Freud y su adicción a la cocaína

Por MLR

Antes de convertirse en una droga recreativa, la cocaína fue utilizada como complemento terapéutico, el mismísimo Sigmund Freud la consumía con frecuencia. Cuando asistía a una fiesta esnifaba unos gramos para “liberar la lengua”, como le escribió a su prometida en una carta fechada en 1886. Lo que empezó como un hábito inofensivo, se fue convirtiendo en en una adicción.

Freud escribió sobre sus experiencias con la cocaína en un ensayo llamado Über coca, pero los relatos no fueron conocidos hasta mucho tiempo después de su publicación.

En el libro An Anatomy of Addiction (Anatomia de la adicción) de Howard Markel, profesor de la Universidad de Michigan, se narra la relación, de 12 años, del genio del psicoanálisis con la cocaína. Freud fue aumentando su consumo porque la consideraba “el elixir de la vida”.

Freud, decidió dedicar sus esfuerzos al estudio de los usos terapéuticos de la cocaína porque deseaba incrementar su prestigio entre la comunidad científica vienesa, pues algunas investigaciones de la época habían demostrado, equivocadamente, que podía curar la adicción a la morfina.

Con esa base teórica, empezó a tratar con el estimulante con un paciente que sufría dolores crónicos. Después él decidió probarla y se dio cuenta de que tenía una notable efectividad a la hora de evitar la ansiedad e incrementar la libido.

Al poco tiempo el entusiasmo de Freud por la cocaína era total, y solía recetarla a familiares y amigos para “convertir los días malos en buenos, y los buenos en mejores”. Estaba convencido de que sus experimentaciones con la sustancia supondrían una revolución en el mundo de la salud mental y que esto lo catapultaría a la fama.

“Calmar una jaqueca, un dolor abdominal, la sinusitis o un ánimo nostálgico, consumía la cocaína para aliviar cualquier malestar”, reveló Markel. Aún no era consciente de los riesgos que entrañaba este polvo blanco. 

Los otros usos comerciales de la cocaína

Cualquier persona podría adquirir cocaína en las farmacias sin ningún tipo de control ni receta, por esa razón los comerciantes se beneficiaron del auge de la sustancia para convertirla  en un componente de pomadas,jugos, cigarrillos y hasta productos alimenticios, como algunas margarinas.

Al grado de que el químico ítalo-francés Angelo Mariani ganó una enorme fortuna gracias a una mezcla de extractos de hoja de coca y vino de Burdeos. El vino Mariani, como fue bautizado, tuvo un impacto tremendo, hasta el punto de ser por muchos años la bebida preferida de personajes como Julio Verne, Thomas Edison, Alejandro Dumas e incluso hasta el papa León XIII.

Su capacidad para “vigorizar el cuerpo y la mente” como se exponía en los anuncios de la prensa, atrajo la curiosidad de John Syth Pemberton, un veterano de guerra adicto a la morfina. Pemberton, de origen estadounidense, residente de Atlanta, patentó un tónico similar al de Mariani y lo bautizó como Vino Coca Francés.

Este producto fue evolucionando y pasó de ser una bebida alcohólica a no alcohólica después de que se estableció la Ley seca en el estado de Georgia, pasando a llamarse solo Coca- Cola.

Los peligros de la droga

Freud dejó de tomarla en 1896, cuando tenía 40 años, pues empezó a experimentar taquicardias y notó como su desempeño intelectual mermaba. Sospechaba que el alcaloide propio de la cocaína fue el causante de la prematura muerte de un amigo y de varios de sus pacientes. 

Durante unos años, llegó a ser un consumidor tan habitual que solía tener la nariz roja y húmeda. Para tratar su adicción trató de mantenerse ocupado el máximo tiempo posible: se levantaba a las seis de la mañana, daba consulta a doce pacientes, leía y escribía hasta la medianoche. 

Para el siglo XX, los adictos eran muchos, la mayoría logró mantenerse a la sombra. El escritor escocés Arthur Conan Doyle fue uno de los adictos famosos, y aunque nunca lo reveló dejó señales de su hábito en muchas de sus obras.

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