Día 83: Relámpagos de junio; la aciaga humedad de la peste

Por Rivelino Rueda Lo malo era que la lluvia lo trastornaba todo, y las máquinas más áridas echaban flores por entre los engranajes si no se les aceitaba cada tres días, y se oxidaban los hilos de los brocados y le nacían algas de azafrán a la ropa mojada. La atmósfera era tan húmeda que los peces hubieran podido entrar por las puertas y salir por las ventanas navegando en el aire de los aposentos. Gabriel García Márquez/Cien años de soledad Anocheció a las siete. Anocheció entre relámpagos eternos y…