Por Frida Valencia Ramírez
Foto: Edgar López
Marazuba Teresa Gómez Montes, agente del Ministerio Público de la Unidad Antisecuestros de Durango, desapareció el 29 de noviembre del 2010 junto con sus compañeros de trabajo, quienes planeaban implementar un nuevo programa de seguridad con el apoyo del entonces procurador Ramiro Ortiz, quien también fue secuestrado y encontrado muerto.
Su madre, Yolanda Montes Ortiz, no ha dejado de buscarla. “Mi hija es ministerio público, es abogada y lo seguiré diciendo porque hasta que no me la entregue el gobierno, para mi hija vive”.
Al hablar de su hija, Yolanda frunce el ceño. Está molesta por no recibir una respuesta y critica al gobierno por alardear tanto del sistema tan avanzado que dice tener para la localización de personas.
De su cuello cuelga una hoja con los datos y una foto de su hija. Una foto que ahí es muy notoria, pero que se pierde entre los 27 mil 659 desaparecidos, contabilizados desde 2007 hasta el 31 de diciembre de 2015, de los que da cuenta el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, cifra en la que aparecen los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Yolanda dice que la desaparición de los estudiantes en Iguala, el 26 y 27 de septiembre de 2014, fue la gota que derramó el vaso, ya que “atentaron contra el futuro del país, contra sus maestros”, pero subrayar que no por ello se debe olvidar a los demás.
“Siento lo de los 43 como si fueran mis hijos, como yo busco a mi hija, pero me duele que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sólo se acuerda que son 43”.
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María Eugenia Padilla García porta una playera que dice “Peña Nieto, ¿en donde está mi hijo? A Christian Téllez Padilla se lo llevaron los intermunicipales de Poza Rica, Veracruz. Desapareció el 20 de octubre de 2010. Se lo llevaron en su carro. Su esposa presenció todo, pero su declaración no fue tomada en cuenta.
“El mismo día que a mi hijo se lo llevaron quisimos poner una denuncia, pero las autoridades mencionaron que debíamos esperar 48 horas. Su esposa identificó a dos pero para que tú puedas acusar a alguien más tiene que ser más de un testigo. Si es un solo testigo, no es válido”, mencionó María, quien dice que saben nombres y, a pesar de eso, no ha habido detenidos.
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Cuando se es pequeño es común temerle a los monstruos, esos que se esconden detrás de la puerta del armario y se van cuando un adulto llega. Sin embargo, al pasar el tiempo los niños crecen y a la par de ellos también crecen los monstruos, solo que ya no se ocultan bajo una figura amorfa escondida debajo de la cama.
Ahora ya no hace falta ocultarse ni mucho menos desaparecer cuando se enciende la luz. Ahora los “monstruos” lo que desaparecen son personas, pero las madres y los padres de esos antiguos niños siguen escuchando la voz de sus hijos, pidiendo que los encuentren en una habitación, ahora más oscura, una habitación llamada México.
Los monstruos, llamados policía, gobierno, narcotráfico, con algún otro de sus nombres, o con todos sus nombres juntos, continúan asechando, mientras las cifras siguen creciendo y el país andando, con la esperanza de que alguien encienda la luz y nos libere del monstruo.