Matar a un ruiseñor: luchar contra el odio

Por Anahí García Jáquez/Radio Gatell

Alabama, Estados Unidos. 1933. Los hermanos Jean Louise ( Scout) y Jeremy (Jem), de seis y diez años respectivamente, viven con Atticus Finch, su padre viudo y de profesión abogado en un pueblo del sur de los Estados Unidos. 

Todo transcurre en calma en ese verano en particular hasta que Atticus toma la defensa de Tom Robinson, un joven afroamericano acusado de haber violado a una mujer blanca. Es ahí donde los verdaderos conflictos están por comenzar para los Finch y la comunidad entera.

Matar a un ruiseñor es la primera (y durante muchos años la única) novela de la escritora estadounidense Harper Lee, quien se nutrió de sus vivencias al nacer y crecer en el mismo estado donde se suscita la acción de este texto, por lo que se notan de entrada los tintes autobiográficos.

Esto es que ella, al igual que Scout (quien narra el texto) es hija de un abogado, lo cual la dota de conocimiento de causa para estructurar y contar la historia a través de los ojos de una niña que está creciendo dentro de un ambiente por demás convulso, como es el de la segregación racial en la primera etapa del siglo XX. 

Cabe señalar que el libro relata lo sucedido durante tres años, por lo que el lector es testigo del crecimiento de los niños (tanto los hermanos Finch como sus amigos) y la evolución de los personajes adultos en un periodo marcado también por la Gran Depresión, época difícil para el país vecino.

Al ser un libro por todos conocido, sobra decir que el tema principal a tratar es el racismo y todo lo que ello conlleva; los prejuicios, las injusticias, la marginación, la carencia de procesos legales justos, la ignorancia que procede a la intolerancia.

Y sí, todo ello se sigue viendo en la actualidad, no sólo con la gente de otras razas, sino con las minorías en general. 

Asimismo, la figura de Atticus Finch se erige como un ejemplo de integridad al defender una causa justa aún y cuando esto represente un peligro para él y su familia, y esto habla del amor y compromiso que le tiene a su profesión pero sin dejar de lado la relación con sus hijos, el cual es otro punto importante del libro: un hombre que cría solo a dos niños y que no desea otra cosa más que ser un ejemplo para ellos y por eso les enseña valores tales como la honestidad, la verdad y la valentía. 

Y al ser el personaje central una niña, el lector conoce su perspectiva y percibe con la inocencia propia de alguien de seis años pero, a la vez muy madura e inteligente cómo se ve el mundo de los adultos a esa edad y cómo es que, bajo su lógica, el comportamiento de los mayores es verdaderamente incomprensible y hasta cierto punto, irracional. 

Tanto Scout como Jem son personajes con los que es muy fácil empatizar, así como involucrarse en sus aventuras con su amigo Dill y su vecino Boo Radley, quien cobra fuerza a lo largo de la trama.

Matar a un ruiseñor es un texto largo y los primeros capítulos se enfocan más en la vida de los niños Finch y en hacer que el lector se familiarice con ellos, por lo que lo previo al juicio y el juicio en sí se muestran mucho más adelante en la historia.

Pero para ese entonces aparecen más personajes y acciones que van enriqueciendo la anécdota hasta convertir este libro en una crítica social, cuyo efecto ha perdurado hasta estos días en los que aún existen los perseguidos como Tom Robinson, pero también los Atticus Finch que pelean por los que no tienen voz.

Matar a un ruiseñor. Harper Lee. 1960. Editorial B de Bolsillo.

¡Suscríbete a nuestro newsletter!

Related posts