El Covid-19, también es cuestión de educación

Por Karenina Díaz Menchaca

“¡Eso no existe!, “¡eso no existe!”, gritaba desafiando a sus posibles compradores de paletas heladas. Minutos antes un joven se le había acercado recomendándole el uso de cubrebocas y gel antibacterial. “Así nadie te va a comprar mano”. “Eso no existe” y se reía sarcástico dando poder a una vigencia de salud aparente.

Había un reducido grupo en el Monumento a la Revolución, parece ser que tramitaban algo, quizás un apoyo gubernamental y el paletero tuvo esperanzas de hacer su venta ese día aprovechando la minoría, pero no lo logró. Él mismo se sintió desconfiado de lo que él mismo irradiaba: Ignorancia. Miedo.

Así como el paletero, otros también han gritado: “Eso no existe”. Tienen la esperanza de que en realidad sea una burla del gobierno. Siempre el gobierno. Los mexicanos tenemos sellado (en el cerebro)  que TODO es culpa del gobierno.

¿Por qué?, ¿De qué ha dependido que el Covid-19 sea creíble en cierta población en México?

Leí un estudio que realizó la Universidad Popular del Estado de Puebla UPAEP a mil 500 personas en donde se determinó que las que no creían que existiera la pandemia de Covid-19 eran personas con bajo nivel de escolaridad, “es decir, suelen ser personas que únicamente acabaron la primaria o secundaria”.

Es importante recalcar que México es el tercer país dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor número de jóvenes que no estudian ni trabajan (superado sólo por Turquía e Israel).

El porcentaje de mexicanos con titulación secundaria o superior ha aumentado en los últimos años, pero sigue 30 puntos porcentuales por debajo de la media de los países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), según su último informe sobre el estado de la educación en el mundo, con datos hasta 2017.

“La escolaridad promedio es de tan sólo 8.7 en cuanto a grados, lo cual equivale a segundo de secundaria y se vuelve razón fundacional de nuestro desarrollo trunco. Donde 43 por ciento de la población de quince años o más no cuenta con una educación básica completa. Donde 56 por ciento de los mexicanos evaluados por la prueba PISA —la mejor métrica internacional— se ubican entre los niveles 0 y 1, es decir, sin las habilidades mínimas para enfrentar las demandas de un mundo globalizado, competitivo, meritocrático. Datos según el libro de Denisse Dresser, El País de Uno (ed. Aguilar).

Es decir  que de cada 100 estudiantes que ingresan a la primaria sólo 68 completa la educación básica y sólo 35 termina la primaria. Sólo 8.5% de la población cuenta con licenciatura. Sólo 3 % de la población indígena completa al menos un año de Universidad. Únicamente 1 de cada 5 mujeres indígenas entre los 15 y 24 años sigue estudiando.

Según un artículo de CNN español, se evaluó lo siguiente: Otra cosa ocurre si se miran los números absolutos de dinero gastado por estudiante en la educación obligatoria, el de México es el más bajo de toda la OCDE, según el informe. En concreto, los datos muestran que en 2015 México no llegó a gastar 4.000 dólares por alumno durante toda su vida educativa (desde primaria hasta la educación terciaria), mientras que la media de los países de la OCDE es de 10.522 dólares por estudiante.

Según un estudio realizado por el Coneval, tan sólo del 2015, estas fueron las cifras de cómo ha ido disminuyendo, por muy poco las estadísticas de analfabetismo.

Reculando a Denisse Dresser en su libro El País de Uno enfatiza: Estamos tan “indoctrinados” por nuestros Libros de Texto Gratuito que no entendemos cuán deficientes y obsoletos son. No entendemos la forma en la cual se nos ha negado lo que siempre ha sido nuestro, de todos: el derecho a la educación.

Conclusión, la misma de siempre, la pobreza y la educación parecen no llevarse bien en este país, son sinónimo de  atraso. No siempre la regla se cumple y siempre estamos esperando que el gobierno solucione lo que tiene que solucionar. Sin embargo, la idiosincrasia de creer más en amuletos, en brujos y supercherías arrasa toda ciencia de un virus gigante con cabezas que parecen corona y que se deposita en nuestros pulmones haciéndolos estallar.

Por eso se dice de forma vulgar, que el miedo y la ignorancia, combinadas, son mortales. Pero así somos y parece que esto no va a cambiar. Somos un híbrido cultural que de pronto nos aletarga y de tanto en tanto nos une a un cosmos con códigos que sólo nosotros conocemos.

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