Por Anahí García Jáquez
CIUDAD JUÁREZ.- Jueves 11 de agosto de 2022. Amanece nublado y se espera una máxima de 32 grados centígrados, temperatura atípica en la ciudad fronteriza, al considerar que es el mes más caliente del año ya que, a veces, es cuando hace acto de presencia la temporada de lluvias.
Ya desde que amanece se presiente que no será un día como cualquier otro.
A la una de la tarde se empieza a saber de una riña en el CERESO local, donde hay un enfrentamiento de bandas rivales que en realidad son brazos armados de cárteles.
Por la radio y por medios locales se sabe que ha sido capturado un primo de “El Chueco”, quien huye de la ley por ser el autor material de los asesinatos de los sacerdotes jesuitas en la Sierra de Chihuahua.
Es inevitable pensar que, o ambos hechos están ligados o que, en el peor de los casos, vendrá una reacción de parte de los miembros de esos grupos delictivos, sobre todo cuando se da la noticia de que han muerto dos reos dentro del penal.
A partir de ahí es cuando se sueltan los demonios: en los diferentes espacios noticiosos comienza la cobertura de eventos tales como quema de tiendas de conveniencia Oxxo y Rapiditos Bip Bip (empresa local), donde se reportan víctimas fatales.
Es el caso de una chica que fue a una entrevista de trabajo a una de esas sucursales, así como la empleada que la entrevistó.
También la de un jovencito de 15 años que estaba comprando en un Circle K, otros dos hombres, y los cuatro empleados de Mega Radio que, como los demás, estuvieron en el lugar y en el momento equivocado.
Y aquí es donde termino de poner en contexto y me pongo en contacto con mi sentir como habitante de esta frontera que fue muy golpeada por la violencia entre 2008 a 2011.
Hace dos años, en plenos tiempos pandémicos, los juarenses bromeábamos con la idea de que nosotros ya conocíamos el aislamiento y el encerrarnos en nuestras casas no nos era tan ajeno, ya que eso tuvimos que hacer durante ese largo periodo.
Al igual que en el 2020, un enemigo desconocido y a la vez silencioso estaba al acecho y podría atacarnos en cualquier momento, por lo que la sensación de indefensión nos era tan familiar que nos dormíamos y nos despertábamos con ese sentimiento.
Y sí, la semana pasada la población de esta ciudad experimentó un déja vu al tener que guardarse de nuevo ante la impredictabilidad del comportamiento de quienes cometen estos actos, ya que no suelen respetar una hora del día o un trayecto muy transitado, lo cual nos lleva a lo sucedido en las afueras del Little Caesar´s, donde murieron cuatro personas y quedaron heridas al menos tres.
Este no fue el último de los hechos violentos, pero sí el de mayor impacto por el número de personas involucradas.
Casi a las ocho de la noche me enteré de lo que había pasado (obviamente, a través de redes sociales) y, con el transcurrir del tiempo, las notas se iban llenando de datos.
Ahí fue cuando caí en la cuenta de que no era un suceso como cualquier otro pero a la vez era como todo por lo que ya habíamos pasado: el que suceda en un lugar conocido y visitado por muchos (la pizzería de nuestra preferencia), el conocer a una de las víctimas (en este caso, conocí a Allan González cuando hice mis prácticas en Mega Radio), la cercanía de nuestro hogar con donde pasaron las cosas, etc.
Este hecho nos remitió a muchos en esta ciudad a aquel 15 de julio del 2010, cuando en un acto de “narcoterrorismo” un coche bomba detonó en la zona del centro, y donde cuatro personas murieron: un policía federal, dos personas no identificadas y el doctor Guillermo Ortiz, quien acudió a brindar auxilio a un herido.
Sin embargo, después de reflexionar, me rendí ante la evidencia y admití que estábamos frente a lo que todas luces es una especie de acto terrorista; se llevó a cabo en una plaza con banco, restaurantes, locales diversos y un supermercado como tienda ancla, por lo que concurre muchísima gente a todas horas y más en la noche.
Además de que está ubicado sobre una de las avenidas principales de la ciudad y a esa hora el tráfico es demencial, por lo que, por lógica elemental, este acto se cometió con toda la intención de causar terror entre la población en general y lo peor es que lo logró, ya que convirtió a Juárez, el antiguo Paso del Norte, de nuevo, en un pueblo fantasma esa noche y la mañana del viernes.
Una gran diferencia con aquella etapa que vivimos es la falta de redes sociales o, más en específico, la influencia y poder que han cobrado con el paso de los años.
En aquel entonces no eran tan populares, ya que mucha gente no las conocía y, por lo tanto, no las tenía, así que el flujo de información no era tan constante y nos conformábamos con saber lo que sucedía a través de sitios de Internet o de los medios de comunicación convencionales.
Las redes sociales han revolucionado tanto nuestras vidas que se han convertido en muros personales, como en los grupos privados; encontramos obituarios, confesiones, mensajes de alerta, informes actualizados, etc.
Si el jueves los juarenses se dedicaron a postear y re postear fotos, datos (“eviten pasar por la Teófilo Borunda”, “mañana no habrá clases”) y videos de lo sucedido (muchos verídicos, otros no tanto), así como verificar el estado de sus amigos y familia, el viernes no era difícil hallar publicaciones como “estoy enojada porque mi esposo se fue a trabajar sin importarle la situación”.
O mensajes como “los organizadores de eventos deben ser más comprensivos con el momento que vivimos y posponer nuestras fechas pactadas”, o “¿qué supermercados están abiertos?”, pero también pidiendo oraciones para el restablecimiento del estado de paz y tranquilidad.
En el Mercado de Abastos, una locataria muestra un mensaje que le llegó a su teléfono celular: “Le pagamos su zueldo, pero no valla a trabajar este biernes (sic)”.
Y por muy diversas que estas sean, todas vienen del mismo lugar, que es el miedo, el pánico, la incertidumbre pero, sobre todo, la cadena de sucesos nos hizo enfrentarnos con la posibilidad de que aquellos tiempos regresen y puso de manifiesto que, en el fondo, todos los pobladores de esta ciudad padecemos una especie de estrés post traumático, producto de lo experimentado en aquella época tan terrible.
Así que, la ansiedad por estar posteando todo lo referente, combinado con los estados de ánimos que se vivieron el jueves, nos hizo ver que no hemos sanado aún y nuestras redes sociales se han vuelto el aparador donde hemos quedado expuestos.
Afortunadamente, el viernes 12 de agosto se ha vivido en calma aparente. Han cesado las quemas, las balaceras y, aunque no es tan notoria la presencia de los diferentes organismos de seguridad (Guardia Nacional, Ejército, Policía Estatal y Municipal), la gente ha decidido salir al menos a lo estrictamente indispensable.
Sobre todo, porque han concluido que vivir con miedo no es vivir; pero el sentimiento de vulnerabilidad no se ha ido del todo, por lo que la pregunta está en el aire: ¿cuándo nos volveremos a sentir como nosotros mismos de nuevo?
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