Cien años sin Scriabin, el maravilloso compositor ruso

Por Judith Garza

 

¿Pero quién es Scriabin? O mejor dicho, ¿quién fue?

 

Fue un compositor nacido en Moscú el 25 de diciembre de 1871 (según el calendario ruso). O el 6 de enero de 1872, según el calendario occidental. Descendía de nobles y fue hijo de una pianista y compositora, de las primeras mujeres en ser reconocida como músico en Rusia.

 

Su madre incluso dio un recital con piezas sumamente difíciles cinco días antes del nacimiento de Aleksander Nicolayevich Scriabin. Jamás se repuso del parto y falleció nueve meses después. Su padre se dedicaba al servicio diplomático y constantemente cambiaba su lugar de residencia, así que la crianza de Aleksander quedó a cargo de sus dos abuelas y una tía materna; ésta última también sabía música y fue su primera maestra.

 

Dicen las malas lenguas que lo consintieron tanto, que lo volvieron la persona egocéntrica, perezosa y caprichosa que fue en su vida adulta.

 

 

A los quince años compone su primera obra significativa, el Estudio Op. 2 No. 1 en Do sostenido menor. Al año siguiente mediante influencias familiares entra al Conservatorio de Moscú. Sus maestros del Conservatorio siempre lo acusaron de flojo y voluntarioso; aunque como tenía mucho talento, llegó a destacar como pianista. Toda su vida padeció ataques nerviosos, pero éstos se incrementaban en sus períodos creativos de composición.

 

Después de  terminar sus estudios comienza a viajar dando recitales en los que incluye sus propias obras, las cuales empieza a publicar. En este período compone sus famosos Preludios Opus 11, de los cuales muchos llevan inscrita la ciudad en que fueron terminados. Por esas fechas se casa, en contra del consejo de todos los que le conocían, con la pianista Vera Ivanovna Isakovich.

 

Quizá sus amigos presentían que seis años después, Aleksander le pintaría el cuerno con la hermana de uno de sus mejores amigos, Tatyana Schloezer (quien se volvió su amante oficial), o que perdería uno de sus trabajos por seducir a una exalumna (que todavía era menor de edad) cuando aún era marido de Vera y amante de Tatyana. Finalmente, Vera se da cuenta de la situación y lo abandona; y Tatyana pasa de ser “la capillita” a “la catedral”.

 

Un dato interesante es que Scriabin poseía sinestesia, “sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte de él”; según el Diccionario de la Lengua española de la RAE. Es decir, que al escuchar las notas, las percibía con diferentes colores.

 

Cuando escribió Prometeo: el poema del fuego hizo un círculo de correlaciones con un acorde representado por luz y por la vocal que interpretaba un coro sin texto. Y fue más allá: utilizó un aparato creado por su amigo, el fotógrafo Mozer, llamado tastiera di luce, que proyectaba luces de colores al interpretarse la obra. Según el propio Scriabin, las luces simbolizaban los estados psicológicos implicados por el alter ego de la música en su manifestación filosófico literaria.

 

Esta intensa vida se apagó un 27 de abril de 1915, por un forúnculo en su labio superior (que algunos dicen se causó él mismo al rasurarse), que terminó provocándole una septicemia mortal.

 

Te invito a que, aprovechando las maravillas de la tecnología, escuches con Vladimir Horowitzel Estudio Op. 2 No. 1 en Do sostenido menor, en tu canal de videos favorito y te asombres de que un mocoso de quince años haya escrito esa música. También te sugiero escuchar el Preludio No. 11 en Si mayor. Es una verdadera belleza. Otra obra maravillosa es el Estudio en Re sostenido menor Op. 8 No. 12, llamado “Patético”. Y entre sus obras orquestales, te recomiendo el Poema del éxtasis y Prometeo: el poema del fuego.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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