Por Marco Jiménez
Desde que Estados Unidos fue fundado como Estado se marcó una división de algo llamado “Las Dos Américas”. Esto era una división política, económica, social y cultural con el resto de América.
Hay que recordar que las 13 colonias y la Doctrina Monroe tenían como tarea eliminar todas las poblaciones nativas del norte del continente, además de evitar que potencias europeas –principalmente– tuvieran intervenciones extra-continentales en América.
Estados Unidos ha imaginado a América Latina como un territorio fértil para su expansionismo, donde la población es despojable de sus recursos naturales, democráticos y humanos, esto en pro de fortalecer su democracia y defender la libertad. Dicha propaganda, así como la Doctrina Monroe, tienen 200 años y ya ha caducado en la actualidad.
El pasado 21 de septiembre Greg Abbott, gobernador de Texas, declaró a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, esto gracias a una orden ejecutiva en la cual instruye al Departamento de Seguridad Pública del Estado a tomar medidas ante la crisis que enfrenta la región y a todo el país debido al fentanilo.
El gobernador de Texas, incluso, envió una carta al presidente Joe Biden y a la vicepresidenta Kamala Harris, solicitando que designen a los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación como terroristas bajo la sección 219 de la Ley de Inmigración y Nacionalidad. Abbott también escribió cartas a líderes de agencias estatales estadounidenses para que intensifiquen su lucha para contrarrestar el narcotráfico en su país.
Desde una perspectiva social, claro que es loable que se preocupe por la siguiente generación de estadounidenses, sin embargo, desde el punto de vista geopolítico, esta lucha tiene un trasfondo y no es la población estadounidense, son los recursos naturales de México.
Los cambios que Andrés Manuel López Obrador ha realizado en la CFE y Pemex han generado un descontento en las empresas estadounidenses, ya que ahora se está protegiendo el mercado interno y a las empresas del Estado.
Al vecino del norte no le parecen correctas las decisiones del presidente mexicano, ya que ellos y los canadienses estaban acostumbrados a tener el control total, así como las ganancias de los recursos naturales explotados en México, algo que ahora no pueden realizar por la soberanización del litio y el mayor control de empresas del Estado sobre dichos recursos.
Desde el asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena, es sabido que la CIA y DEA están involucrados en el trasiego de drogas a otros países, ya sea para utilizarlo para el terrorismo, golpes de estado o para conseguir un mayor presupuesto para sus agencias, donde investigan casos contra cabecillas del narcotráfico de Colombia o México.
Recordemos que el asesinato de Camarena se debió a que el agente descubrió la participación de la CIA en el adiestramiento de guerrilleros nicaragüenses en el estado de Veracruz, en un rancho de Rafael Caro Quintero. También el periodista Manuel Buendía sería asesinado por obtener dicha información.
El negocio del narcotráfico se ha mantenido por varias razones, entre las que deduzco, es un negocio que deja muchas ganancias a los involucrados y ha mantenido la economía estadounidense, así como la mexicana estable desde la crisis del 2008.
Otra razón es que mantiene distraída a la población, al evitar que se cuestionen diferentes aspectos que aquejan a la sociedad como, por ejemplo: ¿por qué es necesario invadir un país en nombre de la libertad?
Otro punto es el control de la sociedad, utilizando terrorismo interno. En los años ochenta, Colombia fue el epicentro del narcoterrorismo. En México se puede ver este terrorismo y el holocausto social, donde durante cuatro sexenios la cantidad de asesinatos casi llega al medio millón de personas.
El denominador común es Estados Unidos, con el Plan Colombia o Iniciativa Mérida, parece que ayudaran a las naciones a tener un mayor control del tráfico de drogas, dando apoyo económico, pero por debajo de la mesa envían armas y mantienen relaciones estrechas con los capos de los cárteles.
La puerta está abierta para una invasión, no para una lucha contra el narcotráfico, en la cual los gobiernos de México y Estados Unidos están involucrados.
La verdadera invasión disfrazada por los vecinos del norte es por el litio, la electricidad, el petróleo, el agua, la plata, el oro, entre muchos otros recursos que tiene México y que, teniéndolos en sus manos, podrá explotarlos y ofrecerlos a los europeos en esta crisis que actualmente viven de escasez de recursos.
¿México se puede defender de una invasión?
No. En 2018, en un reportaje de Zósimo Camacho para la revista Contralínea, se menciona que las Fuerzas Armadas mexicanas,tienen fortaleza para la seguridad interna, pero no para defender al país de una agresión extranjera, ya que falta adiestramiento, materiales, recursos humanos básicos, obsolescencia de equipos e incapacidad para coordinar operaciones de guerra.
Este documento fue elaborado por la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina.
Dicho documento reconoce que ninguna institución castrense tiene la capacidad para defender el territorio nacional de un ataque externo, sea por aire, mar o tierra. Todo está diseñado para contener a la población, luchar contra el narcotráfico, aunque no para vencerlo, y mantener la seguridad interna, que garantice la actuación de las instituciones democráticas.
Con el contexto de no tener una defensa efectiva para el territorio nacional y con una posible invasión de una potencia militar como es Estados Unidos, no hay prácticamente nada que hacer.
Lo que el Ejecutivo puede hacer en ese caso es negociar, sabiendo que se perderán todos los recursos, y/o aceptar una guerra que prácticamente está perdida desde antes de ser iniciada.
Los cárteles claro que son un problema, sobre todo para la población mexicana, pero también debemos tener en cuenta que los estadounidenses tienen fuertes adicciones, sea prescrita o ilegal, y ahí el problema no son los cárteles, sino que son los ciudadanos estadounidenses que no pueden controlar su manera de evadir la realidad, de controlar sus emociones y adicciones.
Estados Unidos necesita crear planes de salud pública para combatir las adicciones que tienen sus ciudadanos. Han declarado la guerra contra las drogas desde Nixon hasta Biden, pero lo que no han hecho es crear un plan de salud pública.
El fentanilo se ha vuelto la droga más popular en ese país y se ha convertido en una epidemia local de muertes. Cada año aumenta el número de víctimas por esta sustancia y la solución no recaerá en la desaparición de los cárteles mexicanos, recae en la implementación de planes a largo plazo para evitar las adicciones.
El negocio de la guerra también es fructífero, pero llegará el punto en que los estadounidenses dejen de ir a guerras por falta de población funcional; el combate debe ser interno, se deben cambiar las viejas prácticas y permitir evolucionar en ideas que han tomado como dogmas para tener una sociedad funcional, responsable, y entender que el mundo, pero sobre todo el continente americano, no les pertenece.
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