Por Angélica Ruiz
Lunes 19 de diciembre, 2016.- Hoy lunes teníamos una cita Betsy. Por fin se nos haría saborear esos deseados y apetitosos, pero también prohibidos hot-cakes que tanto planeamos. Pero antes, decidiste cumplir con otra cita más importante: la de tu propio destino. El martes pasado volaste como el Ave Phoenix que fuiste los últimos años de tu vida terrenal.
Volaste tan alto que ahora eres una estrella todavía más luminosa querida Betsy. A lo largo de todos estos años, lo único que sembraste fue amor, bondad, generosidad, sabiduría… y todo esto, por si fuera poco, lo aderezaste de un talento artístico sinigual y una voz maravillosa, fuera de serie, a la cual todavía se le siguen estudiando los registros que lograbas alcanzar en aquella plenitud vocal, además de una creatividad fuera de serie. No en balde eres la Reina del Blus.
El mismo Papa John Creach te lo dijo un día: “tu voz es única. Seguro tienes sangre negra escondida en el cuerpo”. Y quizás así era, la mezcla de tu vena catalana y gringa, como decías, habla de una riquísima mezcla histórica.
Tu carrera artística está plagada de aciertos y soprendentes matices: lo mismo componías, que interpretabas blues, rock y hasta ranchero con una sensibilidad electrizante. Tu temperamento y tu propia historia se inclinaban hacia lo más profundo de las emociones. Por eso te encantaba la canción ranchera, porque a este género lo considerabas “el blues mexicano, porque duele, es desgarrador y al mismo está lleno de sensualidad…” decías.
Nunca paraste y siempre te rodeaste de grandes e incontables artistas por su talla y talento, pero también por tu natural generosidad de abrazar a todo aquel que se acercaba a ti. Compartiste tu vida y el escenario con muchos que ahora son también íconos del rock y de la música de este país. De hecho, muchos de ellos, si no es que la mayoría, te acompañó para despedirte como la reina que eres.
Tu salud nunca impidió que llegaras a donde quisiste. No importaba lo que tu cuerpo dijera; tu espíritu impetuoso ganaba las batallas. Nunca quisiste verte y menos que te vieran “como enfermita”. Al contrario, tu dignidad y tu fuerza arrollaban.
Bien lo describió nuestra querida Karenina Díaz, a quien me atrevo a citar:
“Betsy me deslumbró con una sonrisa de oreja a oreja. Enseguida me llamaron la atención sus ojos, eran muy cristalinos, me tendió su mano suave y sentí mucha paz. Ella era toda revolución, pero de verdad que su alma pesaba lo que su cuerpo, era liviana. Entendí entonces que su mente era la que gobernaba todo. Yo soy una gran admiradora de las mujeres, y sobre todo de las mujeres extraordinarias, pero Betsy me pareció «sobrenatural» y eso pocas veces se ve en la vida, era una artista sencilla y esto también se agradece. Sabía que su estado de salud no era el óptimo, pero no se le notaba, su rostro era muy limpio, muy lleno de vida, sus ojos, ya lo dije, muy luminosos, y eso me hablaba de alguien que ya estaba más allá del bien y del mal”.
Y en efecto, Betsy estuvo durante mucho tiempo más allá del bien y del mal. Cuando uno hablaba con ella, era de un gozo completo, lo mismo podíamos hablar de las cosas más simples de la vida, que del lado opuesto de las circunstancias; pero en todo momento tus palabras eran de una sabiduría y humildad impresionantes. Nunca hacías sentir menos al otro, por el contrario, podías ser dura, exigente, directa, pero nunca arrogante.
Lo vi con tus pares, tus colegas, tus alumnos, tus amigos artistas con los que trabajabas y con toda la gente que te rodeábamos: Eras puntual en tus decisiones y requerimientos; pero siempre respetuosa del otro.
Betsy logró hacer una gran familia a la que cuidó como quien cuida a sus hijos. Se rodeó de gente maravillosa que la secundó por casi toda su carrera desde que llegó a México, incluido cada miembro de la señora banda con la que trabajó.
El hueco que deja es insustituible, y por lo mismo, su legado musical y personal jamás se extinguirán. No por nada ya se barajan varias ideas para continuar el trabajo y los planes que Betsy tenía en mente, pero que ya no le dio tiempo concretar.
Haberla conocido y trabajar con ella la última etapa de su carrera, fue sin duda un regalo infinito que la vida me obsequió a través de mi muy querido Arturo Mendoza, otro ser maravilloso a quien le estaré eternamente agradecida.
Muchas, muchas gracias querida Betsy por seguir siendo luz y una inagotable fuente de inspiración. Hasta siempre!