Descanso al fin…

 

Por Astrid Perellón

 

Nos educan para trabajar arduamente hasta finalmente retirarnos. Algunos sueñan con el retiro, anhelando por fin apasionarse por algo, conocer el mundo, ir a un paso más agradable para apreciar el paisaje. Eso se les cumplirá hasta que el cuerpo ya no tenga la vitalidad o capacidad que fue perdiendo en el camino. ¿Notas el absurdo?

 

¡Por qué habría uno de dejar para después lo bueno de la vida! No ocurre así con todos. Algunos viajan de jóvenes, conocen, experimentan deciden. Otros disfrutan enormemente su trabajo como parte de la pasión de la que no desean retirarse.

 

Sin embargo, una mayoría perpetúa un patrón de educación que les genera resentimiento. Desquitan su malestar cuando llegan a puestos de poder, molestos con los que faltan por pasar tiempo en cosas más agradables que la rutina. Desquitan su amargura con los niños que son libres y no quieren estarse quietos. Desquitan su desesperanza con los adolescentes a los que juzgan desobligados. ¡En fin! Todo aquel que decida vivir ahora con intensidad será mal visto por quien repite los supuestos pasos a una vida de provecho: estudiar, trabajar y un día retirarse para disfrutar las riquezas acumuladas.

 

¿Acaso hay otra manera?, será el cuestionamiento apesadumbrado o agresivo de a quien le quedó el saco. Sí la hay. Muchas personas viven distinto y podrías apreciar su ejemplo si dejaras de señalarlos. ¿Cómo es que unos viajan cuanto quieren? ¿Cómo puede haber niños inteligentes que no tienen que sacrificar la diversión tras un pupitre? ¿Cómo es que existen adolescentes que se salen con la suya en los desafíos más descabellados?

 

Es una fórmula contenida en la fábula del aquí y del ahora donde un oficinista soñaba con alcanzar la felicidad, mientras que otro hallaba lo que le hacía feliz en el diario vivir, un tercer oficinista hacía las dos cosas conforme se sintiera inspirado, a veces soñando, otras apreciando. El primero se jubiló y sus ahorros le están permitiendo pagar por sus medicinas. El segundo es un abuelo muy apreciado por su buena actitud y contento de poder cuidar de sus nietos y enseñarlos cómo vivir mejor. El tercero, en tres meses consiguió dar un giro total a su vida hacia aventuras fantásticas que aún no terminan y que sus hijos y nietos aprendieron a imitar.

 

 

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