Por Rivelino Rueda
Una de las escuelas de Tlön
llega a negar el tiempo:
razona que el presente
es indefinido,
que el futuro no tiene realidad
sino como esperanza presente,
que el pasado no tiene realidad
sino como recuerdo presente.
Otra escuela declara
que ha transcurrido ya todo el tiempo
y que nuestra vida es apenas
el recuerdo o reflejo crepuscular,
y sin duda falseado y mutilado,
de un proceso irrecuperable.
Jorge Luis Borges/Tlön, Uqbar, Orbis Tertius
Los días torcidos del encierro nos hacen tropezar una y otra vez en el tiempo, en las escamas de tiempo, en las arritmias de las horas y los minutos quebradizos. Fabiola cena a las cuatro de la madrugada y desayuna a las dos de la tarde.
Chente pasea a su perro a las dos de la mañana. Elizabeth entregó un trabajo que era para julio. Fernando durmió dos horas la tarde del miércoles y se despertó creyendo que ya era viernes.
Clemente utilizó el auto de su padre el jueves pasado pensando que era viernes. No circulaba. Lo multaron. Don Pedro detonó su ira en el muchacho de veintidós y colocó un anuncio en el volante.
Pero el señor de cincuenta olvidó entregar en un laboratorio de Calzada de Tlalpan el sobre manila el miércoles, que tenía calidad de urgente, y en su trabajo ya tiene una amonestación. A la segunda se le descuenta un día.
Todo está volteado. Todo pende de olvidos o de acciones premeditadas que ya fueron o que están por suceder. Cajetillas de cigarros que sólo duran seis horas. Tazas de café que se acumulan hasta perder la cuenta.
Libros que se amontonan en una etapa de prácticas sádicas por la lectura. Plantas que no saben si es de día o de noche. Grillos almidonados de sol rechinando sus patas al mediodía y moscas adiposas de panteón zumbando a la medianoche.
Objetos que acumulan plastas de polvo astral y pandémico. Lunes que son marzos y junios que no encuentran cabida en algún año del siglo.
Un tiempo que mutó de lo lineal a lo circular, que se muerde la cola con millones de repeticiones abstractas. Espejos que bifurcan seres deslavados en encierro, fumigados por la soledad letal de convivir con uno mismo.
Doña Eloísa barriendo los residuos de la noche a las dos de la madrugada. El señor Camacho en un sueño eterno a las dos de la tarde, sin sed y sin hambre. Valeria fumando el último cigarro del día a las cinco de la mañana.
El febril laberinto de mil soles, de mil cometas, de 15,944 muertos por la peste, de 129,184 casos confirmados, de 19,897 casos confirmados activos, de apneas suspendidas en cuatro paredes.
Brazadas de insomnio en un mar de sudores pegajosos. Arañas que extienden su imperio en los rincones de los techos. Huesos con ruidos de pedernales copulando para el sacrificio humano de las tres de la tarde.
Sopor de pandemias torrenciales en noches sin segundos, en días sin horas, en meses sin cabida en el tiempo…
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