Texto y Fotos: Karenina Díaz Menchaca
Fue hoy, domingo 23 de septiembre, inesperada. Una “coincidencia” de la que ni enterada estaba y supongo que tampoco en las mesas de redacción. Una presentación de un libro, pero no la de cualquier libro. ¿En dónde estaban los colegas?
Yo estaba comiendo en la cafetería del museo Memoria y Tolerancia con mi hija, después de un largo recorrido, por cierto con escasez de apetito de mí parte, quizás debido a la gran museografía que me hizo sentir asqueada. Los felicito, lograron su objetivo, entre fotos de holocausto y sismos me dieron ganas de vomitar y de llorar, ¡así de sensible es uno!
De pronto, reconocí un rostro entre lozano, fresco, bello, diferente a los demás, quien a pesar de la edad se ve, no sé cómo explicarlo, creo que quiénes creen en las vibras dicen que las personas con aura fuerte se refleja, que tienen como una luz especial que atrae. ¡Es el padre Solalinde!, le grité a mi hija, me levanté de la silla y quería salir corriendo. “Me quiero tomar una foto con él”. Mi hija me miró como: ¡¿Qué le pasa a mi mamá?! Y volví a contar mi historia de cuando conocí al Dalai Lama y me quedé perpleja en lugar de tomarme una foto, ya saben, la foto, la pinche foto que no existirá.
Conocer a personas valientes en este país no está sobrevalorado o al menos no debería de estarlo. Muy seguramente muchos colegas ya lo conocen y les parece un nombre sobrado en los medios, sobre todo tratándose de las notas de violencia contra los derechos humanos que se dan en cada esquina.
A punto de irnos, me percaté que estaban presentando el libro: Alejandro Solalinde. Revelaciones de un misionero: Mi vida itinerante. Pude reconocer al periodista Diego Enrique Osorno, a Ana Lilia Pérez y a quien escribió el ejemplar Karla María Gutiérrez, ellos lo acompañaron en la mesa. No había mucha gente en el salón de conferencias y eso llamó mi atención.
Llegué a tiempo al evento. Osorno platicó: “Supe de su trabajo en 2005 en El Salvador, allá conocí sus historias en Al Faro, un periódico digital latinoamericano muy importante. Hablaban de el Sol, era una figura en aquellos años. No sabía quién era”. Explicó que su apellido es algo así como Sol del Lindero, sin duda un bello apellido. Habló de lo bien escrito que está el libro por la periodista Karla María Gutiérrez, quien fue la impulsora de que este padre católico comparta su vida no tanto desde una biografía sino de un salirse él mismo para ponerse a lado de uno.
Karla narró cómo fue el encuentro con el padre y la sorpresa de que no se negó a que se escribiera un libro sobre él, ella fue la recopiladora, no sólo desde la perspectiva de este gran defensor de migrantes, sino desde los testimonios, la cercanía de la gente que lo acompaña y sobre todo sus inicios, qué es lo que lo motiva a ser quién es.
“Estoy muy emocionado de estar aquí porque somos una conjunción de personas que nunca más nos vamos a volver a reunir”, así comenzó su discurso Alejandro Solalinde. ¿Qué quiso decir con esto? Para alguien común, sólo serían coincidencias, pero para un defensor que expone su vida en todo momento y que es continuamente amenazado de muerte, es sin duda, externar una verdad.
A lo mejor los desconsuelo si les digo que el padre Solalinde continuó con un mensaje político, pero siento decepcionarlos, aunque tendría muchas razones y seguramente sabe muchas cosas, que vienen en el libro ¿eh?, pero se centró en la figura y vida de Jesús, sí, Jesucristo, ése el de la cruz. El padre Alejandro Solalinde contó cómo decidió romper con lo establecido desde que cursaba el seminario y se dejó guiar por el espíritu santo, asegura que Dios lo preparó para esta misión.
Me siento gratificada y afortunada porque soy una gran admiradora del padre Solalinde como la de algunas vidas de santos y me parece extraordinario que un hombre de iglesia pueda ser un revolucionario en serio, como lo fue Jesús en su tiempo. Los que han seguido su ejemplo son los que exponen su vida salvando otras, pues sí, eso es ser un misionero y lo expuso en la sala: ¿Quiénes de aquí están bautizados por la iglesia católica?, la mayoría alzamos la mano. Entonces vino la sentencia: “Pues las personas bautizadas son representantes de Dios”.
Sin duda, invito a leer este libro, saber por qué hay llamados a ser misioneros, no tenemos que ser sacerdotes, pero sí seres humanos comprometidos, valientes y justos. ¡Que así sea!
Y por último les comparto la dedicatoria porque va para todas las mujeres, amigas, hija, madre y todas las que formamos parte de esta idea de que hay esperanza: “Karenina. Gracias por ser mujer. Descubra a la heroína, a la misionera, a la defensora que hay dentro de usted”.
Tienen que saber que me porté como toda una groupie y fue tanta mi emoción que salí corriendo a comprar el libro, le decía a mi hija: “¡tómame la foto, tómame la foto!”, me planté enfrente con mi libro, lo extendí y le dije: “Padre lo admiro mucho”, me miró con ternura y acarició mi mejilla. Ese instante divino fue interrumpido por una señora enojada que me señaló la fila que ya había asignada para la firma de autógrafos. Me disculpé, de verdad no la vi. Sólo le repetía : ¡Qué pena!