Estimulación temprana o tardía

Por Astrid Perellón

Los niños no necesitarían estimulación temprana si se les dejara ser ellos mismos. Por el contrario, se les coloca en la posición menos libre, con decenas de artilugios para entretenerlos, postergando su aburrimiento y, al hacerlo, retrasando su capacidad de inventar, explorar, descubrir, aprender. ¿En serio un bebé necesita ser enseñado a interactuar con una pelota para obtener su máximo desarrollo? O ese bebé, en un espacio seguro, libre, adecuado, a sus anchas podría pasar de paladear la pelota a empujarla, perseguirla, observarla, probarla de nuevo… involucrándose así en la deliciosa aventura de vivir y experimentar. ¡Tal aventura no tendría fin ni siquiera llegando a viejo!

Los ancianos no necesitarían <<estimulación tardía>> (esas terapias para ocuparlos y que se sientan productivos) si se les dejara ser ellos mismos. Administrarse ellos mismos, no seguirles pidiendo préstamos, favores, ni cuidar a los nietos, ni otras actividades que, justificamos son parte de ser <<una familia>>.

Les daríamos espacio para aburrirse y, ante el largo silencio, observar lo que su creatividad es capaz de inspirarles. ¿En serio el tiempo de un adulto mayor necesita ser administrado por alguien más? O ese viejo bonachón, en un espacio de su propiedad lejos de parientes advenedizos, libre, a sus anchas, podría pasear a su gusto por las páginas de un buen libro, luego de la sala al jardín, al cine, a las Bahamas, recordando que vivir es una deliciosa aventura. Tal aventura sería digna de contar a los nietos, en las salteadas y breves visitas amistosas, sin intereses ocultos ni compasión por parte de los adultos que piensan que saben qué es lo mejor para los que antes los criaron.

Los dos extremos de la edad nos inspiran a actuar con compasión, preocupación y hasta superioridad. Pero ¿qué pasaría si viéramos al bebé no como tal sino como un individuo de 8  meses? ¿Y si consideráramos al anciano no como eso sino como un individuo de 80 años?

FA-Fabulas

Existen programas de estimulación temprana o tardía porque olvidamos que estamos completamente equipados para la autonomía. Antes de la invención de la andadera, la Gestalt, e incluso la rueda debíamos aprender para sobrevivir.

Somos como aquella fábula del aquí y el ahora donde un niño quería hacer de todo pero lo ataban a su cochecito, exigiéndole quietud, silencio y actuar ante solicitudes específicas. Luego envejeció y todos se preguntaba por qué el abuelo se queda sentadito en su silla, quieto, mudo e ignorando solicitudes y desmemoriado ante lo específico.

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