Guernica: el espejo de los criminales de guerra

Por Rivelino Rueda

Armábanse unos contra otros 

en ejércitos enteros; 

pero los ejércitos, 

ya en marcha, 

empezaban de pronto 

a destrozarse ellos mismos, 

rompían filas, 

lanzábanse unos guerreros 

contra otros, 

se mordían 

y se comían entre sí.

Fiodor Dostoyevski/Crimen y Castigo

Guernica no cambia. Guernica se encapsula y se adapta a los tiempos. Guernica es el guerrero con la flor y la espada en lontananza y es el napalm ardiendo en la piel de una niña vietnamita. Guernica es el bombardeo de saturación de la aviación nazi en Róterdam y es el hongo atómico en Hirosima y Nagasaki.

Guernica es el rocinante en llamas y el alarido de una mujer con su crío muerto en los brazos. Es el bombardeo de saturación en la actual guerra de Ucrania. Guernica es cápsula que cabalga en la desolación del cataclismo bélico y es Marte pasando a cuchillo a millones de prisioneros.

“¿Usted hizo esto?”, preguntó un oficial de la Gestapo a Pablo Picasso, en su apartamento de París, luego de la invasión nazi a Francia, en junio de 1940. 

El alemán señaló una fotografía del Guernica.

–» No, ustedes lo hicieron” –respondió el malagueño, quien había ejecutado ese poderoso ícono del arte universal a petición de la Segunda República Española tres años antes, para el pabellón español en la Exposición Internacional de París de 1937.

Las atrocidades incomodan. Los crímenes de guerra son los cuchicheos perpetuos en los oídos de los tiranos. El Guernica es el espejo de esos dementes que asumen que asesinar a la población civil en una guerra es la fórmula para derrotar al “enemigo” y encumbrarse como héroes nacionales.

También el Guernica es ubicuidad. Es la metralla clavada en la espalda de un euskaldun que grita al cielo durante la Operación Rügen. El Guernica son los fragmentos letales incrustados en las entrañas de niños ucranianos en la estación de tren de Kramatorsk en la reciente invasión rusa a aquella nación.

Es la gelatina ardiendo en los cuerpos de cientos de vietnamitas en Trang Bang por la esquizofrenia estadounidense durante la guerra fría y es el delirio soviético en contra de civiles indefensos afganos, pero también en contra de sus propios jóvenes –como lo narra Svetlana Aleksiévich en su libro Los muchachos de zinc— durante la invasión a finales de 1978.

Es el genocidio israelí en Palestina. Es Yemen. Es Belgrado. Es Kosovo. Es Santiago. Son las Malvinas. Es Beirut. Es Tokio. Nueva York. Teherán. Londres. Dresden. Coventry. Damasco. Plaza de Mayo. Berlín. Róterdam. Donetsk. Alepo. Bucha. Bagdad. Kabul. Daesh. Trípoli. Bosnia. Basora. Cheongsong. Sinuiju. Varsovia. Stalingrado. Ciudad de Guatemala. Managua.

A ochenta y cinco años del bombardeo a la población de Guernica, durante la Guerra Civil Española, y a ochenta y cinco años de la creación de uno de las obras de arte más poderosas de todos los tiempos, el cuadro de Pablo Picasso taladra los argumentos guerreristas de los señores de la muerte.

El ícono antibelicista es el ojo de George Orwell que penetra sigiloso en los palacios de los imperios. Es el que, con su sola presencia, orilla a déspotas como Vladimir Putin a castigar al que llame a la guerra, “guerra”; a una invasión, “invasión”; bombardeo a población civil” a un “bombardeo a la población civil”, y a los crímenes de guerra, “crímenes de guerra”.

El Guernica también es esa presencia implacable y devastadora que orilla a que su simple réplica sea mandada a cubrir por los imperios para anunciar una nueva odisea de terror.

Como ocurrió en enero de 2003 en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde el secretario de Estado de la Unión Americana, Colin Powell, anunció el inicio de las operaciones militares de ese país en la llamada “primera guerra del Golfo Pérsico” y los primeros bombardeos en Bagdad, capital de Irak, ordenada por George Bush padre.  

“No sería conveniente que el embajador de Estados Unidos ante la ONU, John Negroponte, o el mismo Powell, hable de guerra rodeado de mujeres, niños y animales que gritan con horror y muestran el sufrimiento de un bombardeo. Menos aun cuando esa guerra comenzará con una campaña aérea”, dijo en aquel entonces un diplomático estadounidense.

El Guernica es además el Caballo Rojo del Apocalipsis que guía a los otros tres. El que relincha al cielo en el cuadro de Picasso, deforme, llagado de ira y miedo por el horror que se desarrolla en los cuatro puntos cardinales. 

El que, envuelto en llamas, ruega al Céfiro detener la masacre. 

Y sí. El Guernica es el eterno recordatorio de que no hay “guerras buenas” y “guerras malas”. Que las guerras suelen cuajar en las mentes de criminales, no de héroes.

@RivelinoRueda

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