Por Rivelino Rueda
“¡Vamos a ganar mi cabecita de algodón!” “¡Estamos contigo mi cabecita de cebolla!”, son consignas que se suceden una y otra vez en los tres o cuatro mítines diarios de AMLO a lo largo de la campaña electoral.
En 2006 y 2012 la guerra sucia consistió en el “peligro para México”. Pero en esta ocasión los adversarios políticos del candidato de la alianza Juntos Haremos Historia recurren al vergonzoso método de generar miedo entre la ciudadanía por su estado de salud y por “su avanzada edad”.
Los estrategas del PRI y del candidato José Antonio Meade suben un spot sobre una persona de la tercera edad con demencia senil, de espaldas, al volante de un automóvil y a un lado de su hija, insistiendo que quiere manejar, mientras la joven le dice que ya no puede. Uno de los voceros de la campaña priista, Javier Lozano, sube el video a redes y, tras el escándalo desatado, lo baja a las pocas horas.
Andrés Manuel sufrió un infarto al miocardio casi cinco años atrás, en lo que sería el arranque de la resistencia civil pacífica para frenar, desde las calles, la reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto. Es el 4 de diciembre de 2013 y, en la campaña, algunos medios, articulistas, columnistas e incluso supuestos intelectuales y académicos lo recuerdan como si el infarto lo hubiese tenido una semana atrás.
El tabasqueño, sin embargo, no para. Aborda aviones a las cinco o seis de la mañana. Mientras todos los reporteros que cubren la campaña aprovechan esas horas para dormir, para reponer un poco el sueño, López Obrador no pega pestaña.
El balanceo en ese sitio es significativo y riesgoso. A los reporteros nacionales se suman los reporteros locales. La mayoría de las veces la situación es cercana al caos. En cierto momento AMLO se tiene que sujetar de brazos u hombros de reporteras o reporteros para no caer. Son entrevistas que van de siete a 15 minutos. De ahí sale la nota del día.
Pero los que nunca se han parado en un mitin de López Obrador ven “balanceos extraños”, “síntomas de desvanecimiento”, “riesgo inminente de otro infarto”. La respuesta del candidato presidencial ante estos “rumores sobre su salud”, tanto en el templete como en la entrevista, es muy a su estilo.
“Dicen que estoy chocheando, pero estoy al cien”. Luego, antes de una entrevista, al bajar por las escalinatas, les pide a los reporteros una pausa: “Espérenme tantito. Me voy a sentar aquí un rato en este escalón. Es que ya ven que están diciendo que estoy enfermito”.
Es la misma estrategia que le funcionó en la precampaña, como la de esperar “el Oro de Moscú” en el Puerto de Veracruz, como la de “Andrés Manuelovich” por el supuesto apoyo ruso a su campaña, como la de recetar “Amlodipino” a sus adversarios. La campaña se revierte a su favor con esa estrategia de burlarse de sí mismo. Y sobre las críticas a su avanzada edad, el tabasqueño responde con una frase durante su discurso de cierre de campaña en el Estadio Azteca:
“Soy el candidato de más edad pero los jóvenes, con su imaginación, rebeldía y talento, saben que representamos lo nuevo, la modernidad forjada desde abajo y para todos”.
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