Por Rivelino Rueda
El tiempo se aprovechó/
Y todo lo transformó/
Viejo el barrio/
Viejo hasta el danzón/
Un amigo se casó/
A otro panza le salió/
Nueva flota apareció/
Y en la esquina/
Ya nada es igual/
Era mejor viajar.
Maldita Vecindad y los hijos del Quinto Patio/
Pata de perro
Enrique Montes anda desaparecido. Sólo dejó unos anuncios en los cristales de sus automóviles de colección para que le tiraran paro y no se los lleve la grúa de tránsito.
Pero el que también anda desaparecido es “El Cocodrilo”, ese dientón ruletero de los años cincuenta del siglo pasado que es un icono del rock mexicano de finales del Siglo XX.
Desde el inicio de la peste, a Enrique Montes no se le ha visto deambular por estos lares.
Antes, de menos, se le veía unas dos veces a la semana bien crudo, ya sea echando la garnacha en el tianguis que se pone los viernes en Obrero Mundial, o presumiendo la reliquia que tiene como automóvil a muchachitas y muchachitos embelesados por su choro mareador.
Quizá “Pato”, el guitarrista desde 1991 de La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, optó por el encierro total y quizá al “Cocodrilo” le haya encontrado alguna pensión para su cuarentena porque, es una realidad, la inmensa carcacha ya es clienta de los corralones de la Ciudad de México.
No falla. La enorme cola o el kilométrico cofre siempre invaden accesos de cocheras o líneas peatonales.
Siempre con una boina o con sombrero de pachuco, “Pato” ya mostraba grietas de melancolía en su rostro volcánico, curtido por la fiesta, desde el agravamiento de la salud de su compa Eulalio Cervantes, “Sax”, el eterno hipnotizador de rockanroleros rupestres con el simple soplo de sus instrumentos de aire.
Sax. El equilibrista del cosmos cuando el solo de saxofón en la película Ciudad de Ciegos (Alberto Cortés, 1990), aquella donde Rita Guerrero recita un poema devastador y brutalmente actual:
Espero toda la noche la noche
Pero nunca amaneció
Desesperada voló por los cielos
Y en esa avenida cayó
Así
Ya sin más ni menos
Abriéndose de capa la cubrió
El eco de la risa de las doce
Por una ventana entró el diablo
Por la otra sale dios
Y alúmbreme bien la montaña
Que voy subiendo tenaz
Y recé si no llegarás
Que llegaré a gritar…
Y luego la voz eterna de Saúl Hernández…
This is di end
Mai only frend
Ti end
This is di end
Di only end
May frend
Y el solo de Sax…
Bueno. El punto es que “Pato” decidió, antes de guardarse, colocar unos anuncios en los cristales traseros de otros dos autos de colección que tiene estacionados en la esquina de Obrero Mundial y Zempoala, para que no corran la misma suerte de “El Cocodrilo” en su permanente estancia en los ganchos de las grúas de tránsito y en los infumables corralones.
Las carcachas son un Chevrolet azul turquesa 1955 y un Chevrolet blanco 1958. La epidemia los tiene ahí, abandonados, con kilos de hojarasca seca en toldos, cofres y parabrisas.
Y ahora, con las tormentas de mayo, los autos de Enrique Montes sí son candidatos a un arrastre para un encierro en esos lugares enjaulados donde emana la corrupción de los siempre mal encarados “grulleros”.
El mensaje que dejó “Pato” es sencillo. Un mucho al estilo desmadroso y gandul del rasgador de cuerdas:
“AVISO. Este auto no está abandonado por motivo de la cuarentena. No se ha movido y la limpieza no se ha hecho seguido por lo mismo. Sin embargo se tratará en la medida de lo posible mantenerlo limpio. Atte. EL PROPIETARIO. Obrero Mundial 672-B. QUÉDATE EN CASA!”
Un domingo de por allá de 1992, en el tianguis de La Lagunilla, donde acostumbraban ir los integrantes de La Maldita, un morrillo de veinte años se acercó a pedirles un autógrafo.
Roco, Sax y Pato pidieron –como siempre lo hicieron esos muchachitos que formaron esa banda en una vecindad de Santa María La Ribera, luego del terremoto de 1985—que mejor les invitara una caguama con “Doña Pelos” y que ahí platicara con ellos. Nada más.
Día 49 de la peste. México tuvo una segunda jornada de gran letalidad por la pandemia de Covid-19, luego de que la Secretaría de Salud reportó 197 nuevos decesos en un día, así como 234 defunciones sospechosas, las cuales se confirmarán si fueron por coronavirus o no en las próximas horas, hasta que estén listas las pruebas a cadáveres.
En cuanto a los casos activos de Covid-19, José Luis Alomía, director de Epidemiología, destacó que éstos pasaron de 6,708 a 7,149 en un día, es decir, un aumento de 441 registros en las últimas 24 horas, lo que representa un contagio en el territorio nacional cada 3.2 minutos y una incidencia por cada 100 mil habitantes de 5.59.
Y sí. Supuestamente faltan veinte días para el fin del encierro. Veinte días para que el rockanrol suene fuerte, siempre poderoso; para que esos músicos nos ayuden –como la han hecho en estos días—a seguir vivos, a seguir convencidos de que la música es uno de los pilares de nuestra existencia.
Veinte días para saber dónde anda “El Cocodrilo” y su chafirete. Veinte días para poner a todo volumen el himno de toda una generación:
Luz
Roja es la luz
Luz de neón
Que anuncia el lugar
Baile Kumbala Bar
Y adentro la noche es
Música y pasión
Sol
No entiendes lo que pasa aquí
Esto es la noche
Y de la noche son
Las cosas del amor
El corazón a media luz
Siempre se entregará
Mar
Todo el ambiente huele a mar
Mucho calor
Sudores en la piel
Sudor sabor a sal
Y en la pista una pareja
Se vuelve a enamorar
Sol
No entiendes lo que pasa aquí
Esto es la noche
Y de la noche son
Las cosas del amor
Oye
Una risa, una caricia
Y en la pista una pareja
Se vuelve a enamorar
Un sabroso y buen danzón
A media luz, el corazón
Y en el Kumbala todo es
Música y pasión