Agustín Sánchez
De López del siglo XIX, a López del siglo XXI
Apenas abrí la segunda página del libro Santa Anna. El dictador resplandeciente, de Rafael F. Muñoz, y quedé impactado por un párrafo que escribió, en la presentación, el maestro Felipe Garrido:
Ha luchado denodadamente por el poder, mas una vez que se encumbra parece hastiado y encuentra siempre la forma de retirarse, aunque sólo para volver sobre sus pasos en la primera oportunidad. Ha cambiado de partido y de bandera cada vez que lo ha creído necesario, pero siempre ha sabido justificar su actitud incluso ante la opinión de sus enemigos. Es capaz de organizar un ejército de la noche a la mañana, pero no de ganar una batalla donde todas las circunstancias le son favorables. Muchos lo culpan de la derrota nacional en la campaña Tejas, pero muchos más están dispuestos a dar la vida por él. Algún contemporáneo suyo lo ha descrito como «detestable pero imprescindible».
Sin duda, el pueblo mexicano suele adorar a los caciques arbitrarios.
Este retrato, de un goberante autoritario, egocéntrico y de una enfermiza necedad de poder, parece haber sido escrito en estos días trágicos, como los del siglo XIX.
Arturo Trejo Villafuerte en Anzuelo. Un homenaje
En 1984, en el Museo Universitario del Chopo, edité una hojita literaria que Jorge Pantoja bautizó como Anzuelo.
Aparecieron once números y tuvieron un enorme éxito.
Tal vez, el mayor, fue la publicación del Manifiesto Rupestre, de Rockdrigo González que generó el nacimiento de un movimiento que, tras la muerte de Rodrigo, se siguió usando sin, según yo, dar el crédito correspondiente al profeta del nopal.
En 1985, salimos del Chopo, pero mantuve la hojita, como un proyecto personal.
Un día encontré a Arnold Belkin, le regalé un ejemplar y al enterarse que la pagaba de mi bolsa, me regaló 75 serigrafías de su obra: una Cabeza cibernética azul, para seguir publicando la hoja sin que me costara nada.
En el número 3, de esta segunda época, le pedí a Arturo Trejo Villafuerte que me diera algo para publicarlo. Estos poemas aparecieron en Anzuelo, que hoy publico como un homenaje a este gran autor, que se acaba de marchar sin pagar la cuenta.
CIUDAD EN LLAMAS

Una ciudad es un mundo
cuando se ama
a uno de sus habitantes
Lawrence Durrell
Entre el trago de la noche y el cine tardío
frente a la ciudad en ruinas después
del incendio,
tomo la ternura que me corresponde,
el caudal de fuerza que me nombra y me hace.
Quiero que entiendas: puedes
llamarme tuyo,
sin otro afán que pertenecerte.
Quiero arriesgarme a tu valor,
amazona en celo,
hacerte sentir que no estás sola
en la ciudad moribunda.
Es de madrugada y tiemblo tu ausencia:
guardo un sol entre mis brazos.
MEXICO DE NOCHE
Mientras hablabas de las sangrientas penas
de los veinte años
Esa noche
Frente al lago
(El café se enfriaba)
La ciudad se dormía en tus ojos
IXMIQUILPAN DE NOCHE
Para J. G. P.
Pequeñas luciérnagas brillan para tí esta noche.
La oscuridad nos abraza poco a poco
en esta tierra yerta y seca.
No hay mucho que ver en torno nuestro:
mezquites, nopales, magueyes, pobreza;
hombres que se ganan la tortilla con el
sudor de sus brazos.
Pero la madre tierra, al fin mujer,
nos entrega el milagro de la vida a cada paso.
Aquí también, mientras caminamos
por el cerro seco,
nos tomamos de la mano, conducimos
la esperanza,
la posibilidad de que todo sea mejor.
Nosotros cargamos los elementos:
tú eres la tierra, yo la semilla.
Ixmiquilpan, Hgo., junio de 1985.
ESTOY A PUNTO DE BENDECIR AL UNIVERSO
Sobre tu espalda mis ojos tiemblan
Un halo de luz como paloma herida
se posa en tus hombros.
La sombra de tus pechos sobre el muro
es una luna en cuarto menguante.
Semidesnuda, en mi cama, eres el fuego;
el resplandor circular que me inunda.
Muerdo tus nalgas; aspiro tu cuerpo.
Esta noche es sin duda la mejor noche
desde que puedo llamar al mundo mundo.
Estoy a punto de bendecir al universo.
ONAN
I
Ese dar trabajo a la mano
Ese placer que nos lleva a la alcantarilla
En el estremecimiento un rostro femenino aparece en cada dedo
Energía
Fuerza
Energía
(La energía no se crea ni se destruye,
simplemente sale y se va por la coladera
más próxima a nuestro corazón)
II
Si tú no fueras como eres
cuántas masturbaciones echaría
De menos
III
Estoy pensando en ti
mientras me baño
Mi mano se compadece
de mi solitaria existencia
IV
Tus pantaletas cuelgan en el baño
vacías
muertas
Sin ese tú que les da vida
Ahora ni un suspiro
de Amor me levantaría
Adiós Arturo Trejo Villafuerte, poeta de la Bondojo
«Morir es una costumbre/ que sabe tener la gente», escribió Borges en su Milonga de Manuel Flores.
Como tantas veces en estos días del virus feo, como le llama mi hijo, estoy llorando desde hace un buen rato ante la partida de mi amigo, el poeta Arturo Trtejo Villafuerte, un personaje excepcional, un poeta verdadero, ajeno a los estereotipos de los intelectualoides que pululan por los barrios sureños.
Hace años no lo veía, pero nos leíamos en facebook; hace unos meses lo encontré en el centro y no pudimos hablar mucho, pero si recordar las borracheras juveniles que solían terminar en mi casa de Serapio Rendón.
Hablar con Arturo era una delicia: su sentido del humor, su irreverencia, su camaradería, era una maravilla pasar largas horas, que se convertían en un breve lapso de tiempo, con ese inmenso y culto poeta que no parecía tal. (Era tan genial y agradable, que hasta le perdoné el intento, alguna vez, en una borrachera, de quererme bajar a una novia, jajaja. Siempre que nos veíamos se lo reclamaba, de broma y lograba, inusitadamente, cohibirlo, a pesar de que sabía que era eso, una botana de regreso)
Arturo, Arturo.
Adiós.
Lamento tanto haber dejado pasar el tiempo sin vernos de nuevo, después de tantos años. Ya no habrá tiempo.
Termino con Borges:
Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida…
Este texto es reproducido del blog: http://agusanvh.blogspot.com/ con la autorización de su autor.