La invención de La Catrina

Por Agustín Sánchez

 

José Guadalupe Posada jamás realizó ninguna calavera que llevara por nombre “La Catrina”.  En 1930 se publica una Monografía de 406 grabados de José Guadalupe Posada, cuyos editores fueron Francés Toor, Paul O´Higgins y Blas Vanegas Arroyo; Diego Rivera escribió la introducción.

En la página 160 aparece la “Calavera Catrina”, una de las obras maestras de Posada, imagen que se ha convertido en uno de los íconos de nuestra identidad nacional. Aparentemente el asunto no pasó a más.

Sin embargo, en 1948 Diego Rivera pinta el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central;  en el Hotel Del Prado, dibuja a una calavera muy bien vestida, paseándose del brazo de un elegante Posada, mientras  Diego niño toma de la mano a la calavera y Frida Kahlo se encuentra detrás.

Este es el momento clave de donde arranca la fama del grabador y su creación; durante sesenta años se convirtió en una verdad absoluta: “La Catrina la hizo Posada”.

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Pero no es así. La hoja donde apareció originalmente dicha obra se llama “Remate de calaveras alegres y sandungueras”  y lleva el subtítulo: Las que hoy son empolvadas garbanceras pararán en deformes calaveras. Es decir, lo que hoy llaman “Catrina”  en realidad representaba a una ”india garbancera” , como se les llamaba a aquellas ladinas que querían ser como sus patronas, gachupinas.

“Hay unas gatas ingratas,

muy llenas de presunción

y matreras como ratas,

que compran joyas baratas

en las ventas de ocasión”.

 

Las “gatas ingratas”, las garbanceras, poco tenían de catrinas, de elegantes señoras.

 

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