Magnífica novela sobre una vida de trotamundos, aventuras y tropelías, hasta que un mal día el protagonista cayó en manos de la Inquisición y su suerte cambió.
Por Erik Casas
Dislocados brazos, codos y piernas, desollados muñecas y tobillos, roto uno que otro tendón y vena, pero el carcelero en la mesa del potro no logró hacer confesar al herético pelirrojo la verdad, al menos no la que querían escuchar los señores inquisidores del Tribunal del Santo Oficio en Cuenca.
El historiador y catedrático español Pedro García Martín es el autor de “Ruter El Rojo. Un aventurero entre los Austria y los Borbones”, un libro extraordinario, para leer y disfrutar lento, pero sin pausa, toda vez que está escrito en un lenguaje culto que dificulta en ocasiones la lectura fluida, pero que es una magnífica contribución al conocimiento y enriquecimiento de nuestro extraodinario idioma.
Francisco Antonio Ruter Ricardo Rubens, El Rojo, no tanto por el color de sus cabellos, ni por la aviesa viruela que le dejó encendido el rostro por los hoyos de las ampollas. Sino porque vino al mundo cuando sus padres morían desangrados; su madre en el parto, su padre en una batalla naval, es el protagonista de una vida de trotamundos, aventuras y tropelías, hasta que un mal día cayó en manos de la Inquisición y su suerte cambió.
La novela de García Martín está inspirada en un hecho histórico real, el proceso inquisitorial que se le siguió a Ruter El Rojo, en cuyas audiencias irá desgranando su peculiar existencia de 40 años, desde su nacimiento en Cormek, marquesado de Brandeburgo, reino de Prusia, hasta el momento de su aprehensión en el Hospital de Santiago en Cuenca, donde será deletado al Santo Oficio por su intento de seducir a una novicia, haciéndose pasar por la reencarnación del reformador y enemigo de la Iglesia, Martín Lutero (1483-1546).
Serán cuatro años de un largo, pero inusual, proceso judicial (1708-1712), presidido por don Sancho de Velunza y Corcuera, inquisidor mayor y juez del Tribunal del Santo Oficio en Cuenca, en el que Ruter hará rabiar al fiscal Mateo de Leruela en su intento por demostrar su inobjetable culpabilidad; inhibirá el ejercicio de su pusilánime e incompetente defensor Diego Maestre y dejará boquiabierto a los presentes, entre ellos, al inquisidor de distrito Jacinto Morales, así como al secretario, y escribano dominico, fray Diego Ortiz.
Y es que el malencarado, colérico y enigmático pelirrojo, no es ni por asomo un preso común y corriente, se trata de un personaje con formación aristocrática y estudios en retórica, latines, gramáticas, filosofía, teología, matemáticas, leyes civiles, onírica, dialéctica, cosmografía, además de pintura, bordado y música.
Un erudito y melómano alemán en tierras españolas durante la guerra dinástica entre Borbones y Austracistas (1700-1713) que se ha desempeñado como capitán de la marina real y mercante, comerciante, corsario y traficante, burócrata; cuyos viajes a lo largo y ancho del mar Mediterráneo y Báltico lo han llevado a conocer otras culturas y religiones, acumulando un conocimiento vasto en extensión y profundidad.
Pero ni toda la sapiencia, experiencia y oratoria de Ruter El Rojo en su dilatado intento por demostrar que siempre ha actuado como un buen cristiano al servicio de la iglesia católica y la corona española, lo librarán de recibir tormento, así como una eventual sentencia con fuerte olor a chumasquina, tras fincarle los cargos de herejía y falsa conversión, empleo de identidades falsas, bigamia, hechicería, blasfemia, corsarismo y traición de guerra, soberbia, contrabandista y tornadizo.
No obstante ofrecer una eleborada versión que lo exime ante cada intento del fiscal por demostrar su culpabilidad, las pruebas, y sobre todo, los testimonios de quienes en otro tiempo lo conocieron, especialmente el del banquero y prestamista judío, caído en desgracia, Abraham Solem, terminan por descubrir al luterano, charlatán, mujeriego y huídizo pelirrojo en sus negocios turbios y correrías por Génova, Cádiz, Sevilla y Córdoba.
Finalmente, tras no haber consenso entre los miembros del tribunal local de Cuenca en cuanto a la sentencia, el caso del herético alemán es turnado al Consejo Sumpremo de la Inquisición en Madrid que decide el 11 de agosto de 1712 condenarlo a “abjurar de vehementi, a siete años de galeras y a distierro perpetuo de España”.
Sentencia que equivale a una muerte segura, pues un Ruter cincuentón, envejecido y enfermo, tras nueve años de cautiverio, no soportaría los rigores físicos de la esclavitud en el mar; pero es aquí que una vez más el genio y picardía de El Rojo lo salva al conmutársele la pena de galera por el cumplimiento de su sentencia en la prisión de Cartagena.
Reclusión de que la finalmente se evadiría, como otras tantas veces en su vida, gracias al genio y carisma de un excepcional personaje condenado al anomimanto, si no es por la investigación y feliz acierto del historiador y académico español al que le debemos este magnífico libro.
Personajes más importantes
-Francisco Antonio Ruter Ricardo Rubens
– Sancho de Velunza y Corcuera, inquisidor mayor y juez del Tribunal del Santo Oficio en Cuenca
– Mateo de Leruela, fiscal e inquisidor
– Diego Maestre, defensor de Antonio Ruter
– Jacinto Morales, inquisidor de distrito
– Fray Diego Ortiz, secretario y escribano del Santo Oficio en Cuenca.
– Antonio Peinado “El Garrote”, carcelero de la Inquisición en Cuenca.
– Joao Machado Pires, compañero de celda de Ruter
– Abraham Solem, banquero y prestamista judio, exsocio de Ruter
– Manuel de Guzmán y Peralta, comisario real de la prisión de Cartagena.
– Manuela de Monzón, esposa infiel del comisario de la prisión en Cartagena.
Ficha
GARCÍA MARTÍN, Pedro. “Ruter El Rojo. Un aventurero entre los Austrias y los Borbones.
Ed. Edhasa. Serie Quinteto. Pp. 436. Año 2006. Primera edición marzo del 2010.
Contexto histórico de Ruter El Rojo
La guerra dinástica al trono español
Al morir Carlos II el 1 de noviembre de 1700 y no dejar descendecia, tendrá lugar la guerra de sucesión a la corona española, entre Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV y nombrado heredero en el testamento, y su rival en el conflicto dinástico, el archiduque Carlos de Austria, segundo hijo de Leopoldo I, hermano del emperador José I.
El conflicto que se libró tanto en tierra como en el mar, en el Viejo y Nuevo Mundo, tuvo por contendiente a los Borbones, encabezados por Felipe de Anjou, quien al aceptar el trono español pasó a ser Felipe V; y los Austracistas, liderados por el autonombrado rey Carlos III, el archiduque austríaco, quien comandó la Gran Alianza antiborbónica junto a Holanda, Inglaterra, numerosos príncipes alemanes, y más tarde, Portugal y Saboya.
La Paz de Utrecht (1713) sancionaría el triunfo de los Borbones sobre los Austrias (Carlos II sería entonces el último rey de España proveniente de esta casa monárquica) y establecería un nuevo equilibrio de poder, toda vez que la muerte del emperador José I de Austria, convirtió de repente, al archiduque Carlos en el soberano más poderoso del Viejo Continente.