Vine a Comala…

Por Alfredo Peñuelas Rivas

“Vine a Comala por que me dijeron…” es una cuestión que se plantea al menos una vez en la vida cualquiera que desee arrastrar una pluma. La hipotética tierra creada por Juan Rulfo plantea el enigma a lo que ha de seguir tras haber escrito las primeras siete letras. Y, si bien Comala, Colima no es la tierra a la que llega Juan Preciado eso tampoco importa. Ya que, por tres días, esta tierra de la Virgen de Talpa se convirtió en un lugar de murmullos como lo planteara el de Sayula.

Cincuenta escritores, cincuenta plumas o, mejor dicho, cincuenta más uno, nos dimos a la tarea de dibujar una Comala personal en homenaje al cuento y a ese uno ausente que era el recién fallecido Ignacio Padilla, lo que le dio a Comala un aire mucho más emotivo, como si hubiera sido necesario.

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Cada quien iba recorriendo sus caminos: Juan José Rodríguez encontró una procesión que la hizo suya mientras que Ana Clavel se declaró secretaria de lo invisible. Eduardo Antonio Parra encontró en una esquina las historias ensangrentadas que le contaban sus abuelas y Edson Lechuga se olvidó durante tres días que la violencia rondaba por todos lados al tiempo que un beatífico fantasma de nombre Pablo Soler Frost se aparecía para derramar gotas de sabiduría y Patricia Laurent Kullick encontró la sanación a un alma que ella cree que es herrumbosa. En lo personal mi Comala se parecía a Macondo o a León Santiago de los Caballeros, que no es lo mismo pero es igual, y entonces pude volver a ser niño y  comer fruta madura mientras escuchaba el río y un coro de cuijas que saludaban a los ancianos en las puertas de las casas.

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Comala es muchas Comalas. Pero y sobre todo Comala es su gente. Gente de sonrisa fácil y tactos cariñosos, gente que camina como si el tiempo no existiera, gente de oídos abiertos y con gana de escuchar lo que estos cincuenta más uno tienen que decir. Son ellos la Comala de los murmullos, no eso que matan sino de esos que dan vida. Si Pedro Páramo es un “dolor vivo” es Comala entonces una herida que florece. Ese río de murmullos que aún nos tiene hablando. Porque, desde ahora, no hace falta que un primer Encuentro de Cuentistas en Comala, Colima, porque estamos seguros que vendrá un segundo y un quinto y un décimo y todos los que sean necesarios para que esos murmullos de cuento no se callen nunca.

Vine a Comala a buscar a mi padre el cuento y me encontré con sus hijos, mis hermanos, los cuentistas.

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