Rivelino Rueda
AYOTZINAPA, Gro.- La libertad de Nestora Salgado no está en manos de la justicia. La venganza política de dos priistas guerrerenses bien identificados, así como del ex gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero, mantienen en prisión a la comandanta de la Policía Comunitaria de Olinalá.
Jorge Salgado García, hermano de Nestora, recarga su corpulento cuerpo en un árbol de la Normal Rural de Ayotzinapa. La canícula cae sin compasión en esta región de Guerrero.
Tiene la piel color caoba, de esa que ya se burla de lo que pueda hacerle el sol. Se acomoda una cachucha negra de béisbol y resopla dos, tres veces, para pronunciar el nombre de uno de los responsables de que su hermana esté en la cárcel y con un deteriorado estado de salud por 25 días en huelga de hambre.
«Se llama Eusebio González Rodríguez, era presidente municipal de Olinalá cuando se dio lo de la detención de Nestora, el 21 de agosto de 2013. Hoy es candidato a diputado local por el PRI y el año pasado estaba en una lista de la PGR que revelaba 25 alcaldes de Guerrero ligados al crimen organizado».
Narra que semanas antes de la detención de la comandanta de la Policía Comunitaria de Olinalá, el síndico priista de ese ayuntamiento y hoy alcalde del municipio, Armando Patrón Jiménez, por órdenes del presidente municipal, fue a reclamar a Chilpancingo, como propia, una vaca que le habían robado a un ganadero de Olinalá.
«Ya la tenía en la camioneta. La Policía Comunitaria, al frente de Nestora, lo que hizo fue requerirlo a las autoridades de la capital del estado, realizar su detención y trasladarlo a la Casa de Justicia del municipio de Paraíso de la Policía Comunitaria. El presidente municipal nunca dio la cara, hasta la detención de Nestora«, comenta.
Los muchachos normalistas van y vienen del comedor. En unos minutos inicia una Asamblea Nacional en ese sitio, que también sirve de auditorio, en donde se definirá el plan de acción para el boicot a los comicios del 7 de junio en la entidad, así como las actividades a realizar a ocho mese de la desaparición de los 43.
Jorge Salgado no presta mucha atención al ajetreo de normalistas, delegados y visitantes. Espanta unas moscas con su gorra y recuerda el día de la detención, que más bien fue un aparatoso operativo.
«Llegaron camionetas del Ejército, la Marina, la Policía Federal, la Gendarmería y las policías estatal y municipal, como si se tratara de un capo del narcotráfico. Aquí lo grave es que nunca se respetó el debido proceso, no fue presentada en ningún momento en la entidad ni se dijo de qué se le acusaba. La trasladaron directo al hangar del gobernador Aguirre, en Chilpancingo, donde ya la estaba esperando una avioneta del gobierno del estado, y de ahí la trasladaron directamente, por órdenes directas del gobernador, al penal de alta seguridad de Tepic».
Fernando Salgado García, sobrino de Nestora, aprovecha el silencio de su tío y toma la palabra. Con el bigotillo ralo y la impotencia a cuestas comenta que lo que siguió después fue la liberación de todos los presos de la Casa de Justicia de la Policía Comunitaria de El Paraíso.
«Soltaron a los violadores, a los ladrones, a los mutiladores, a los secuestradores, a todos, hasta al síndico priista que se quería robar la vaca de un compañero, mientras a Nestora la acusaban en Nayarit de ser una delincuente de alta peligrosidad».
Luego vinieron las amenazas de muerte a toda la familia ante la exigencia de justicia y ante las movilizaciones de las Policías Comunitarias. Ahora todos los hombres de la estirpe Salgado García tienen orden de aprehensión.
El hermano de Nestora sentencia: «Si éstos dos personajes insisten en acusarla de los graves delitos que se le imputan, la comandanta seguirá en prisión».
–¿Y si los detienen?
–Pues andamos a salto de mata, escondiéndonos, librando los retenes, pero si pasa algo vamos a detener a cualquier funcionario. No vamos a permitir otra detención arbitraria como la de Nestora.