¿De tal padre?

Por Astrid Perellón

 

Estamos convencidos de que las palabras adultas contribuyen a la supervivencia de los niños (mira a ambos lados de la calle, no hables con extraños) pero tantas tantísimas otras veces, son detonantes o limitantes de su genialidad. Pueden detonar la inteligencia del niño porque el adulto pronuncie motivación que alimente su curiosidad o, al contrario, porque el adulto y sus prohibiciones, estimulen más al niño para interesarse por dicho tema. Las palabras del adulto pueden limitar la genialidad porque el niño crea que lo que dice un adulto es ley irrefutable. En cualquiera de los casos, podríamos tener más cuidado con lo que decimos a un niño, según nosotros <<por su bien>>.

 

No diré más al respecto, sino que compartiré algunos divertidos enunciados, fabulados en el aquí y el ahora, que nos inspiran a pensar qué hubiera sido de estos personajes si hubieran hecho caso a sus mayores:

 

Figúrate a la mamá de Marco Polo recomendándole <<No te alejes de la casa>>.

 

Los padres de Einstein asegurándole que no perdiera el tiempo pensando sobre el tiempo.

 

El padre de Leonardo Da Vinci: <<concéntrate, deja de divagar>>.

 

Los maestros de Nikola Tesla indicándole que dejara de jugar con cables y que la electricidad es peligrosa.

 

El consejero de Isaac Newton diciéndole que las cosas caen porque Dios lo quiso así y que los astros del cielo se mueven nada más porque así complace al Señor.

 

Los padres de Stephen Hawking convenciéndolo de que la ciencia es para científicos y que al común de la gente no le interesa, ni es capaz de entenderla.

 

El padre de Mozart poniéndolo a hacer planas y planas de palabras asegurándole que el alemán es el verdadero lenguaje universal y no la música.

 

La mamá de Thomas Alva Edison, reconviniéndole: <<¡No inventes!>>

 

 

 

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