Por Abraham Díaz
Los altoparlantes instalados alrededor del zócalo anunciaban que este espacio estaba a su máxima capacidad. Eran tan sólo las 5 de la tarde y ya no cabía ni una sola sombra en el asfalto, cada centímetro cuadrado del mismo estaba habitado por seres abstractos que lo mismo intentaban sentarse que permanecer impávidos ante el pertinaz sol.
Las anécdotas circulaban como moneda de cambio entre los asistentes, quienes buscaban acortar el tiempo y su dificultosa estancia sentados o de pie, recordando los conciertos a los que han ido, las borracheras de un día anterior o el cómo conocieron el héroe sideral que estaba por arribar al espacio preparado para el ritual sonoro que conjuntaría sensaciones y recuerdos.
El suelo estaba al mismo nivel para todos. Obreros, profesionistas, amas de casa, estudiantes, desempleados, chavos hipters, milenials, metaleros, punks, incluso hip hoperos, a todos los unía la presencia del mítico músico inglés y la única clase que los diferenciaba era los acentos con los que cada uno relataba sus vivencias.
Poco antes de las 8 de la noche, el viento recorría los altoparlantes envolviendo nuestros sentidos y erizándonos la piel. En la gigantesca pantalla, la luna seguía su curso, más de uno grito de alegría pues el concierto estaba por iniciar.
Eran las ocho de la noche cuando el legendario bajista de los míticos Pink Floyd, Roger Waters salió al escenario ubicado frente a la Catedral, pues ese día él oficiaba una misa musical que dio inicio con Speak to me, a la que siguió Breathe… el viaje había iniciado.
Con un ¡Hola!, Waters incendió la plaza mayor capitalina, un estallido de júbilo se suscitó entre los miles de asistentes que ya para ese entonces, se fundían en un solo ser, en una sola voz que entonaba cada una de las piezas que el músico inglés interpretaba.
El oráculo convertido en una enorme pantalla que abarcaba todo el escenario, reflejaba mundos paralelos, pesadillas y hasta sueños, era el momento justo para que Time sonara y extasiara a los ahí presentes que ni se inmutaron ante las grandes las lágrimas que Tláloc soltó también conmovido por tan impresionantes espectáculo.
Con bolsas de plástico en la cabeza, impermeables, pedazos de hule a forma de capa, incluso, si más que su propia humanidad, los asistentes ni se inmutaron ante la pertinente lluvia que no hizo más que ambientar perfectamente el concierto, los paraguas estaban prohibidos, a riesgo de recibir un botellazo o una mentada.
Con The great gig in the sky se abrió el cielo, las dulces voces de dos cantantes lanzaban ondas sonoras que hipnotizaban cual canto de sirenas, más de uno cerraban los ojos para penetrar ese cielo del que hablaba la pieza, las lágrimas rodaban o quizás la lluvia arreciaba, el hecho es que nadie escapó al impacto sonoro de Waters.
No faltaron los clásicos pinfloydianos: Money, Shine On You Crazy Diamond, Wish You Were Here, pero la locura reinó con Pigs on the Wing, donde el escenario simuló a una fàbrica donde se proyectaba la imagen de Donald Trump; los miles de asistentes avivaron la silbatina contra la imagen del citado personaje.
Los gritos colmaron el zócalo capitalino tras el fuerte zumbido de un helicóptero que anunciaba la tan esperada Another Brick in the Wall, el pandemonio sonoro se apoderó del lugar, las palmas de las manos bailaban a un mismo ritmo y generaban un poderoso acompañamiento.
Mother fue el momento justo cuando en la pantalla apareció el polémico mensaje “Renuncia Ya”, que causó la ovación del público, quienes al unísono entonaban el coro de esta gran pieza que generó miles de recuerdos y sensaciones proyectadas en las lágrimas de algunos asistentes.
El suelo se cimbró con Run like hell, para continuar con gran Brain damage, pieza que preparó a los presentes para ser parte del alucinante espectáculo visual que los lásers producían: un haz de luz se fragmentó en diversos colores al atravesar un triángulo reproduciendo la imagen de la legendaria portada del Dark side of the moon, ¡impresionante!
Waters leyó una carta donde pidió que se derriben los muros de los privilegios de algunos y le solicitó al gobierno mexicano que escuche a su gente, quienes están listos para un cambio, discurso que fue enmarcado con Eclipse, pieza que cerró el concierto, cuyo encore, Confortably Numb hizo literalmente estallar el escenario, que fue iluminado por las denotaciones de los fuegos artificiales que relumbraban resplandeciendo en el cielo.
Roger Waters hechizó al público que se dio cita en el Zócalo capitalino. Más de 200 mil almas disfrutaron de un concierto gratuito que duró dos horas y media, en las cuales, todos… todos disfrutamos el lado luminosos y sonoro de la luna.