La nueva realidad, un metarrelato… Eliminar para avanzar

Por: Armando Martínez Leal
@armandoleal71

No puede concebirse la fuerza sin la enfermedad
E. M. Cioran

Miles de personas en el mundo están muriendo, tal vez lleguemos al millón… tal vez lleguemos a más, o tal vez no lleguemos. En el espacio público mundial se respira un ambiente de desasosiego, casi apocalíptico, como si estos días fueran el presagio de aquello que vendrá. La catástrofe por la que hemos optado con vehemencia.

Ese deseo presente, reprimido, sublimado de la destrucción total, que no sólo está presente en el proyecto civilizatorio dominante, sino en los productos de la industria cultural, las imágenes que hoy, aparentemente son el vehículo fundamental de entendimiento, apuestan por esa subrepticia “realidad”; desde la imagen fija, en movimiento… hasta el
Gif, están permeadas de esa apuesta: el fin de los tiempos.

Es como si deseáramos la consumación del Infierno de Dante en la tierra. Un averno secularizado, que violentamente ha sido despojado de todo su basamento sagrado para en el plano secular, ser simplemente producto del avance tecnológico y de una neurosis por la destrucción. Agnes Heller en su texto: “Marcha fúnebre para un siglo.

Notas sobre Benjamin” señala que una de las características de la sociedad contemporánea, es su infausto deseo por la experiencia apocalíptica. Un ejemplo de ello es cómo la maquinaria hollywoodense explora el imaginario colectivo creando y alimentado una necesidad por el abismo.

Es como si, detrás de las experiencias de destrucción total, como la Primera y Segunda guerra mundial, sólo estuviera el impulso por el deseo de muerte; es decir, lo que llevó a la humanidad a las guerras mundiales fue su infausta necesidad de destrucción, más que otra cosa.

Tensar la cuerda, llevarla a un extremo donde millones de humanos son
sacrificados en torno al poderoso Dios, que cotidianamente engulle sangre, cuerposdesmembrados o infestados de virus.

En la orgía de la numeraria y sin un acuerdo específico sobre el dato acaecido, se señala que en el período que va entre 1914 a 1919 fueron eliminados casi 31 millones de humanos, entre combatientes y civiles, el desagregado de la cifra devela que, de los soldados de las naciones partícipes los muertos fueron un poco más de 10 millones; es decir, dos tercios de los fallecidos en la “Gran guerra” fueron civiles.

En esa sed de destrucción, en la Segunda guerra mundial, la cifra de muertes se triplicó, llegando a casi 90 millones de humanos. La técnica estuvo al servicio de la destrucción, la investigación y la ciencia superaron la guerra de gases que extraordinaria y fantasmagóricamente refleja Otto Dix, para llegar a los efectos de Hiroshima y Nagasaki, donde en segundos y con sólo apretar un botón Little Boy y Fat Man aniquilaron a más de 120 mil humanos… mujeres y varones, niños y ancianos. Hiroshima mon amour.

Miles de cuerpos destajados, quemados… la carne a flor de piel. Miles de cuerpos con leucemia… las variaciones y gradaciones del cáncer, son las secuelas de la técnica y el deseo de destrucción total satisfecho por un segundo.

¡Vaya orgasmo!

El cerdo grasoso y el pequeño niño sellaron la nueva dinámica civilizatoria, eliminar para avanzar. El antropólogo francés, Claude Lévi-Strauss señala como en la antigüedad, convergen los rituales de vida con los de muerte: una pareja sexando y casi a punto del orgasmo una enorme lápida de piedra cae sobre ellos, sobre el ritual, Bataille reflexionó hasta llegar al “El erotismo”.

Sin embargo, el ritual ha sido vaciado de sentido, lo trascendente ya no reside en un más allá, sino en el presupuesto de la muerte de Dios. El nihilismo ha generado una nueva neurosis: la destrucción total. Hemos matado a los ídolos, el tótem se ha inundado de polilla, los templos están vacíos, la humanidad ha olvidado los rezos.

Los nuevos rituales se consuman en los centros comerciales, en las
redes sociales, en una individualidad apilada, vuelta un mazacote… deforme, grumosa, que se alimenta en seguidores y Like; vuelta un mazacote que engulle cadáveres: Tu vecino a muerto, tu abuela ha muerto. Tú estas muerto. Escupimos deseos de muerte en 280 caracteres, desayunamos nostalgia, desamor, odio, deseo de muerte… eliminación
del Otro.

El próximo 6 y 9 de agosto se cumplirán 76 años de aquel extraño pacto, que el cerdo grasoso y el pequeño niño sellaron: eliminar para avanzar, el fausto pacto se ha masificado pero sin asidero histórico alguno, sin memoria; porque la nostalgia actual no atañe al pasado, porque el desamor se olvidó de Hiroshima, como se olvidó Chernobyl, porque optamos por el odio y la muerte, porque hemos perdido la capacidad de asombro
y nuestro instinto de supervivencia se satisface con un individualismo vacuo; la pregunta nietzscheana por el ser no retumba en los miedos de la contemporaneidad.

La racionalidad traspasó los límites del celuloide y del “time line” para apoderarse de la “realidad”, una que se birla y reaparece bajo el epitafio: “Nueva realidad”. Es como si el deseo neurótico por la muerte se hubiera vuelto una condena ¿autoinfligida? o ¿será la vieja condena divina que, ante la insatisfacción de su inventor por el comportamiento de su creación, decidió eliminarlos o expulsarlos del Paraíso? La contemporaneidad en lugar de optar por la redención se recrea en el espejismo del Infierno en la tierra, satisface su neurosis.

¿Pero quién crea esa nueva realidad?, ¿bajo qué acto de fe se funda?… si Dios ha muerto. ¿Quién decidió encerrar al mazacote?, ¿quién resolvió alienarlo hasta llegar a su paroxismo?, que se traduce en miedo, uno que inmoviliza hasta llegar al terror y que ya no es alimentado por un asesino serial, por el infanticida… el vampiro de Düsseldorf, que fascinantemente plasmó Fritz Lang en: “M”. ¡No! Ahora parece ser que la naturaleza ha
atentado contra la humanidad; el fantasma talibán ya no es suficiente… como tampoco lo fue el hombre con navajas en las manos, o aquel que desgarraba la cortina de un baño e inundaba la tina de sangre.

¿Quién crea la realidad? en el metarrelato fue un acto de autopoiesis. La realidad se birló de sí misma y se convirtío en nueva realidad. ¿El humano perdió su voluntad?… en esa obsesión por crear al Golem, éste se rebeló y creó la nueva realidad; donde ya no hacen falta armas de destrucción masiva, que aparentemente ya no espantan a nadie; sino virus que mutan… y eliminan a homosexuales (1984)… virus que mutan y eliminan a viejos, enfermos crónicos, aquellos comprometidos inmunológicamente, virus que mutan y eliminan a cientos de pobres, aquellos que no consumen.

La experiencia social creada por el Golem destructor, tiene su basamento en el miedo, el terror que crece al Otro, a tu vecino, a tu hermana, al pobre que tiene que salir todos los días para tener que comer, al espacio público. El Golem creó el miedo como el motor transformador, que atomiza a la masa al extremo que se vuelve un observador de la realidad.

La nueva realidad no implica la caída del capitalismo; probablemente emerja una nueva forma de acumular el capital, donde el uno por ciento de la población que se queda con la riqueza de casi el 90 por ciento restante, esté definiendo los derroteros de la nueva realidad, mientras que el resto expectante ve pasar la nueva realidad, de la cual hasta ahora no es partícipe.

Deglutamos barbarie, deglutamos el cadáver de mi vecino infestado
de virus, porque sólo así llegamos a ese orgasmo que nos permite apaciguarnos por un instante, porque luego regresaremos a la caza por más muerte.

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