Columna: Debajo del reloj
Texto y fotos por J. Tonatiuh Pérez Cisneros
La siguiente historia ocurrió en la estación del Metro Merced, Línea 1. El día parecía ser normal, mucha gente entrando y saliendo, gritos, risas, riñas.
En los andenes una mujer se recargaba en la mampara. Algún problema no la dejaba tranquila. Dinero, amor, familia, solamente ella sabía lo que la obligó a terminar su vida de la forma más común en el Metro: arrojarse al paso del tren.
La escena fue dantesca. Según testigos el cuerpo quedó boca abajo. El pecho destrozado e irreconocible. Sacaron el cuerpo de las vías y lo depositaron en el baño de la estación a la espera de que llegara el Ministerio Público.
La macha del vital líquido quedó en los durmientes y vías, mismas que fueron cubiertas por los químicos blancos de un extintor. Horas después, el servicio se normalizó y el incidente pasó a ser un número más en las estadísticas de los suicidios en el Metro.
La historia del incidente terminó con el reporte final del MP. El día seguía su curso y el recuerdo de la mujer que decidió arrojarse a las vías ya era una anécdota más.
Pero a las 00:20 horas el sonido del silbato de los policías anunciaba que el último tren arriba al andén. El fin del servició en la estación más caótica, Merced, llegaba su fin. El tema de la mujer fue parte de la conversación de la noche.
La mitad de los elementos descansaba y la otra hacía la guardia. Algo macabro estaba por pasar a dos de los elementos que tuvieron contacto con el cuerpo de la mujer.
De manera inesperada, a uno de ellos lo despertaron cuando le jalaron las piernas. Al otro, y con diferencia de unos segundos, lo sacudieron jalándolo del cabello. Encendieron la luz pensando que era una broma pesada, pero en el cuarto nada más se encontraban ellos dos.
Salieron y comentaron lo ocurrido con sus compañeros, o como se dicen entre, ellos “parejas”. Entre risas nerviosas e incrédulas mencionaron que nadie ha entrado o salido de su permanencia.
Uno de ellos comentó que lo más seguro es que haya sido el enojo de la señora que se suicidó por la mañana, ya que su rostro tenía esa facción.