Por Anahí García Jáquez/Radio Gatell
Tokio. 1955. Jumpei Niki es un maestro y entomólogo aficionado que hace un viaje a una villa para recolectar insectos y examinarlos. Al perder su autobús de regreso, los pobladores lo llevan a una casa para que pase ahí la noche, pero no es una casa cualquiera, sino una que está sepultada por la arena. Ahí vive una mujer que contribuirá a que su experiencia sea única.
La mujer de la arena es un trabajo del escritor japonés Kobo Abe y es, quizá, el más reconocido, puesto que su temática, además de original, viene cargada de muchos mensajes.
Este texto está contado de forma lineal por un narrador en tercera persona, pero en ciertas partes está narrado por el protagonista para que así podamos conocer el interior de su mente, ya que sus circunstancias son por demás atípicas:
Una vez que ha pasado la noche en dicha casa, los locales le quitan la escalera por la cual podría ascender para salir y esto se debe a que quieren forzarlo a
trabajar en la excavación de arena, ya que representa un ingreso para ellos y, como la mayor fuente se encuentra justo en la casa de esta mujer, que es viuda y ha perdido un hijo, le han asignado el ayudarle y, por ende, vivir con ella.
La mujer ha aceptado ya con resignación su destino, mientras que Jumpei lucha contra él de la misma forma con que lo hace contra la arena, que es el enemigo a vencer debido a que se mete por todos los rincones de la casa.
Esta novela consta de muchas reflexiones provenientes de la mente del protagonista, quien es un hombre muy analítico y no puede evitar el desmenuzar cada circunstancia que está viviendo, así como el pensar, ya que ahí es donde es realmente libre, puesto que está imposibilitado de dejar ese lugar.
Sus observaciones hacen que el lector se cuestione el porqué del conformismo tanto de la mujer como de la población, que no piensan en otro modus vivendi que no sea el de la arena, además de la enajenación que le produce el trabajo diario de excavar para poder sobrevivir dentro de esa casa, ya que las filtraciones hacen imposible hasta el respirar normalmente.
La convivencia diaria con la mujer hace que se genere entre ellos una relación sexual que es meramente carnal (básicamente porque no hay alguien más alrededor ni otra cosa qué hacer).
Y es aquí donde el autor hace uso de las descripciones, apelando al uso de los sentidos, más en específico las sensaciones producto de ese contacto físico, así como el sentir la arena en la piel, la nariz o simplemente flotando en el ambiente y que son percibidas por Jumpei.
Un acierto es también la creación de una atmósfera por demás opresiva, por lo que el lector sentirá la claustrofobia propia de estar confinado en un espacio compartido con un elemento que en todo momento se hace presente, por lo que Jumpei, por muy aislado que esté, no está solo. La arena siempre está ahí.
La mujer de la arena es un texto corto y fácil de leer, con un lenguaje muy sobrio pero para nada frío, ya que logra transmitir la soledad, lo inútil que sería el intentar rebelarse y lo imposible que sería escapar de esta situación por demás surreal.
El lector no sabrá distinguir entre quién es más villano: si los pobladores de la aldea, que con su indolencia han forzado a Jumpei a permanecer en ese lugar, o la arena misma, que no para de llenar todos los espacios y que se convierte en una cárcel, aun y cuando su composición hace que fluya entre los dedos, pero a su vez es capaz hasta de asfixiar.
La mujer de la arena. Kobo Abe. 1962. Editorial Siruela.
