El sexoservicio “en los últimos vagones del Metro”

Por Karla Ortega Contreras

El aroma es penetrante. Es uno olor entre sudor, perfume, comida, grasa… Además el humor varía. Te puedes encontrar personas enojadas, molestas, cansadas, alegres, preocupadas, excitadas, groseras. La experiencia se modifica de acuerdo a lo que busca o lo que te toca. Lo que nunca te imaginas es que este lugar ya se ha convertido en un hecho cotidiano para sociedad. Lo que antes parecía ajeno a la realidad ahora es algo más que pasa en tu día a día.

El Metro es un servicio de trasporte público que se ubica, en su mayor parte, en el subsuelo de la Cuidad de México. Trasporta aproximadamente de 3.9 a 5 millones de pasajeros al día, aunque la demanda sube cada día más. El desgate por el uso diario es visible por la notoria ineficiencia en el servicio.

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Dos mujeres se ven a lo lejos. Recargadas en la pared, a unos cuantos metros cerca de los oficiales que se encuentran parados en los torniquetes que te permiten el acceso al Metro.

Su vestimenta es llamativa. Una de ellas carga un bolso plateado y su cuerpo es ancho, con una falda corta y cabellera de color castaño claro. La otra es bajita, ojos de color café oscuro y cabello color negro, con un vestido negro que cubre hasta sus rodillas y tacones altos y color rosas. Es delgada y tiene un moretón en su pierna izquierda.

En actualidad, el Metro no sólo es usado como un trasporte público, sino también como área de trabajo como, por ejemplo, comercio informal o prostitución.

“Yo iba escuchando mi música cuando un hombre alto vestido de mujer me dijo ¿te gustaría probar?, cobro barato y lo podemos hacer en el último vagon ¿se te antoja?”

Jorge, estudiante de medicina en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) siempre tiene que tomar la Línea Verde del Metro que va de Indios Verdes a Ciudad Universitaria. Al llegar a la estación Hidalgo se baja y trasbordar a la Línea Azul. De ahí toma la estación Normal y camina a su escuela. La mayoría de veces sale tarde, así que por lo general, cuando ya son las ocho o nueve de la noche, él ya está en el Metro para ir rumbo a su casa.

Afirma que en la estación Hidalgo a esas horas es cuando más se ve el movimiento de las sexoservidoras y más en los últimos vagones, Este hecho es normal para las autoridades y para la gente que utiliza el trasporte público a esas horas. “La gente que quiere tener sexo rápido y barato ya no es necesario ir a la Merced. Sólo con que te metas al Metro es más que suficiente”.

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Al filo del atardecer, como a eso de las seis de la tarde, ingresé a los andenes de la estación Hidalgo para verificar el relato de Jorge. Un hombre delgado y de piel morena, con una vestimenta bastante burda, me miró. Contaba con todas las características que me habían mencionado en la narración.

Tenía miedo preguntar, pero sabía que si no lo hacía tal vez no tendría mi respuesta esperada. Me acerqué sigilosamente al él mientras me cuestionaba ¿cómo le voy preguntar? ¿y si ofende? A parte soy mujer, ¿qué pensará de mi? Cuando menos me di cuenta el hombre me miró y no fue necesario preguntar, solo me dijo: “Cien pesos por sexo oral y penetración”.

Ante pánico de respuesta decidí preguntar: Supongamos que acepto tu propuesta, ¿en donde lo haríamos y cuáles son tu reglas?” El chico me miró y se rio. “Eres primeriza, verdad. Yo hago de todo siempre y cuando me paguen. Me gusta hacerlo más con hombres que con mujeres, pero chamba es chamba y me he encontrado fetiches de todo tipo. Aparte tú me pareces tierna”.

Después de platicar un rato con él, conocí su nombre artístico o “de puta”, como él decía. “Mi nombre es Rubí. Me puse así porque soy brillante y bella como ese piedra”. Le confesé que lo único que quería era platicar, que me gustaría saber cómo era su vida y su trabajo. Accedió a contarme cómo funciona esto del sexoservicio en el Metro.

“Es lo mismo que allá afuera, sólo que en vez de estar parada en una esquina o la calle, lo estás adentro. Hay gente que se asusta y de se dan golpes de pecho, pero al final se les hace normal. Por ejemplo, he estado hasta siete horas continuas parada aquí, sin ser molestada por policías, ni jefes de estación. Sólo es cuestión de que no hagas nada malo y no te pueden decir nada malo”.

La tarifa de las sexoservidoras del Metro suelen ser de 100 a 300 pesos. Por lo general atienden a los clientes en hoteles o cabinas de sex shops cercanos, aunque hay algunos que se arriesgan y lo hacen en los últimos vagones del Metro, pero en estaciones poco visitadas y ya casi al cierre del servicio del transporte. Las estaciones donde más trabajan son en Hidalgo, la Merced, Revolución, San Cosme, Normal y Ermita, así como en la Línea Amarilla.

FA-SexoServicio

Casi la mayoría son trabajadores sexuales independientes o solitarios. Los que tiene “padrotes” se encuentran afuera del Metro.

“Yo me trasladé al Metro por estar libre impuesto. Por lo general cuando trabajas en la calle, así sea en solitario, tienes que pagar cuotas a las personas que más tiempo llevan en el negocio para que te dejen trabajar, entonces lo que se gana se va en eso”.

El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) reveló que existen más de 245 mil y 862 mil trabajadores sexuales en el país. Es un fenómeno internacional pero sin lugar a dudas en México es más tolerado por las autoridades. Mal visto por algunas personas e ignorado por la población.

La prostitución es una actividad sexual a cambio de dinero y es catalogado como el oficio más antiguo del mundo. “Hay variedad para todos los gustos, desde travestis, mujeres, hombres, transexuales”.

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Rubí no deja de pensar en lo difícil que es su vida, qué habrá sido lo que lo llevó a terminar en esto y cuál sería su verdadero nombre, tal vez Juan, Diego, Marco, Óscar.

Pero aun así en sus palabras me daba la percepción que no había nostalgia. Hablaba con tanta facilidad de lo que era su trabajo y de cómo se maneja, que al final la única triste era yo. La cosa que más me impactó fue que en su jornada de trabajo saca de 600 a 500 pesos y que con eso era suficiente para sobrevivir y pagar la renta.

La prostitución en México se ha convertido en un hecho evidente, de lo que todos hablan y saben su realidad, pero lo ignoran algunos. Dicen –como Carolina, usuaria del Metro– que “me sorprendí cuando vi que pasaba esto, no es que me asuste, en  México casi todo está podrido y la delincuencia al máximo. Pero aun así no puedo creer que pase esto en Metro”.

 

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