Por Víctor Del Real Muñoz
México se dinamiza contradictoriamente en materia económica como un barco sin destino. Da la impresión que el gobierno de la República sólo opera con un criterio eficiente para dar solución a las peticiones, exigencias y órdenes de los organismos financieros internacionales dominantes, que imponen su programa económico en el país.
Está claro que, a la vista de todos, el gobierno muestra incapacidades alarmantes y, entre ellas, un exiguo manejo político de los problemas estructurales de México.
No voy a discutir aquí la ausencia de una política productiva, industrial y comercial, porque el neoliberalismo económico no tiene como prioridad el fortalecimiento de los sectores reales de la economía; pero sería interesante observar cómo la realidad nacional alcanza con velocidad cualquier política pública flácida que, bajo criterios lineales y estandarizados, se aplica a la sociedad mexicana.
México deambula en un escenario de economía enferma desde hace mucho tiempo; habría que imaginar un cuerpo que tiene un padecimiento que genera síntomas físicos, emocionales y psíquicos, y que vaga diariamente sin ningún tratamiento, soportando dolores, mareos e intentos de desmayo, y que sobrevive como puede. Algo así ocurre con el aparato socioeconómico de nuestro país.
Mientras discutimos con otros países la forma y el fondo del tipo de políticas aplicadas de gran alcance social y económico, así como la manera de desarrollar un proyecto económico, e incluso una posible internacionalización regional de las fuerzas económicas; entre tanto examinamos con nuestros socios financieros y comerciales una posible bancarización estatizada, analizando paralelamente los avances y retrocesos en la consolidación de un proyecto nacional en algunos países de Sudamérica o Europa, en México no hemos empezado a rehacer los elementos básicos y estructuralmente primarios para enderezar, y replantear, un proyecto de país.
Se vulneran aspectos básicos
En nuestro país observamos una afectación permanente y lacerante al salario; éste se vuelve insuficiente para poder satisfacer la canasta básica de un mexicano promedio. Según cifras del INEGI para enero de este año, 15 productos elementales que conforman la canasta básica (sobre todo en productos alimenticios indispensables) aumentaron su precio de mercado entre 20 y 23%, respecto de los aumentos dispersos de hasta por 4.3% del salario real promedio.
Es decir, aumentan progresivamente las acciones de afectación constante a las garantías básicas de bienestar de los trabajadores. Al mismo tiempo, se vuelven inexistentes los espacios de organización donde éstos discutan, propongan y lleven a cabo un programa de acción en defensa de sus derechos de trabajo.
En educación se han venido aplicando reformas de corte administrativo, afectando derechos del trabajo y promoviendo un escandaloso despido de profesores que no cumplen con los estándares de evaluación y medición de capacidades bajo parámetros empresariales. Se pasa por alto el tipo de país que somos. Recientemente, ante los grupos de profesores que se niegan a estas imposiciones, y por lo tanto protestan y luchan, observamos con indignación y repudio las medidas de coerción que el Estado mexicano aplica constantemente hacia los maestros.
Se han anunciado, para este 2016, recortes graduales al sector educativo, así como al de investigación y ciencia (lo que conocemos como I+D) de casi 5,700 millones de pesos mexicanos, según cálculos de la SHCP; lo anterior, bajo el discurso repetitivo de la eficiencia del gasto público en la lógica neoliberal.
Observamos con estupefacción los famosos tarifazos a la alza. Es reprobable que recursos y necesidades básicas, en un país que posee disponibilidad de condiciones geográficas y naturales, se paguen mucho más caro. Por citar ejemplos, se pueden enumerar el agua, la luz, el gas, etc.
Ante los escenarios anteriores y considerando que no son los únicos problemas nacionales, uno se puede preguntar: ¿realmente, el neoliberalismo tiene una respuesta? Estados Unidos, China y gran parte de la Europa desarrollada empiezan a considerar graves los excesivos índices de marginación social generados por esta gran desregulación que pudre, antes de nacer, los propósitos de desarrollo económico con justicia social.
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