Cuentos de hadas

Por Astrid Perellón

 

Bueno y ¿a qué tanta fábula y cuento?, dirán algunos.

 

Los cuentos de hadas entretienen, muchas veces enseñan una o dos cosillas pero su verdadero valor consiste en devolver a los niños la sensación de poder, de estar acompañados, que alguien se interesa por ellos y que, en algún momento sus circunstancias pueden cambiar llegada la oportunidad (el hada). Los hace observadores, esperanzados y perseverantes.

 

Las fábulas hacen lo  mismo por los adultos. Les devuelven el poder, los hacen sentir orientados, que son libres de decidir y que, el algún momento pueden cambiar sus circunstancias aprovechando la oportunidad (la información). Los hace receptivos, aclara su mente y los hace continuar con distinta actitud.

fa-fabulas

Ya sea que leamos cuentos de hadas modernos o antiguos, fábulas o parábolas bíblicas, la información y las oportunidades están ahí. ¿De qué depende que uno las interprete a su favor? ¿Por qué una película simplona puede dejarnos una sensación de plenitud y, a veces, un gran documental no logró cautivarnos o mover nuestras fibras más sensibles? ¡Ah! Es que la magia no está en esa información sino en la receptividad del individuo.

 

Es aquel <<estado de gracia>> o buena disposición para que algo mágico ocurra. Dicho con más precisión, es la claridad mental de la cual surgen las grandes ideas o se entablan las conexiones entre la información recibida y su aplicación a nuestro favor. No hay grandes secretos o fórmulas en esta era donde todo está exhibido para quien busca con las palabras clave atinadas y discierne entre el mar de datos disponibles. Las hadas, la magia, las oportunidades abundan y flotan entre nosotros; no hay una única que llegue y se vaya para siempre. Están por siempre atentas a proveer del flechazo o momento luminoso como lo demuestras todas las fábulas del ayer y del siempre, del aquí y el ahora, del pronto y eternamente. No tiene caso inventar una más si todas están ahí pero HAY QUE PERMANECER RECEPTIVOS.

 

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