Canto Medicina; la Voz de Tlazohtiani

Por Guillermo Torres

La rueda del tiempo se perfila para pisar en el mismo lugar, en el que pisaba en los tiempos de máximo esplendor de nuestra cultura madre; mismo en donde la participación de la Mujer en todos los planos de la vida era un hecho consolidado y contundente, en lo político, en lo social, en lo artístico.

Una reivindicación de los derechos y espacio de la Mujer, de facto y en la cotidianidad de su menester; una doble y loable lucha, una por el espacio y otra por la reivindicación también de nuestra cultura ancestral.

Cantante de lenguas indígenas, su música la define como “Canto Medicina”, con un espiral de acercamiento y conocimiento de nuestro modo ancestral, Erika Tlazohtiani Valero Leyva posee un camino andado profundo e interesante en los menesteres que configuran un rostro identitario de la cultura originaria de la otrora Mexichco Tenochtítlan (pronunciado en náhuatl), hoy Ciudad de México, capital cultural de América.

Artista mexicana, cantante y danzante, oradora, mujer seguidora del camino ancestral de esta Tierra, del camino rojo como se le llama, de la cosmogonía del México ancestral y originario.

Su inspiración principal es su raíz familiar Matlatzinca y Yaki, es su alimento en su esencia étnica y tradicional. Posee una gran habilidad para el canto, al tener como epicentro la herencia cultural y étnica de nuestros antepasados, que en esa cosmovisión representa un rezo para sanar.

La traducción de su nombre, su significado es “La Que Ama”. De ese modo dedica su canto a la Tierra, al Sol y la Luna, a la vida. Su idea es enlazar mundos a través de su voz, de su música, animando así la riqueza de la medicina musical.

Todo ello mediante la combinación de la música contemporánea y los instrumentos ancestrales. Su trabajo tiene un enfoque lúdico y participativo en el que involucra a los asistentes, enrolando al público en un descubrimiento propio y exaltación de las emociones, generando así una interrelación y comunicación humanas, entendimiento, interacción, interrelación, puente y ventana de otredad.

Sus cantos los basa en una vasta experiencia que ha adquirido a través de la meditación y técnicas de respiración, que han desarrollado en ella una propuesta innovadora que integra emociones, así como la mente y cuerpo.

En su menester el silencio es parte fundamental; escuchar el silencio, silenciar la mente como punto de origen de su expresión vocal, para evocar el alma y la fluidez de la energía dadora de vida, una interconexión molecular entre la materia, la energía y el espíritu.

Su principal motor es el amor por todas las formas de vida, la Madre Tierra, Tonantzin Tlalli Coatlicue, por la naturaleza, por lo que somos y representamos como especie, como seres humanos, como mexicanos y mexicanas, y como raza planetaria.

Lo que está dentro de uno mismo, como ofrenda y resonancia de nuestra esencia ancestral, ofrenda a la energía suprema, a la Luz, a la humanidad a la divinidad que vive en todos y cada uno de los seres humanos, de todos los seres vivos, incluida la Tierra.

Ofrenda a lo desconocido y a todo lo que nos insta al rompimiento de paradigmas y límites mentales, para conducirnos a nuestro ser más profundo y verdadero, auténtico, hacia nuestra esencia interior tanto individual como colectiva.

En el camino y búsqueda personal de Tlazohtiani se va plasmando cada huella de su andar, sabedora de que su fuerza como mujer es el reflejo de la fuerza de la Tierra, esa mitad del universo que implica origen y vida, sanación fuerza y energía vital.

Y en estos momentos de dificultad y de fuerzas de flaqueza, es cuando más latente y válido está más que nunca nuestra herencia cultural. Como rompimiento paradigmático y ejercicio de conciencia, como necesidad de resurgir, de la mano de nuestro conocimiento y modo ancestral, de ese fuego que ha seguido encendido hoy, con más vida que nunca. E

En medio de un proceso de sanación que debe ser catártico y en consonancia con el cosmos, el universo, la tierra, los elementos y todos los seres que la habitamos.

Pero muy en particular con ese especial e importante lugar que la Mujer posee desde tiempos inmemoriales en esta Tierra, más allá de luchas viscerales y politizadas sin sentido alguno.

Su reivindicación como parte fundamental del proceso de renovación que México y el mundo necesitan para reinventarse y reconfigurarse dentro de otra lógica, de otro esquema, de una nueva conciencia o, mejor dicho, desde una retoma de conciencia.

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