Mi dieta en la luna llena

Señoras y señores admiren  las gordas, muy gordas

que hermosura de gordura abandonen las dietas

engordar para gozar, gozar para engordar

 

-Javier Gurruchaga-

 

Por Carlos Alonso Chimal Ortiz

Foto: Eréndira Negrete

Me llamo Moisés y hace unos meses, debido a mí sobre peso, parado frente al espejo, desnudo y con esa mirada que hacen los mecánicos cuando ven un cofre golpeado y dicen:

–«¡Uy joven! ¡Ese golpe no sale tan fácil!”

Decidí ponerme a dieta. Guardé mis carnes y me dispuse a buscar dietas por toda la internet. Empecé con la dieta de la luna. No sé si sepan, pero con esta dieta sólo puedes tomar líquidos, sin azúcar, sin sal, sin nada durante 26 horas.

En la hora 23 yo ya le aullaba a la luna y pues nadie me dijo que no se podía fumar durante esas 26 horas. Para ese momento ya me estaba terminando mi segunda cajetilla de cigarros cuando me percaté de eso. Mandé a la chingada a la luna y me fui al puesto de tacos, a donde llega la banda que esta medio flameada después de la fiesta.

Al otro día no salí del baño por la diarrea que tenía, pero no baje nada. Parecía que la báscula sonreía cada vez que me acercaba a ella. Durante las 23 horas que estuve en ayuno me pesé 52 veces.

Dos días después, ya más repuestito de mi «córrele que te alcanza», mi vecina cincuentona, Carmelita, la del segundo piso, esa que siempre está a dieta y soltera, supongo que me vio la cara de desesperación y derrota, y seguramente escuchó cómo le aullaba a la luna en la azotea la otra noche. Y me dijo:

–¿Moises? ¿Estás bien?

–Sí Carmelita, muchas gracias. Estuve un poco mal de la barriga pero ya todo bien.

–Pues por ahí me dijo un pajarito que quieres bajar unos kilitos…

Voltee a mirarla. No la vi tan gordita como siempre. Esas veces que mentalmente le decía, «pinche gorda», es porque venía de malas y esas cosas. Pero me cae que ya no la vi tan gorda. Hasta sus cositas tiene, grandes, voluminosas. Le escurría el sudor por su frente y yo me le iba acercando.

–¿Sabes? Estoy tomando unas pastillitas y puedes comer lo que quieras y lo mejor es que no causan rebote

¡Pinche gorda! No sé si lo dije o lo pensé, pero eso de drogas y ese tipo de pastillitas ya me las sé. ¿Acaso creen que no vi «Réquiem por un sueño»?

–Gracias Carmela, pero ya tiene tiempo que no le hago a eso. Con permiso.

–Espérate Moises. También tengo la dieta de los 13 días…

Regrese los tres escalones que había subido, y le pregunte:

–¿Y esa cómo es?

Les explico más o menos de que va.

Resulta que durante 13 días en los desayunos te tienes que comer un bísquet y todo el café que quieras y uno que otro día un té. En la comida, huevos, bistec o pollo, y para la cena también huevo o bistec y todo el jamón que quieras, algo así. La cosa fue que cuando la leí me enamore de la dieta y de Carmelita.

La mera verdad las porciones me valieron un poco de madre y los siguientes 13 días me di un atracón que nomás yo no veía la hora de bajar de peso. Diario me pesaba de dos a tres veces para verificar si ya había dado algún resultado la milagrosa dieta…

–¡Por lo menos un kilito¡ ¡Solo un kilito te pido!

Así le rogaba a la pinche báscula que sólo me hacía hacer corajes, pues al finalizar la famosa dieta de los 13 días no baje ni un solo kilo, al contrario aumenté 6 kilos 800 gramos.

¡Qué poca madre! Pero de todo esto si salió algo bueno: Dejé de fumar, ya que no prendí un solo cigarro en esos 13 días. No fuera la de malas e interfería en mi adelgazamiento, pero voy a descansar unos mesecitos de dietas, y ya para enero le echo ganas.

Para tener 30 años creo que estoy bien con estos 51 kilos.

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