Por Sebastián La Mont
Había varias bandas. Las tocadas empezaban a las ocho de la noche, yo podía llegar a partir de las nueve y me estaba comiendo la angustia porque no sabía si mis amigos serían los primeros en subir.
Le mandé un mensaje a Punky: “¿Sabes a qué hora tocan? Alan me dijo que los iban a sortear”. Me contestó que a eso de las nueve y media. La calma regresó a mí.
Me encontré con otro de nuestros amigos, Álvaro, un tipo alto, casi tan barbón como yo, y bastante galán. Nos conocemos desde la prepa, aunque con algunos del círculo me llevo desde la primaria. Camaradas de por vida.
Aunque algunos los hemos perdido, ya que nos hemos peleado, nuestros caminos han tomado rumbos diferentes. En algunos casos porque se fueron antes de que les tocara. A esos los recordamos como los conocimos en vida. Haciendo la fiesta. Pero divago.
El caso es que nos encontramos afuera de su casa y nos fuimos caminando y platicando hasta el Multiforo 246 en la Colonia Roma. La banda de mis amigos toca en donde sea que les den un espacio.
Al fin llegamos y nos encontramos con los demás. Nos empezamos a saludar como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo.
A veces un mes es una eternidad cuando estimas tanto a alguien. Y como todos ya tenemos responsabilidades de adultos, pues es complicado que se junten tantos en un solo lugar. Los mayores siempre nos dicen “crecen tan rápido”, pero cuando se ven creciendo unos a otros, no nos damos cuenta ni a qué hora pasó.
–¿Oye wey, Punky te dijo que iban a tocar a las nueve y media? ¡Ese güey ni está aquí! ¿Cómo iba a saber?
–¡Pues fue lo que me dijo! Bueno, si todavía no han empezado, no hay bronca.
La organización era un caos. Primero les dijeron que iban a tocar a las nueve y media, luego que a las diez, luego que a las diez y media porque el ingeniero en audio se traía no sé qué desmadre con no sé qué cosa, y entonces lo único que nos quedaba por hacer era ponernos a beber. Aparte era noche de “promos”, dos tarros por 36 pesos. Una ganga considerando la cantidad de alcohol que consumimos.
La cerveza siempre ha estado presente con el “Grupo Súper Fantástico y 100% cool”. Así nos hacíamos llamar en Facebook. No puedo evitar sonreír al escribirlo.
Entre otros nombres también sonaba mucho “La Pandilla Mantequilla”. Una blasfema oración basada en el Padre Nuestro que inventé era parte de nuestro credo y hasta teníamos un rap. Ya hace años de eso, pero siempre nos terminamos acordando de esos detalles que conforman las historias. Relatos de los buenos y los malos tiempos pero que nos han formado como personas.
Platicábamos, reíamos, bebíamos y esperábamos la hora en la que Monster Waves, el conjunto de mis amigos, subiera al escenario.
Patito es uno de los vocalistas. Estudia en Toluca y se viene de allá en las tocadas. Hace unos años consiguió una beca por el Tec de Monterrey para estudiar comunicación. Se la dieron por jugar americano. Es un defensa que hace sombra a todos cuando uno lo ve jugar. Mide casi dos metros y pesa unos 140 kilos, pero tan grande como él, es su corazón. Cuando jugaba en Pumas le ganaron a Monterrey en Ciudad Universitaria y se puso a llorar. Pocas imágenes en mi cabeza me conmueven tanto como la de ese día.
El resto de los que tocan son igual de importantes para mí, pero no destacan tanto como este Leviatán cuando se pone a cantar “Batman No Conoce el Periférico” mientras baila surf, el género de la banda.
Esta vez les faltó una de mis favoritas “El Cuñado”. Tengo la impresión de que la letra de esa canción está basada en una historia real, pero no sé a ciencia cierta, nunca les he preguntado. “Su papá cree que sólo me la quiero garchar”. Por eso es que suena tan real.
Estuvimos cantando, bailando y gritando tanto en el público como la banda. Nunca nos cansa y probablemente lo sigamos haciendo durante años.
Hubo una banda antes, la verdad no me importó. Hubo otras después, no me acuerdo ni quiénes eran. Yo iba por mis compas. Cuando ellos terminaron tuve que irme. Me hubiera gustado quedarme a su “after”. Ya ni modo, siempre habrá otra. Tan seguro como la muerte o los impuestos.
Antes de subir al escenario Alan, el bajista, me dio una cámara GoPro, querían que los grabara y accedí. Ya cuando comenzaron a tocar y yo pretendía empezar con el video el aparato me soltó una alerta que decía “Memoria Llena”. Les avise cuando acabaron su primera canción. Hubo caras de decepción. Una historia más para la siguiente fiesta, antes de hacer nuevas.
Al día siguiente Alan me mandó un mensaje. “La memoria se llenó porque había un video de cuarenta y cinco minutos de tu bolsa”.