La deliciosa tarea de hallar tu vocación

Por Astrid Perellón

 

¿Cómo distinguimos la verdadera vocación? ¿Hay solo una? La experiencia nos presenta siempre oportunidades de elegir entre una cosa u otra. Algunas decisiones las dejaremos a medias, tantos proyectos merecerán ser abandonados. Sin embargo, irán perfilando nuestros intereses; cambiando, haciéndose cada vez más específicos.

 

Podemos distinguir la vocación estando atentos a un suceso determinado. Es aquel momento en que vemos a alguien hacer algo que nos llama la atención, no como una admiración pasajera, sino como si se nos metiera entre ceja y ceja la curiosidad, intención de imitarlo o un torrente de ideas sobre cómo mejorarlo; combinarlo para resultar en algo novedoso. He ahí una pista de nuestra vocación.

 

Más adelante, hallaremos a quien hace algo similar o igual a uno y podría parecernos que incluso mejor. Si el desánimo no nos paraliza, sino que progresamos de la desilusión a la envidia y, gradualmente, a la inspiración a superarlo o modificar lo propio, he ahí otra pista sobre nuestra vocación.

 

Hoy te dejo una analogía a modo de fábula del aquí y el ahora: Hallar la vocación es como llegar al hogar. Se llega no para permanecer, sino sabiendo que es un punto de partida diario desde el cual planear el siguiente paso. Descubrimos la vocación no para casarnos con ella, sino para rendirnos al delicioso abrazo de estar ocupando la vida en lo que nos llena por completo durante un tiempo breve, pareciéndonos después que se puede mejorar. La vocación viene del latín <<acción de llamar>> y es aquel grito de avanzar hacia nuevas maneras de ser uno mismo.

 

 

 

 

 

Related posts