Conocer de Historia no siempre salva

Por Astrid Perellón

 

Nos aseguran que aprendemos Historia para no cometer los errores del pasado. Aunque, estrictamente hablando, memorizar fechas, nombres y hechos suele distraernos de reconocer cuáles fueron esos errores o los porqués de las acciones de los personajes antagónicos. Decidir sacar ventaja de las tierras de otra nación, embarcándonos en una guerra para obtenerlas ¿fue un error para quién? ¿A la larga benefició a qué parte? ¿Qué lado de la historia es el erróneo? ¿De dónde aprendemos a no cometer qué?

 

No hay libro de Historia Planetaria Irrefutable de los Procesos Mentales Erróneos que Condujeron a Terribles Decisiones de las cuales Aprender (incluye todas las culturas y Apéndice con preguntas de aplicación a la vida cotidiana para eliminar el patrón que pueda conducir a tropezar con la misma piedra).

 

No es que la Historia no sirva, sólo digo que evitar los errores personales del pasado requiere auto-observación, autoconocimiento, entre otras técnicas individuales que poco tienen qué ver con enterarse de pelos y señales de quien tomó una decisión parecida a la que deseamos tomar. Conocer su historia no garantiza que tendremos el mismo resultado.

 

Debería ser una decisión personal y no una materia obligatoria enterarse de chismes, documentarse de versiones, indagar en contextos, opinar sobre los hechos. Tal como insinúa aquella fábula del aquí y el ahora donde a unos les bastó estudiar un libro para articular todo su sistema de creencias mientras que otros ahondaron en muchos sin poder decidir cuál es la fórmula universal para el éxito. Entrelíneas, el libro único tenía una respuesta así como los varios libros arrojaban una premisa en común, velada en la verborrea: nada es permanente, la felicidad está en la percepción de quien experimenta.

 

 

 

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