El señor de las moscas: el lado animal del ser humano

Por Anahí García Jáquez/Radio Gatell

En medio de la Segunda Guerra Mundial, un avión cargado de jovencitos provenientes de un colegio de Inglaterra cae en medio del Océano Pacífico. Sin ningún adulto alrededor ya que sólo ellos quedaron con vida, los chicos tendrán que vérselas por ellos mismos y, para poder sobrevivir, tendrán que organizarse.

Pero ello no será tan fácil, ya que su verdadero yo sale a flote.

El señor de las moscas es un trabajo (además de ser el primero) del premio Nobel de Literatura William Golding y se ha convertido en todo un clásico de la literatura universal, ya que su temática es totalmente atemporal y llena de símbolos a interpretar. 

Situada en una isla remota alejada de la civilización, el grupo liderado por Ralph y Piggy trata de vivir en orden en medio de la situación que les ha tocado vivir y para poder encontrar algo de normalidad en ello, establecen (o al menos

lo intentan) reglas para garantizar la convivencia pacífica mientras que esperan ser rescatados.

Pero la oposición surge en la figura de Jack, otro de los niños quien desea imponerse por la fuerza, ya que no coincide con las ideas de Ralph y es por ello que termina formando su propio grupo de cazadores estableciéndose una lucha de poderes con consecuencias irreparables para ambos bandos.

El autor hace un detallado análisis del ser humano al aprovechar esta anécdota, donde nos muestra lo que es capaz de hacer cuando lo único que importa es mantenerse vivo a costa de lo que sea y, para ello, tiene que recurrir a sus instintos más básicos, que son los que lo terminan gobernando una vez que las reglas morales se relajan o de plano desaparecen. 

Este microcosmos creado por William Golding plasma, a través de las personalidades de los niños, cada faceta de la naturaleza humana pero llevada al extremo (la inteligencia, la justicia, el egoísmo, la espiritualidad, el salvajismo, la crueldad, la esperanza, el pesimismo), destacándose la inocencia propia de la edad.

Aunque también el lado bélico, ambos exacerbados cuando se corre el rumor que hay un monstruo en la isla y hay que acabar con esta figura que amenaza, por lo que se da paso al miedo a este ente desconocido, así como el pelear para defenderse. 

Y, por sobre todo lo demás, uno de los componentes de la trama y que queda de manifiesto al ir avanzando en la lectura, es la pérdida de la humanidad y lo que sucede cuando el hombre entra en contacto con su lado más primitivo, dejando de lado su raciocinio y sus códigos éticos y morales, olvidándose así de su sentido de comunidad y dejando de pensar en lo colectivo, sin importar las consecuencias que esto puede traer para quienes le rodean, por lo que, así como hay vínculos que se forman, otros se deshacen.

El señor de las moscas no es una lectura fácil, ya que a ratos posee un ritmo lento además de contener descripciones detalladas de los personajes y el ambiente. 

El lenguaje es muy bello pero también está revestido de crudeza, puesto que vemos a estos chicos crecer de golpe y despojándose de esa inocencia que los protege, pero que les estorba al momento de intentar seguir en pie en medio de ese ambiente hostil donde sólo los más fuertes permanecerán. 

Sin duda este texto permanecerá en la mente del lector, ya que se presta para una reflexión por demás concienzuda y hará que se pregunte si, en medio de la nada, sería capaz de dejar todo aquello que lo hace un ser humano racional para convertirse en un animal.

El señor de las moscas. William Golding. 1954. Alianza Editorial.

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