para tomar de la mano y atravesar todas las tormentas.Una guerrera contemporánea de esas de las que hablan en los cuentos. 

Y luego las amigas que siempre están, que van a hospitales, mudanzas, a pláticas interminables, a tomar vinos y reír, o llorar; que ponen el cuerpo, que se meten hasta la cocina y se quedan siempre cerquita del fuego. La presencia de Angélica, que con su despistado andar y sus hermosos ojos no pierde detalle y está siempre ahí, desde hace más de veinte años compartiendo la vida. 

Lilia, que desde que se apareció en mi vida con su sonrisa, sus consejos, sus recetas de vida  y su feminidad -que tanto admiro-, ha estado presente aún cuando agarra la primera oportunidad para tomar sus chivas y salir a buscar cosas nuevas.

Claudia que es tan fuerte,tan fregona, tan trabajadora, que tiene energía y esperanza para salir a buscar la nota todos los días en un país en el que las mujeres periodistas, las mujeres, aún no logran el reconocimiento que merecen, una generosa y amorosa guerrera de la pluma. 

Desde tierras muy lejanas llegó a mi vida José, a veces uno no se explica cómo alguien del primer mundo viviría en este caótico lugar, pero luego uno la escucha hablar y se da cuenta de que nació para ser chilanga; tiene la mente sensata y un cálido y solidario corazón; es una cosa linda saber que está cerca.

La solidaridad, el cariño y la fuerte presencia de Yolotli sigue resistiendo las tormentas y los sube y bajas de la vida, ella está ahí siempre y es un privilegio poder compartir la vida, los encuentros y desencuentros, los aprendizajes, las risas y el vino, junto a ella.

Yuri y yo no coincidimos en política, nuestra amistad es la prueba de la mutua tolerancia; no cambiaría por nada su plática, su permanente aprendizaje de cosas nuevas, su disposición a ayudar, a estar presente. 

Y luego están esas amigas que han llegado recién, esas despistadas que se han atravesado en el camino con todo su esplendor, creo fervientemente que todo el tiempo se puede construir, tejer complicidades, que para ejercer la amistad no hay fecha de caducidad. 

Cindy, a quien nunca le he visto una mala actitud ante nadie, cuya solidaridad y buena onda la hacen querible  desde el momento en que la tratas por vez primera. Eréndira con quien nos une una tendencia a la intensidad y una historia compartida y grandes noches de vino y plática. 

El grupo de lecturas feministas que hemos construido, donde nos desahogamos, aprendemos, discutimos y somos nosotras mismas; espero que ese encuentro se haga más fuerte y se consolide cada vez más, gracias a Ana Margarita, Vilka, Rosalba, Nancy, Miriam y Cristina, por hacer más grande mi mundo.

No pueden faltar mis vecinas, unas mujeres generosas y empáticas. Sarita que siempre está ahí con su solidaridad y grandes detalles. Guille, que me acompañó en mis emprendimientos y momentos difíciles y puso sus redes de apoyo a mi disposición cuando lo necesité, su gran corazón y generosidad han sido una bendición.

Mi doctora desde hace más de veinte años, Carmen, a quien le mando mensajes desesperados y siempre atiende, que me da consulta y terapia al mismo tiempo; que ha estado ahí para decirme las palabras correctas en los momentos complicados, brindarme opciones y su manto protector; no le he agradecido lo suficiente por estar ahí. 

Y luego mis primas, Alicia, a quien admiro y respeto tanto, ella es mi hermana mayor, mi ejemplo, una mujer fuerte, generosa, que siempre está ahí para todos, llena de detalles y buena actitud; que siempre logra remontar todas las dificultades y a pesar de ellas tener siempre el corazón abierto; si creyera en los ángeles ella sería uno de ellos. 

Aida, que siempre tiene la generosidad de brindar sus palabras, su conocimiento y con quien se puede platicar durante horas sin que se nos acaben los temas, una mujer inteligente y solidaria. Aurora, hemos crecido juntas, pasamos los mejores años de nuestra vida, compartimos tardes, conocimos personas, lecturas, películas, seguro lo seguiremos haciendo. Y la querida Veros, a quien ya considero mi prima. 

Mi suegra, Lolita, no importan los huracanes, las altas y bajas de la vida, ella siempre está ahí, con su actitud impecable y generosa que no cambia conmigo. 

Para empezar a tener voz, necesito empezar por agradecer. Es mi lista de imprescindibles. Todas tenemos una. Mujeres fuertes. Generosas. Hermosas. Poderosas. 

Es algo tan femenino eso de cuidar, de cuidarnos unas a otras, una de las herencias del patriarcado que no apestan, porque gracias a esas redes, muchas sobrevivimos a las hogueras que están en todas partes y a la menor provocación son encendidas contra nosotras.

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