Una mirada a la imagen de Debanhi que se viralizó y detonó mensaje de sororidad

«A partir de la imagen de Debanhi, se describió el sentir de la nación:

inseguridad, miedo, impotencia, rabia y duelo…»

Por Aida Maltrana

Imágenes tomadas de RRS

Una imagen nocturna capturada desde un dispositivo digital de una joven erguida en lo que aparenta ser una carretera, con un paisaje de fondo montañoso, arbolado y oscuro donde sobresalen dos puntos de luz, una imagen que se ha reproducido sin tener la referencia del original, por lo tanto, es una imagen que ha perdido nitidez en su proceso de reproducción, se han perdido los metadatos, y no hay certeza de su autoría.

Sabemos por la confirmación de su padre en los medios de comunicación tradicionales, y a través de redes sociales en la internet, que la joven fotografiada es Debanhi Susana Escobar Bazaldúa, quien desapareció en la madrugada del sábado 9 de abril. Una imagen que, en palabras del señor Mario Escobar le hicieron llegar las amigas de su hija, con el argumento de que fue captada por un chofer de taxi quien la llevaría de regreso a su casa después de asistir a una fiesta, un taxi del que decidió bajarse a la altura del km 15.5 de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, alrededor de las 4 de la mañana.

Por esta imagen que registrara el presunto chofer del taxi, la familia de Debanhi se movilizó inmediatamente para iniciar su búsqueda, y así captar la atención de una comunidad que hoy se vive herida debido a las graves cifras de mujeres desaparecidas y de feminicidios en diferentes estados del país, en un contexto donde días antes familiares y autoridades habían encontrado a la joven de 27 años, María Fernanda Contreras, víctima de feminicidio en el mismo estado de Nuevo León,  donde crece una lista de relatos de mujeres que son buscadas por sus seres cercanos.

Detenerse en el uso de la imagen digital de Debanhi nos sugiere su potencia al transformase en “una imagen sin lugar, sin origen, desterritorializada, porque ahora está en todas partes” (Joan Fontcuberta, La Cámara de Pandora, 2015).

¿Por qué una imagen viral detonó el encuentro con nuestros afectos?

En la imagen posiblemente se inscribió una violencia estructural, y el inminente peligro al que nos enfrentamos las mujeres en el espacio público por falta de una mejor procuración de acciones y políticas de seguridad en todo el territorio; en el paisaje se muestra una mujer joven en una carretera solitaria, de noche; pero no es cualquier sitio, sino un tramo que los habitantes de esta región han nombrado “carretera de la muerte” debido a los informes oficiales que sitúan esta zona como lugar donde han reportado a personas desaparecidas;  así que la ciudadanía se encontró con sus afectos fundamentales, y se apropió de esta imagen, en un intento de salvarla de la narrativa del peligro que aparenta; operó entonces como “organizadora de la mirada”, y, tanto el original como el autor dejaron de importar. Operó como un imaginario colectivo, en el que se sumaron distintas expresiones a partir de todos los elementos que se integran en el fotograma, combinados con los relatos de las investigaciones en curso, y que compartía de manera cuidadosa el padre de Debanhi Susana. Hay quienes se aventuraron a bajar imágenes de la zona, desde la aplicación de Google Maps para ubicar los referentes reales alrededor, y, a través de las múltiples reproducciones, la mayoría de los mensajes eran de apoyo, acompañados de reflexiones acerca de la relevancia de cuidarnos entre todes.

¿Qué reproducía la imagen ante nuestra mirada?

De lo que sabemos hasta el momento, es que fue captada por una mirada masculina sin su consentimiento, como tampoco tuvo consentimiento el intento de abuso sexual, si la versión captada por cámaras de monitoreo se comprueba, de acuerdo con la información vertida por el padre de Debanhi. Quien la observa, captó una vida, y si bien es una imagen congelada, no es del todo estática, porque la mirada fuera de campo de Debanhi estaba activa y despierta, el viento parecía provocar movimiento en su cabello y en su ropa. Pero ahora sabemos que alertaba su situación de peligro. La imagen se anticipaba, la función del “acto fotográfico” no radicaba en ser la huella de algo que hubiera sucedido.

La enigmática imagen de la joven de 18 años con sus brazos cruzados, portando su cubrebocas, vistiendo con la frescura y comodidad de una joven adolescente, pareciera haber despertado conciencias durante el insomnio de hombres y mujeres de distintas edades, geografías y condición social, que seguíamos el caso a través de las redes sociales, de noche y de día, deseando su regreso con vida a casa. Fueron notorias las muestras de preocupación, además de las mujeres, las de hombres como padres, esposos, hermanos, amigos, novios, a diferencia de otros momentos de activismo social ante los feminicidios y desaparición de mujeres, donde generalmente se activa mayoritariamente el grito de las mujeres. La ausencia de Debanhi se acuerpaba en ese paisaje solitario con tantos signos y significados. Una ausencia que nunca atestiguamos de mujeres desaparecidas, más que por las fotografías que se publican a través de los protocolos de búsqueda.

Es así como la imagen de Debanhi se viralizó a través de las redes sociales y se reinterpretó como ilustración, dibujo, consigna, con mensajes de sororidad, siendo algunas de estas creaciones de autor (a) y otras, anónimas, con el cuidado de no revictimizarla desde la mirada.

La investigadora en fotografía y artes visuales, Ariella Aïsha Azoulay de origen israelí, apunta en su texto The Civil Contract of Photography (2008) que “la fotografía es un encuentro entre varios protagonistas, y no puede reducirse a sus componentes, como la cámara, el fotógrafo, el contexto, el objeto, el sujeto o el espectador; la fotografía ensambla diversas acciones como la producción, la distribución, el intercambio y el consumo de la imagen, y está ahí como un objeto en el mundo; cualquiera puede tirar de los hilos y rastrearla de alguna manera, puede reabrirla y renegociar lo que muestra, volcando por completo lo que fue visto antes”. Contrario a lo que se refería Roland Barthes cuando hablaba del noema de la fotografía en su Cámara Lúcida: “Esto ha sido”.  

¿Será que, con la apropiación, la reinterpretación y la reproducción, intentamos restituir, o restaurar a través de la mirada, otra, la vida de alguien que parece no estar bajo los cuidados del estado? ¿De un sistema patriarcal que promueve la violencia machista, los estereotipos sociales que estigmatizan, y los asesinatos de las mujeres por el hecho de serlo? 

La imagen es de una mujer de cuerpo completo, con vida y nombre, de los que nos han escindido a las mujeres en los informes estadísticos, en los paisajes de las fosas, o en la foto fragmentada, explícita y violenta de la nota roja que nos ha mostrado el horror feminicida; o en las evidencias que demandan los informes policiacos. 

Si bien, el argumento oficial es que “los feminicidios van a la baja”, tan solo nombrar a una y hacerla visible, nos afecta. A través de los distintos relatos expandidos a partir de la imagen de Debanhi, se describió el sentir de la nación: inseguridad, miedo, impotencia, rabia y duelo, tratando de volcar la narrativa y la mirada, que no cabe duda, nos construye, deconstruye o nos destruye. Para Mariana Berlanga, activista, periodista mexicana y autora del libro Una mirada al feminicidio (2018), “la imagen constituye un archivo en el que quedan inscritos los marcos visuales, los ángulos de la mirada, las posiciones en que los cuerpos aparecen retratados y, por lo tanto, contiene un potencial transformador”, y, agrega que “en ese sentido podemos pensar que también se puede “deshacer” una visión, y así, su silencio e impunidad”.

El pasado jueves 21 el cuerpo de Debanhi Susana Escobar Bazaldúa fue hallado cerca del lugar donde fue fotografiada, y aunque no se han confirmado las causas de su muerte, el padre de Debanhi asegura que “a su hija, se la mataron”. Pese a todo, su imagen con vida movilizó afectos y conciencias sin distinción de género, geografía, y condición social. Dice Ariella Aïsha Azoulay, que “la observación es un acto civil, y puede contribuir a la restauración de lo político”.

Descansa en paz, Debanhi Susana, todes te nombramos.

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