El último viaje con ella

Por Emily Paulín Cuenca

Foto: Eréndida Negrete

La veo ahí esperándome. Trae chamarra azul, playera blanca, jeans ajustados y deslavados con sus sucios tenis Converse. Parece toda una diva con sus lentes naranjas. Su cara muestra un poco de molestia pero a la vez sonríe al verme.

Caminamos en silencio hacia el Metro Hidalgo. Los taxistas que están por el estacionamiento gritan, se golpean en forma de juego y se ríen. Algunos vendedores por la entrada del Metro voltean a verlos mientras que otros esperan que alguien llegue a comprar. Entramos a la estación.

Por la taquilla, ella me dijo: “Emilia, ¿traes boletos?”. “Sólo uno”, respondí. “Bueno”, dijo… Entramos al Metro. Nos dirigimos a la Línea Azul. Iba más o menos vacía. Caminamos hacia los vagones de mujeres.

Ella me contaba todos los trámites que había hecho para ir a estudiar a Holanda. Por los lejos, se escuchaba cómo se deslizaban las llantas en las vías. Llegó el vagón. Subimos. Me preguntó: “¿En dónde nos bajamos?”. “En Pino Suárez, Gaby”.

Se sube los lentes a la cabeza. Saca un cuaderno con todas las hojas onduladas (les había caído agua). Empezó a tachar frases (que eran las cosas que ya había hecho). En Bellas Artes se suben más personas. Íbamos un poco incomodas.

El sudor de algunas personas se mezclaba con el perfume de otras, haciendo una explosión de olores. Todavía faltaban tres estaciones. Aunque el Metro nunca se detuvo. Pero de tan incomodas, no podíamos hablar.

Llegamos a Pino Suárez. Hacíamos el transborde para la Línea 1. Todas las personas iban con prisa. Ella iba a su paso: no le importaba. Comenzó a preguntarme sobre la escuela: cómo me iba, las materias que llevaba, los profesores.

Cuando menos lo noté, ya estábamos sentadas dentro del convoy. Le platiqué sobre la escuela. Poco después sentí que ya estaba hablando mucho. Entonces le pregunté qué quería hacer antes de irse a Holanda.

Mientras ella me contaba, veía las estaciones que nos faltaban. Cada vez nos acercábamos más a nuestro destino. Subían y bajaban personas. Volteé y ella me dijo: “Liz va venir al Patrick Miller con nosotras. Voy a ver si Mario viene… Va ser una buena despedida de México en el Patrick”.

Después de eso la vi. Me di cuenta que esos iban a ser los últimos momentos que conviviría con ella. Examiné su perfil: sus cachetes, su nariz, sus labios, su ropa, sus ojos verde/azules, su pelo chino (parecido al mío sólo que castaño claro).  Supe que tenía que apreciar ese momento. Llegamos a la estación Aeropuerto.

Cuando bajamos del vagón caminamos hacia la salida. Se escuchó la alarma de cuando se van a cerrar las puertas. Segundos después, éstas se cerraron. Voltee a ver cómo desaparecía el Metro. Supe que aunque no hubiera sido un gran momento, siempre recordaría el último viaje con mi hermana en el Metro.

Related posts