Por Tania Juárez Mora
Foto: Eréndida Negrete
“Ser mujer es estar en riesgo constante. No vivo con miedo, pero me siento obligada a estar alerta porque sé que en cualquier momento voy a valer madres”, reconoce Guadalupe, mujer del Estado de México, entidad que presenta el índice más alto de feminicidios en el país.
Salir a la calle, acelerar el paso, no hablar con desconocidos, evitar quedarse sola y esperar la típica frase “tú no, porque eres mujer”, forma parte de lo que implica pertenecer al género femenino en una sociedad en la que el machismo es una tradición arraigada.
Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja sentimental o se ha sentido discriminada en algún momento de su vida. Además, México ocupa el primer lugar de violencia y homicidios, cifras que reflejan el verdadero problema de la violencia ejercida al género femenino.
El pasado miércoles 25 de noviembre se conmemoró el Día de la No Violencia contra la Mujer, en una acción global que se llevó a cabo a lo largo de 16 días. Para informar y contrarrestar este daño hacia la población femenina, el mundo intentará pintarse de naranja, el color que enmarca esta lucha presente en el siglo veintiuno.
“Dentro de las múltiples consecuencias negativas derivadas de la violencia se encuentran las posibles alteraciones de la estabilidad emocional hacia la mujer que, además de obstaculizar su desarrollo personal, también agudizan su vulnerabilidad”, señala un estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
La violencia de género se manifiesta de diferentes formas: física, sexual, psicológica o verbal, sin embargo, el desconocimiento sobre el tema también propicia su generación y la falta de prevención.
***
En una preparatoria del Estado de México, 22 jóvenes de entre 16 y 18 años fueron encuestadas sobre la materia de la violencia de género. En su mayoría apuntan que ésta es la que se ejerce directamente a la mujer, y entre sus respuestas comunes sobre el significado resaltan: “maltratar, humillar, menospreciar, golpear, dañar o discriminar.”
“¿Han sufrido algún tipo de discriminación o se sienten en desventaja con respecto a los hombres?” El noventa por ciento contestó afirmativamente. Y por sus señalamientos es evidente la inequidad y la negativa presente en la vida de la mujer.
“No, porque eres mujer”, “No puedes salir tan tarde” o “Ese deporte es para hombres”.
Entre sus respuestas también predominó la imposición de cosas por el hecho de ser mujer, como las actividades relacionadas con el quehacer del hogar. “Eres mujer y lo tienes que hacer”. “Eres mujer y es tu obligación”.
Pese a las instancias internacionales y nacionales de derechos humanos que apoyan a la mujer, denunciar también representa un riesgo.
“Si el Ministerio Público hubiera hecho lo que tenía que hacer en mi caso, tengo la seguridad de que al menos tres más estarían vivas, porque ese hombre estaba muy cerca de ellos y era muy clara la manera que cometía los ataques”, testimonio de Jazmín sobreviviente a los ataques del feminicida del Estado de México “El Coqueto”, que aparece en el libro Las muertas del estado, del periodista Humberto Padget.
***
Este tipo de violencia se ha normalizado. El papel de la mujer sigue siendo inferior para muchos. En periódicos de nota roja el deleite principal es la fotografía de una mujer semidesnuda y en portada la trágica nota de una mujer asesinada.
Y las autoridades en su tradicional papel de arraigar los valores machistas, de afianzar el odio de género: “Ellas se lo buscan” o “Se ve que andaba en malos pasos”.