Salieron campeones… ¡Dios santo, viva el futbol!

Por JK

Recuerdo que a finales de octubre y principios de noviembre me fui para España. Un viaje de trabajo con un destino para la concha de la lora, pero tuve una experiencia de locos: conocer a un grupo de periodistas argentinos, los más zafados y peores para trabajar…

Aunque la vida me tenía una resaca para la concha, en el camión, camino al Santander, salió evidentemente una plática sobre el futbol, el deporte más hermoso del mundo, como una vez dijo el Diego, ese 10 que hoy ya tiene un digno representante.

“¿Tú quién pensás que sale campeón?”, me dijo el wuacho ese que parece Vicentico y que resulta que estuvo en la AFA en el área de comunicación.

Evidentemente, la plática era sobre la Copa del Mundo en Qatar, esa que todos odiamos y terminó por ser de los mejores mundiales que nos ha tocado ver a los amantes de la pelota.

“Ustedes cabrón, no creo que ganen todos; mínimo pierden uno, pero sale campeón Argentina. Están muy perros, y ese Leo es el más argentino que he visto desde que tengo memoria. Sin pedos sale campeón Argentina, pero les va a costar”, le dije a un grupo de cuatro periodistas, unos meses antes de la locura.

Después hablamos de que si el mate, de que si uno, de que si el Clarín, de cualquier cosa. Luego salió que una noche antes de conocer a la presidenta del Santander se fueron de putas, y luego que si México estaba o no para la muerte. 

Por un momento se me olvidó que estábamos en un recorrido de trabajo financiero. Era más una plática, a decir de ellos, “como si estuviéramos en un asado”.

(Déjame te cuento, antes de que sigas leyendo, que esto lo escribo con unas villeras de fondo en los audífonos a la una de la mañana, después de ver como 30 videos de la locura en Fuerte Apache luego de la llegada de Thiago Almada).

Ahí quedó todo, no sin antes dejar pasar que me preguntaron sobre “a quién le vas vos como mexicano de los equipos de Argentina”. Les dije que era bostero (de Boca para los pelotudos que no entienden). 

Resulta que el Vicentico era gallina (de River) y le dolía hasta el orto el

descenso de la B. Resulta que a los pibes les gustaba que un mexicano tomara mate, que supiera de la situación económica de su país, y el editor de economía del periódico Clarín estaba conmigo dale y dale sobre cómo es posible que un wacho mexicano supiera tanto de su país.

Termina el viaje y me dice el Vicentico y Gustavo (el editor del Clarín): “Que la boca que tenés sea de profeta, porque si no es esta copa ya no ganamos nunca”.

De ahí partí para Francia. Conocí el estadio donde juega el Leo. Me reventó las pelotas la inflación y me compré la ramera del PSG con el dorsal 30 y el Messi arriba del número. 

Fueron 90 euros o casi 2 mil pesos mexicanos. Que quede claro que me enamoré de esa ciudad. Conocí el Stade de France (ese lugar donde juegan los franceses las eliminatorias y donde pisa Mbappé) y quedé re-mamado.

Quería, primero, que Francia ganara, pues evidentemente a cualquier latinoamericano lo llama lo europeo, pero ya de vuelta y a un día de la final me fui para el asado de mi primo, que era su cumpleaños, y les dije: “en el fondo quiero que gane Messi. Seremos la generación que lo vio campeón, ese pedo es histórico”.

En efecto, después de 120 minutos del mejor partido de la historia, y una tanda de penales para el infarto, donde de nuevo “El Dibu”, ese wacho polémico que lleva más de diez años en Europa y no se olvida que es argentino, se atrevió a ganarle el duelo mental en el penal a mi Tchouaméni (porque soy más madridista que la puta que te parió). Argentina salió campeón.

La tercera estrella, esa tan codiciada. Luego ese beso del Leo a la copa cuando todavía no la levantaba. Luego esa entrevista en la que dice que la guapa se dio a desear. Luego esas fotos. Luego el documental de Netflix y luego del texto que hizo llorar a Messi, entiendes qué ha pasado, entiendes todo.

La “10” de Argentina tiene nuevo dueño, la playera más bonita, con el número más bonito, y con el trofeo más bonito. 

Es que el Leo alzó la copa, es que hizo mierda todo, es que desquicio la ciudad, la gran Buenos Aires, es que salieron cinco millones de argentinos (el 10 por ciento de la población de ese país) a las calles. La 9 de julio estaba para el infarto.

Es que la ganó, es que salieron campeones. ¿Qué se sentirá ganar un mundial? 

Era la puta locura esa hermosa Ciudad de la Furia, era la puta locura. No había ni mates, ni choris, era el desquicio total, porque el más grande hizo

grande su historia.

El puto enano que vomita lo hizo, después de siete finales perdidas, después de esa foto donde se lamenta en Brasil, después de aquella porra que decía “Maradona es más grande que Pelé” y que se fue a la mierda, después de renunciar a la selección…

Regresó el Leo, la rompió. Fue el Messi más argentino de la historia. Lo trabajó desde la Copa América, lo trabajó en los discursos, con el gafete de capitán, con Antonela. Lo ganó porque esas leyendas sólo llegan una vez a la historia del Olimpo, y llegó, lo hizo.

En la memoria quedará el –¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol!¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando

por Argentina?— .

Va a quedar remplazado por ese bonito — ¿Qué mirás bobo? Anda pa`lla bobo—.

Va a quedar reemplazado con ese festejo del tamaño del Obelisco en el que el Leo se pone las manos en las orejas enfrente de van Gaal, ese hijo de puta que se atrevió a decir que los latinoamericanos no somos nada. Va a quedar con el Leo levantando la copa del otro lado del mundo, en el mundial más corrupto pero más hermoso… A la mierda las Malvinas, que los argentinos son campeones del mundo.

La más codiciada, la Copa del Mundo, regresó a América, de la mano de Messi, de D10S… No hubo “mano de dios”, hubo zurda del Leo, hubo goles, el de Rosario la alzó, le dio la tercera estrella, esa que tantos queremos.

Que nunca se te acabe el futbol Pulga, que nunca se acabe el futbol mundo, que no seremos nada si esos 11 “pendejos”, como se atreven a decir aquellos que no vieron la locura en Buenos Aires, dejan un día de jugar.

¡GRACIAS LEO! …. LA PELOTA NO SE MANCHA.

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