Día 92: “Si tienes síntomas de Covid, vienen por ti y te matan como puerco”

–“Puesto que este asesino o asesinos”

—dijo Perry leyendo en voz alta–.

No es correcto. Hay un error gramatical.

Debería decir:

“Puesto que este asesino o estos asesinos

 –y sorbiendo su roof beer

con aroma de aspirina prosiguió–:

Bueno, de todos modos,

no me lo creo.

Ni tú tampoco.

Confiésalo, Dick, honestamente.

Tú no te crees todo eso

de la “falta de indicios”, ¿verdad?

Truman Capote/A sangre fría

Por Rivelino Rueda

Don Fabián ya llegó al límite de su paciencia. El confinamiento lo tiene al borde de la esquizofrenia y las medidas implementadas por las autoridades son motivo para que estalle su ira una y otra vez.

Ahora, el hombre de bigote tipo inglés o Handlebar desafió a los muchachitos que entregan de casa en casa un folleto del Gobierno de la Ciudad de México, denominado “6 reglas básicas. Protégete y protege a los demás frente al Covid-19”.

“¡Ya no me vengan a dejar aquí estas mamadas! ¡No sirven de nada!”, gritó Don Fabián desde el balcón de su casa a una muchacha de unos veinte años y a un hombre como de cuarenta cuando depositaron en el buzón de correo los volantes del gobierno de Claudia Sheinbaum.

Apenas si se alcanzaron a observar dos chalecos verdes fugaces doblando en la esquina de Doctor Andrade y Atenor Sala, intentando escabullirse de la ira de Fabián y de los potentes ladridos de su perrita Reyna, de raza Bóxer.

Ya en la noche, luego de que las autoridades sanitarias habían anunciado en el reporte diario de la pandemia por el virus del “sarscovdos” un acumulado de 19,080 decesos y un número estimado de 22,209 de casos activos de contagio, el señor colérico por la peste dejó al pie del portón de su casa sus contraargumentos, de puño y letra, en el mismo volante de las autoridades capitalinas.

En el punto seis, que recomienda que “Si tienes síntomas, aíslate y llama a Locatel al 5658-1111 o manda un SMS al 51515 con la palabra Covid19.”, Fabián anotó lo siguiente:

“Vengan x ti y te maten como Puerco! (sic)”

Todas las rabias contenidas en los últimos meses están plasmadas en ese pedazo de papel. Son anotaciones sencillas, aunque cargadas de cólera al tope. Don Fabián ironiza. Es sarcástico. Pero en esas letras escritas con una pluma de tinta negra saca todo su hartazgo por el encierro, por las medidas tomadas, por un tiempo que ya no volverá a ser como es.

En el punto cinco, que indica que “Al toser o estornudar hazlo en el ángulo interno de tu codo”, Don Fabián se queja:

“Para que se manche tu camisa”.

“Si necesitas salir, mantén sana distancia de metro y medio entre tú y otras personas. No saludes de beso, mano o abrazo. Evita aglomeraciones y reuniones de personas”, señala la “regla básica” número tres del folleto distribuido por voluntarios del gobierno de la CDMX. Aquí Don Fabián escribió:

“Jaja Que aburridos (sic)”.

Puntos uno y dos de las “reglas básicas”. El hombre bigotón de refunfuños sistemáticos establece que es el mayor asceta de pandemias, plagas y pestes.

En el apartado uno, que convoca a “evitar salir, si necesitas hacerlo usa cubrebocas tanto en espacios cerrados como abiertos. En lugares concurridos procura utilizar goggles o caretas”, y en el punto dos, que invita a “lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón durante 40 segundos o usa gel antibacterial al 70% de alcohol, en particular después de tocar superficies u objetos de mucho contacto como billetes o monedas”, Don Fabián simple y sencillamente apunta:

“No sirve”.

En el punto tres, el hombre que no usa cubrebocas porque con ese artefacto ocultaría su virilidad convertida en mostacho, deja claro que lo suyo no es tanto la oposición a ultranza de las medidas implementadas por la crisis epidemiológica, sino tal vez un cierto grado de amor por su aspecto personal.

“4. Procura no tocarte la cara, nariz, boca y ojos”.

Don Fabián anota: “Sal con lagañas”.

El hombre echa pestes. Poco le falta para echar espumarajos por la boca. Manotea en las calles y reclama al aire a los carteles rojos que piden “Quédate en casa”. Dejó el folleto con su manifiesto en el portón de su casa. Tal vez alguien atienda su solicitud, su enorme rabia.

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