Estados Unidos y su debacle comercial actual

Por Víctor Manuel Del Real Muñoz

Estados Unidos paga las facturas de los excesos que la extrema globalización financierista internacional de corte neoliberal (léase, la plenitud del paraíso de las grandes corporaciones bancarias y bursátiles desregulados desde Nueva York y Chicago en esos años) causaron en detrimento de la estabilidad comercial de este país.

La postura firme, y en algunas ocasiones entendible, en función de las contradicciones con que opera el capitalismo contemporáneo en el mundo, del Presidente Donald Trump para hacerle frente al déficit comercial progresivo en Estados Unidos desde 2008.

Este déficit en promedio conjunta un 12,5%, según cifras del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y que se aproxima a las cifras que el Banco mundial maneja sobre dicha variable macroeconómica a 2018, en torno a una guerra encarnada con China.

Sobre todo por el regreso de muchas de las empresas norteamericanas establecidas en aquella nación con la consigna casi obligada de volver a emplear trabajadores de nacionalidad exclusivamente estadounidense, además de cerrar o reorientar algunas de sus alianzas comerciales por el mundo, no ha sido suficiente para subsanar esas heridas que la fragilidad económica estadounidense denuncia en su reciente actualidad de forma alarmante.

La balanza comercial de Estados Unidos casi con todos los países con los que ostenta alianzas comerciales es deficitaria, extrañamente salvo México, esto último no se sabe si por la constante subordinación a la que nuestro país se somete para con Estados Unidos en materia de regulación económica y obediencia de recetas y programas de desarrollo, sean neoliberales o proteccionistas, o por la fragilidad estructural de nuestro país en comparación con Estados Unidos.

Si bien el dólar estadounidense se ha mantenido firme, pujante y fuerte a escala mundial como principal divisa, el programa de incentivos fiscales especiales para empresas y circuitos de capital industriales y comerciales de Estados Unidos, así como la regulación rigurosa a la que se ha sometido el capital financiero, al menos en sectores básicos, aunado a las diferente disputas contra otros países con los que Estados Unidos mantiene relaciones comerciales, y a los cuales en la actualidad les intenta sacar ventajas favorables, no ha servido de mucho para equilibrar la estabilidad macroeconómica de Estados Unidos, y poder presumir de una recuperación masiva de la tranquilidad económica del país.

Aun así, la recuperación salarial de Estados Unidos en términos generales, así como el control en la estabilidad de precios, derivándose en una crecida inflacionaria promedio del 4,3% según cifras del Banco Mundial para Estados Unidos en 2018, generan un incentivo que pudiera derivar en una llave electoral en pro de la posible victoria de Donald Trump en torno a una posible reelección de este último en el siguiente periodo de elecciones en Estados Unidos.

Está claro que, para los más puristas, sobre todo aquellos analistas de corte Keynessiano, el proceso de cambio en los patrones y las prioridades en materia de economía en Estados Unidos han de tardar aún más.

En todo caso, aluden algunos, como Paul Krugman, con Donald Trump y el fenómeno del Trumpismo, se han de establecer las bases para que este paradigma económico que se orienta hacia el proteccionismo / nacionalismo económico se termine de establecer en el largo plazo en Estados Unidos.

Hoy el programa nacionalista con su argumento de América First cobra mayor relevancia, mayor sentido y sobre todo mayor vigencia en muchos de sectores estratégicos tanto de los circuitos de capital productivo, tecnológico y de alto valor agregado, como de trabajadores al interior de los Estados Unidos.

Especialmente aquellos que ideológicamente desean y anhelan el patrón WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) de origen fundacional, es decir, el regreso a los cimientos de origen del Proyecto de nación en este país, que a decir de muchos de sus voceros, en años anteriores se encargaron de destruirlo.

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