Por Argel Jiménez
La salida del Metrobús Reforma luce llena de gente que, al ritmo trepidante que se vive en cualquier ciudad del mundo, baja y sube rápido del camión rojo. Tratan de llegar a su destino y se esquivan unos a otros. El paso peatonal para transitar a la acera donde se encuentra el Senado de la República se tiene que hacer de manera ágil.
Al caminar unos cuantos pasos en dirección al Paseo de la Reforma, la noción del tiempo para todos los que están ahí sentados, en un área verde (a la espalda del Senado), pasa a una velocidad más lenta. Los efectos de la marihuana que consumen con ahínco ya ha hecho efecto en la mayoría de ellos y ellas.

En grupos, parejas, o solitariamente, prenden el cigarro o pipas para impregnar el ambiente.
A un costado de ellos, unas veinte personas con unas banderas negras enrolladas lucen algo incomodas. Se han equivocado de lugar. Su cita no es ahí, es enfrente, donde está el edificio de la CFE, pero todavía no se han dado cuenta de su desorientación.
Son las 4:09 pm y el sol cae con toda su fuerza. Los contingentes que marcharán para pedir por la paz en el estado de Chiapas se preparan para salir. Hasta adelante, en la vanguardia, irá un grupo de la comunidad Otomí radicado en la Ciudad de México, que tiene tomado el INPI.
Despliegan sus mantas de papel revolución y sus pancartas. El organizador le dice al que tiene la mayoría de ellas: “Repártelas entre todos”.
El reloj marca las 4:28 pm y los manifestantes comienzan su andar. Hay megáfonos repartidos estratégicamente entre los otomís, algunos de ellos traen apuntadas en una hoja todas las consignas que dirán en el trayecto de la marcha.

Las frases hablan de las luchas en contra del despojo a varias comunidades indígenas del país: “¡Queremos frijoles, queremos maíz, fuera la termoeléctrica del país!”, así como la toma por parte de indígenas nahuas de Puebla que tienen en su poder las instalaciones de una empresa de agua embotellada extranjera:
“¡AMLO, entiende, el agua se no se vende! ¡Se ama y se defiende!”
Pero sin duda el que se lleva la mayor parte de repudio es el gobernador del estado de Chiapas, el morenista Rutilio Escandón. No es para más. El acoso a las comunidades zapatistas, y también a las que no son, a los alumnos de la Normal de Mactumactzá; el ninguneo a los maestros de la CNTE, entre otras muchas acciones lesivas, han provocado la desestabilización del estado, a tal punto que, a ojos del zapatismo, vislumbran una posible guerra civil en la entidad.
“¡Tan simpático, tan agradable, tan fascista, el hijo de su pinche madre!” “¡Rutilio Escandón, chingas a tu madre, eres asesino y un pinche cobarde!”
Los contingentes avanzan y, antes de la llegada al anti monumento de los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, se empieza el pase de lista que, a siete años de incertidumbre, sigue sin conocerse su paradero.
Ya sobre la calle de Bucareli priva una sombra que refresca a todos los inconformes que se dirigen hacia la Secretaría de Gobernación.
En las calles aledañas al antiguo Palacio de Covián un equipo de sonido permitirá que varias organizaciones sociales de Veracruz, Estado de México y la Ciudad de México muestren su apoyo en contra del acoso en el que viven las comunidades zapatistas desde el año de 1994.

Se comunica en el mitin que un colectivo de Veracruz tiene tomada la Casa de Chiapas en la CDMX; también se dice que hay protestas en 46 ciudades del país; que en la calle de Cuba 34 se encuentran unos migrantes haitianos refugiados, a la espera de víveres, después de muchos ninguneos y kilómetros recorridos; y quizá la frase que resume la cotidianidad del país, dicha por la madre de uno de los normalistas desaparecidos: “(Son) días difíciles y cabrones, de mucho dolor”.
Así, en menos de dos horas termina el mitin. A las 6:02 pm todos se disgregan por la calle de Bucareli mientras una banda de música toca para despedir a los ahí presentes: “¡Ya van a ver, ya van a ver, las balas que dispararon van a volver/ ya van a ver, ya van a ver, la gente que asesinaron no morirá, no morirá!”
En su último artículo de La Jornada Raúl Zibechi habla de la “guerra perpetua” que se despliega por todo el mundo…
“Porque el capital acumula despojando, robando, destruyendo”.
Eso es lo que sigue viviendo hoy México, aunque en las mañaneras no se diga.
¡Suscríbete a nuestro newsletter!